Mi voto no fue un cheque en blanco
Opinión

Mi voto no fue un cheque en blanco

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junio 17, 2014
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El apoyo que muchos de los sectores más progresistas del país le dieron al presidente Santos, definitivo para su triunfo, no constituye un 'cheque en blanco'. Es decir, todos esperamos cambios sustantivos en aquellos campos donde no contó con nuestro apoyo: el modelo de desarrollo donde el crecimiento económico ha sido casi la única prioridad y la política social tan asistencialista que poco ha contribuido a la anhelada justicia social. También esperamos que no continúe ese centralismo que desconoce las especificidades de cada una de las regiones del país, ni la lejanía de su equipo de gobierno con la gente del común. Además, debe aprovechar este país lleno de personas valiosas y muy preparadas para tener ministros expertos en temas cruciales como la educación, la salud, agricultura, industria, y no solo por ser cercanos al poder.

Por fortuna, en su discurso de aceptación, el presidente Santos nos dio luces de esperanza sobre el viraje que dará a este nuevo gobierno que comienza. Probablemente, una realidad que no tranquiliza a los beneficiarios del modelo actual —los empresarios y los sectores pudientes, que esperan continuidad en la política pública— es que la nueva alianza política que lo llevó al poder aunque no espera un cambio total, porque nadie pasa de la derecha al centro izquierda así de fácil, sí buscará influir en el presidente electo para que acepte que está frente a un nuevo país que será muy exigente en sus pretensiones. En su mayoría, quiere apoyarlo en la meta de lograr una Colombia más justa, más integrada, más pacífica, más moderna y en paz.

En este aspecto, los medios de comunicación también pueden ayudarlo no promoviendo desde ya a los mismos con las mismas para armar el próximo gabinete. Lo que enfrenta el presiente Santos en este, su segundo período, es muy diferente a lo que tenía por delante cuando fue elegido en el 2010. No solo tiene una fuerte oposición respaldada por casi siete millones de votos, sino un proceso de paz complejo, que solo acaba de pasar el medio camino, que no es el problema mayor. El gran reto es cómo hacer de estas negociaciones un proceso de paz sostenible, y eso no se logra en medio de la sociedad colombiana actual: fracturada, desigual, controlada por pequeños grupos de poder y con unos partidos políticos quebrados, desprestigiados y sin renovación en sus liderazgos.

Para empezar a enfrentar esos inmensos retos, el próximo gobierno debe comenzar haciendo esas grandes transformaciones que por décadas, si no siglos, han sido frenadas por una elite clasista y egoísta que desafortunadamente, sigue ahí. No será una tarea fácil porque esto implica invitar a nuevos líderes, personas de ideología más progresista, que además vengan de orillas distintas, y no solo a los que pertenecen a su línea o participaron en su primer mandato. De hacerlo así, el presidente Santos se enfrentará a quienes siempre se han beneficiado del poder, que sin duda sacarán sus uñas para mantener el status quo. Pero será en ese momento cuando Santos podrá pasar de ser un presidente más, a convertirse en un gran estadista.

Como lo cuestiona Natalia Springer, ¿no será este el momento de aprovechar la oportunidad y trabajar por algo similar al Pacto de la Moncloa de España o a la Concertación chilena? La segunda vuelta de esta elección logró en Colombia una unión impensable, luego las condiciones parecen dadas para una tener un Frente Unido por el bien del país, pero sin exclusiones como generalmente sucede en Colombia. Ojalá Óscar Iván Zuluaga se convierta en el nuevo jefe del Centro Democrático ―porque sus palabras  poselección fueron mucho más conciliadoras que las del expresidente Álvaro Uribe Vélez, llenas de rabia y acusaciones sin pruebas―, para que logremos acuerdos totalmente incluyentes.

A Colombia le llegó el momento de construir puentes para lograr la paz y la consolidación de la democracia, el gran sueño de Augusto Ramírez Ocampo y de miles de colombianos; pero para lograrlo, todos debemos participar. Y es por esto que nuestro voto por la paz y por la democracia, no puede ser un cheque en blanco.

 

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