En la fe, en la perseverancia que en nuestros corazones y espíritu existen y logran mover la voluntad y sustentar la esperanza, reside sin duda un potencial inmenso que logra ir adelante de las tragedias y los reveses que como humanos soportamos y nos confrontan para seguir en lucha diaria de la vida.
Santa Fe, mi Santa Fe, es emblema de persistencia, de emoción y de coraje, sentimientos que en el corazón bullen a lo largo de la vida y nos llenan de vitalidad como seres humanos.
Lo de esta semana explica eso que quiero decir: una afición azul llena de expectativa y reunida en torno a un propósito sano aunque siempre anhelante de rivalidad; la recuperación de su equipo a costa de nuestra sangre roja, humilde y callada.
Y como en un poema evocador y lleno de nostalgia, en esa noche fría se hizo honor a la templanza. Poco a poco, de manera paciente pero firme, se levantó un estandarte de eso que es el fútbol: pasión rotunda, reverberación en las venas y nacimiento de la belleza, la sutil belleza de un juego limpio y de infinitas posibilidades de la memoria.
Primero Sambueza con fuerza y decisión buscando ganar centímetros, tejiendo paciente una red a la fatiga del adversario y despejando el terreno en el medio; un campo inmenso y un aliado rojo que recibe la pelota lejos, sin anunciar el peligro. Piensa y da dos pasos y suelta un latigazo certero, sin atenuantes y sin esperanzas de remedio para sus rivales: golazo inmenso. Santa fe sufre un revés casi enseguida en un tiro libre de costado, un error propio que no debe obnubilar la meta de ir por cosas importantes, y en la actitud de su portero, otro grande, otro luchador sin pausa, se adivina la grandeza y lo que está por venir: no ha pasado nada, vamos adelante con fuerza!
Vuelve a encararse la misión compleja de ir por una victoria, ante una tribuna que es azul y quiere sacrificio y vuelve a retomar la senda Sambueza, el pequeñito, el incansable ideando un solo lugar en donde poner la bola para que aparezca otra proeza. ¡Que gol tan inmenso, que gigante el martillazo con la cabeza de la cual nacían en la noche tantas ideas, otra vez el portero azul mudo testigo de tanta belleza!
No era suficiente y el arte y una bella pintura, siempre tienen escondidos esos pequeños rasgos de perfecta conjunción entre el espíritu y la idea: Castellanos sabe que arriba hay fuerza y combate y manda a luchar al guerrero, quién no se rinde porque sabe que en la última línea, aún hay espacio para doblegar al escudero que lo acecha. Maicol, grandioso, se queda con el balón, intuye y convoca la destreza de su aliado en el medio y allí lanza la propuesta encontrando eco a su estatura gallarda. ¡Tremendo remate de Sambueza y es el tercero!
Después, una confirmación del talento, una resolución que no parecía probable en medio de tres defensas al borde del área; Maicol se desdobla, persiste, gambetea y hace un túnel increíble, se consagra en definitiva para llevar a sus compañeros a la victoria suprema. Sale airoso como un león y entrega el balón en la comprensión de que la grandeza es de todos, del colectivo que inventa, dibuja y logra el trazo final del poema: Santafe, mi equipo que rescata la esperanza y lo mejor del sueño.
¡Otro gol para doblegar sin dudosa factura al rival de la noche inolvidable y eterna!