No mi querido amigo, que pena, pero no le creo que estos parrandos llaneros, como en el que estamos hoy, la modernidad los acabe. ¿Qué puede la modernidad hacer con nuestra esencia ancestral?, ¿qué puede hacer para arrancarnos del alma esto de sentir el olor a sabana, el relincho de un caballo o un sol de los venados plasmados en una canción que nos llega al corazón? No, mi querido amigo, mientras haya llano habrá música llanera y estarán estos parrandos y en Yopal seguiremos asistiendo despiertos hasta que una y otra vez salga el sol, escuchando los mejores copleros de Colombia y Venezuela batiéndose en esos duelos de contrapunteo que no parecieran de humanos por tanta voz recia, y tanta hermosa copla nacida en fracciones de segundo.
Y le cuento mi querido amigo que así como en el llano seguirán los parrandos y el festival del Cimarrón, en Jesús María (Santander) también abran amantes de su terruño, de su esencia y seguirán bailando, tocando y cantando los torbellinos versiados, y con carracas de burro, tiples y requintos dirán que las bravas tierras de Santander están ahí, que su cultura existe, que su orgullo ha estado, está y estará intacto, y que por muchos y muchos años más los requintos sonarán, o que digo no sonarán sino que hablarán, porque solo las prodigiosas manos de un santandereano los hacen hablar y contarnos sus cuitas y recodarán sus pueblitos viejos de casas pequeñitas, que la lunita consentida seguirá alumbrando millones de años mas.
Y le sigo diciendo, que así como en Santander se vive el arraigo cultural, en Cali seguirá por siempre el festival Petronio Álvarez con sus violines caucanos, y que sus marimbas y chirimias sacarán a flote las historias de amor y dolor de nuestro pacifico colombiano, y nuestra herencia negra revivirá y está raza volverá a sentir el orgullo que sienten y dirán que su estirpe seguirá siendo de espíritu libertario y que el dolor causado en la historia no se olvida, pero que tampoco este dará como para que callen, sino al contrario para que unidos en ese festival alcen la voz de un pueblo que vibra, que canta y baila en las calles de un barrio de Quibdó o Buenaventura o Tumaco o cualquiera del pacifico Colombiano.
Así como también en San Pelayo, en el Sinú medio se canta y baila un buen porro palitiao o un fandango y cuando llega el festival, bien sea en el complejo cultural nacional e internacional del porro María Varilla, en la tarima Alejandro Ramírez, o en una tienda de barrio se sienta la alegría y el sabor del pueblo costeño, el de las sabanas del Sinú que siente y entiende que eso es lo suyo, que su cultura va perdurar por los siglos de los siglos.
Mientras en cualquier rincón de Colombia haya personas como usted o como yo que se gocen su cultura, que se tomen una buena cerveza o un buen ron y disfruten de las bondades que nos dio la vida y que lleven en sus corazones con orgullo su folclor y que sienta cómo estos se hinchan de alegría cuando suena una canción de las nuestras y como una o mil, o diez mil , o cien mil parejas la bailan sabremos con absoluta seguridad que nuestro folclor no morirá, que nos podemos ir tranquilos hasta el mas allá con la absoluta seguridad que nosotros nos vamos, pero nuestras raíces, nuestra esencia y arraigo cultural seguirá porque fue forjado en buen metal, con buena candela, que nos ha costado sudor y sangre, alegrías y tristezas.
Nos vamos con la satisfacción de haberlo disfrutado y habiendo contribuido así a apoyarlo, sin permitir que este se acabe y más bien, dejando un legado cultural a las generaciones venideras, que ojalá con alegría canten que se sienten orgullosos de ser un buen colombiano y que no quieren trago extranjero porque es caro y no sabe a bueno y que por eso es que quieren siempre lo de su tierra primero.