Duque, así sea el hijo de Uribe o no lo sea, es lo que menos importa. Es un hijo de la nada sana política colombiana que sólo se caracteriza por si ven un dólar por ahí volando, corriendo van por él, sin importar una mierda si detrás van ocho mil muchachos asesinados, un río descuartizado o que la escuela o el hospital nunca se haga, monney is monney es la regla que impera y tras de esa meta hay miles de personas.
Y con él están detrás todos (faltan los impresentables de Samper Pizano y blablablá Santos) los políticos de siempre, de todos los bandos y bandas, unidos en una sola causa: Que todo siga igual que así como vamos nuestras billeteras están llenas de verdes.
Sólo le falta la adhesión del cartel de Sinaloa para completar el grupo de adherentes de tan noble causa.
Lo triste es que Duque será presidente por dos razones muy claras.
Una sociedad muy conservadora que se siente bien en la mierda que nada y no hay mucho de qué alarmarse. Decenas de países pésimamente gobernados y en donde solo opera la relección. Claro es que tiene una notoria mayoría que así lo atestigua y no fue por azar que Álvaro Uribe sea el senador más votado del país.
Y segundo, porque en caso de perder, el establecimiento tiene a su favor todas las mañas para que eso no ocurra y ganará Duque por trece votos. Pero gana.
Y miento, importa tristemente mucho que sea el hijo de Uribe.
Sin embargo, me llama mucho la atención el repunte (¿solo en Facebook?) que va teniendo Petro básicamente en las juventudes que lo tildan como el gran salvador de la patria y quien parece haber guardado sus banderas de izquierdistas para venderse hoy como la extraña mezcla de Gaitán, Galán y Gómez Hurtado (sí, ¡Álvaro Gómez Hurtado!) y extraña que no haya traído a la memoria a Rojas Pinilla.
Petro es un tipo que se la pasa cambiando de opinión según como ve la marea y quien sólo se caracteriza por ser un izquierdista de mentiras con una soberbia insoportable.
Me desentona y entristece la Claudia López de hoy.
Pero me sigue encantando Ángela, su pareja.
Y en este mundo de los políticos donde siempre se arrunchan en la cobija que más calienta, me desentona y entristece la Claudia López de hoy. Di con fervor mi voto por ella, que me encantaba por frentera y verraca y por poner con sus gritos muchos puntos sobre las íes. Pero la recuerdo apoyando a la tristeza de Peñalosa y días después hablando barbaridades (todas verdades) de él, o apoyando a blablablá Santos como una liberal consumada para días después (cuando conviene) despotricar de su nefasto gobierno y ahora con Petro que lo abraza con deleite cuando hace días decía sus verdades.
Ya no me gusta Claudia, pero me sigue encantando Ángela, su pareja.
No votaré ni por Duque ni por Petro , ahora sólo falta decidir si voy en blanco o me quedo dormido.
Y hablando de…
Y hablando de aplausos, ya le doy tres al nuevo gobierno español.
El primero por tener un magnífico gabinete conformado por una apabullante mayoría de mujeres muy preparadas.
El segundo cuando a su recién designado nuevo ministro de cultura le aparecen unas eventuales irregularidades con sus impuestos. Pues el mismo día del anuncio, o Máxim Huertas decide renunciar o Pedro Sánchez lo convence de ello.
Y el tercero, cuando decide recibir en España a todos pasajeros del barco Aquarius.
Tres decisiones bien recibidas de un gobierno que apenas nace.
