Cuán diferente sería nuestra historia, si el contribuyente colombiano, usted querido amigo que tiene la bondad de leerme, se hiciera esta pregunta. Por desgracia, no es lo que suele suceder. Los colombianos tenemos un extraño desapego por lo nuestro y cuando vemos a Juanpa y a su pandilla de amigos robándose la plata del gobierno, malbaratándola, despilfarrándola, creemos que despilfarran, malbaratan y se roban plata propia.
Pues no, querido lector. La plata que ha tenido ese triste destino, es la suya. La que usted pagó en impuestos, a veces sin darse cuenta de que lo hacía, y la que estaba destinada a abrirle oportunidades para una vida mejor. Cuando paga un bien que lleva IVA, casi todos, cuando compra algo importado o que tiene componentes importados, casi todo, cuando entra a un almacén que paga impuestos de industria y comercio, cuando paga su arriendo, el de un inmueble gravado, cuando transita por una carretera, cuando le pone gasolina a su carro o cuando monta en taxi o en bus, usted paga impuestos. Y no es consciente de que lo hace. Y no pregunta a dónde va esa cascada tributaria que lo asfixia, lo agota, lo desangra.
Por ese abandono de lo propio no nos hemos preguntado dónde está nuestra plata. La que llovió a chorros y cayó a cántaros sobre este país en la época en que Juanpa hizo de fanfarrón, de histrión, de mesías, de omnipotente dueño de nuestro destino. Pero nunca es demasiado tarde.
La gran bonanza de estos países llamados emergentes coincidió con el primer gobierno de Juanpa. Petróleo a más de cien dólares por barril, carbón en las nubes, y en las nubes el oro, el níquel, el café, el banano, cuanto producimos y vendemos, conformaron esta época bienaventurada. Caían aguaceros de inversión extranjera, de ventas fabulosas a precios fabulosos.
Así era como Juanpa podía gastar en todo, como nunca antes y lo botó todo, sin que ahorrara un centavito. Pero si al menos hubieran quedado espléndidas carreteras, grandes puentes, enormes reservorios de agua, millones de hectáreas reforestadas, otros millones de tierra en producción agraria, bellísimas escuelas, soberbios hospitales, cárceles suficientes y dignas, millones de nuevas unidades de vivienda, no sería tan grande nuestra tristeza y tan justa nuestra indignación.
Pero de todo aquello, nada. ¿Qué se hizo, pues, la plata? Pregúntele lector a los ñoños y los musas, a esa caterva de ladrones que cayó sobre el erario público para aprovecharlo hasta la última gota. Los empleos innecesarios, las obras sin terminar, las que solo se anunciaron, las promesas de todo y realidades de nada. Eso fue lo que quedó.
Y ahora, el despertar de un guayabo, negro como el del cuento inmortal de Efe Gómez. Un dolor de cabeza que flota en el cerebro, exaltado ayer, despedazado hoy.
Se acabó la fiesta y descubrimos nuestra pobreza, lo único que sale a flote del naufragio.
Pero hay que seguir fingiendo y mintiendo. Por lo menos hasta las elecciones de octubre. Hay que producir plata para botarla, entregándola a los validos de Juanpa y dejando al país más pobre, más humillado, más desolado.
Para empezar la última sangría, que venga plata prestada. En un acto cuasi delincuencial, la Junta Directiva de Ecopetrol propuso el reparto de más de cinco billones de pesos en utilidades, cuando la empresa arrojó pérdidas en el último trimestre del año pasado y unas miserables ganancias en el primero del que corre. Una empresa, por Dios, que necesita hacer multimillonarias inversiones para tratar de sobrevivir. Una empresa condenada a muerte muy próxima, porque se le agotan sus reservas y no puede explorar, no puede investigar la producción de petróleos no convencionales, nada. De modo que a endeudarse para pagarle dividendos a Juanpa, para que Juanpa los mande a las regiones, para que en las regiones se los roben.
Y como no hay plata para el del casco y las botas, Vargas Lleras, a conseguírsela con vigencias futuras, que es una pura medida contable, que solo habilita para contratar deudas con cargo a presupuestos futuros. Hipotecar el porvenir. Esas son las vigencias futuras.
Y la plata vendrá de más crédito externo o de los fondos de pensiones. Primer candidato, el Fondo Nacional del Ahorro. Para eso nombraron presidente a Posadita. Un hombre sin conocimientos ni carácter, que girará para las carreteras de Varguitas la plata de los ahorradores. Como si fuera la suya. Como si esos ahorradores no tuvieran derecho a créditos de vivienda.
Como un día se robaron la plata del Banco Central Hipotecario, quieren repetir la dosis con la del Fondo Nacional del Ahorro. Colombia aguanta cualquier cosa. Porque somos unos ignorantes que no entendemos que la plata que usarán Cárdenas y Vargas, a las órdenes de Juanpa, es plata nuestra. La de todos.