Mi papá no se ganó mi perdón, pero yo se lo regalé

Mi papá no se ganó mi perdón, pero yo se lo regalé

Lo vi traicionarnos, su amante nos robó, la pobreza nos devoró y por un tiempo lo odié. Aún así encontré cómo dejar atrás este doloroso episodio

Por: Erika Pinchao Hernandez
marzo 04, 2019
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Mi papá no se ganó mi perdón, pero yo se lo regalé
Foto: Pixabay

En el 2010, en Curillo, Caquetá, denominado como el municipio de los bellos atardeceres, existía mi familia, la cual se encontraba integrada por mi padre (Manuel), mi madre (Luz), mis hermanos (Alexis, de 14 años, y Esteban, de 6 años) y mi persona (Yurany, de 20 años).

Aparentemente éramos felices y teníamos una economía estable, pero todo estaba por cambiar. Como bien sabemos, en todo hogar llegan obstáculos que se superan cuando se trabaja en equipo, sin embargo, a mi familia llegó el enemigo más grande que he tenido que afrontar: "una amante". Ella se adueñó de todos nuestros espacios y surgió el maltrato físico y verbal contra mi madre (de parte de ella y de mi padre), la ausencia y la falta de amor paternal incrementó y una historia de 20 años entre mis padres se quebrantó.

A principios del 2011, a pesar de la tensión que se vivía en mi familia, me encontraba viviendo en la ciudad de Florencia debido a que me encontraba realizando mis estudios universitarios en la UNAD. No obstante, el 10 de marzo de 2011 estaba en mi casa descansando porque asistí al sepelio de mi bisabuela materna. Recuerdo que me encontraba acostada en el mueble de la sala cuando mi padre entró y pasó de largo sin notar mi presencia. Llegó hasta la cocina y empezó a discutir con mi madre. Al escuchar tanto alborto, fui inmediatamente a ver lo que estaba pasando: no tuve que preguntarle a mi madre, pues vi en el cuello de mi padre unos morados pasionales. Le cuestioné su irrespeto ante nosotros por llegar así a casa, él se enfadó y amenazó con castigarme. De le ira tiré un pocillo a sus pies, el cual se partió, y le dije: "así tienes a tu hogar".

En ese momento aumentó la tensión hasta el punto que él me dio unos correazos y nos enfrentamos a golpes, a puñetazos y hasta a mordiscos. En la misma casa estaba un hermano de mi padre y entre él y mi madre intentaban separarnos. Realmente fue un gran alboroto, en el que mis tías de parte de mamá querían ingresar a la casa para ayudarme, aunque quizás eso hubiera sido para empeorar las cosas. El caso, en la lucha le alcancé a quitar el celular, en el que su amante insistentemente le estaba llamando. Le contesté y ella se burló de nosotros. Por esa razón tiré el celular a la pared y como era de tapita se desbarató. La batería quedó en el piso, la cogí y le enterré un cuchillo. La simcard la dañé… ¿qué cosas, no? Por eso hoy digo que la ira nos ciega y nos lleva a cometer graves hechos.

Cuando llegó la policía nos llevaron a la estación, ahí me preguntaron cuál era mi deseo: mi petición fue que se le dieran una orden de restricción y que se fuera de la casa. Cuando sucedieron esos acontecimientos, me encontraba recuperándome de una enfermedad que estaba superando y por esa pelea fui remitida a Florencia. Cuando nuevamente me recuperé, decidí regresar a casa. Siempre el dolor es visto desde lo que puede sentir la persona traicionada, pero qué sienten los hijos. Sencillamente, desilusión, temor, ausencia, ira, tristeza de ver a una madre llorar sin saber qué será de ahora en adelante. Es un proceso de asimilación que tarda, que deja secuelas emocionales.

Económicamente, mi padre nos dejó sin nada. La casa en la que vivíamos no nos la quitaron los cobradores porque, gracias a Dios, las escrituras estaban a nombre de mi madre. Por lo tanto, mi madre para sostenernos trabajaba ayudando a hacer empanadas, donde solamente ganaba 5000 pesos diarios. De mi parte, hubo un tiempo en el que me dediqué a suplicarles a los deudores de mis padres que nos pagaran algo de lo que nos debían e hice algunas travesuras como vender una gargantilla de oro de mi padre de 40 gramos para pagar mi semestre y sostenernos un poco. Eso sí que lo enojó.

Con ese panorama, asumí más responsabilidad con mi familia y la única oportunidad de trabajo que me brindaron fue de mesera de discotecas, a veces en el mismo pueblo. Después iba a un estanco en Yurayaco, un caserío en el que la vía era pésima, y luego miraba hasta 25 materias de universitarios que me pagaban para que les hiciera sus trabajos, eso sí, eran adicionales de las mías.

Fui muy criticada por lo de mesera, porque ya se imaginarán qué pueden pensar de alguien que trabaja en medio del licor, así que después me acostumbré a las críticas pues mi mayor objetivo estaba centrado en mi reina madre y mis dos hermanos. Así pasó el tiempo hasta que me gradué de la universidad como administradora de empresas. Hasta el mes de junio de 2014 trabajé mesera. Después, laboré en un clínica y con algunos ahorros y créditos en el banco emprendí un negocio, una cacharrería, la cual ha crecido. Aunque aún no he librado del todo, es mi meta.

A mi padre no le duró mucho su romance y ese gran amor lo dejó sin nada. En el 2014 embarazó a una joven de 14 años con la que convive y tienen una niña. Ese tema no lo tratamos porque a mí no me deja de afectar. Él cree que nosotros no lo queremos y usa esa excusa para distanciarse, pero en realidad nuestro deseo es pasar al menos un día en la vida juntos. Aún no le he dicho que el día 14 de debrero de 2019 a las 4:00 p.m., en una misa del señor de los milagros, decidí perdonarlo y perdonarme a mí misma.

Mi madre conoció a alguien con el que actualmente viven y ha sido un buen padrastro y nos apoya constantemente. Uno de mis hermanos, con 24 años aún tiene secuelas de la separación de mis padres. Mi otro hermano, el más pequeño, ahora tiene 14, convive conmigo y por poco reemplazó el rol de mi madre. De mi parte, gracias a los consejos de mi madre, amigos, el apoyo emocional y espiritual, logré alejar la ira, me volví sociable y me gusta ayudar a quienes viven esta situación de la separación de los padres, principalmente desde el sentir de los hijos. Soy secretaria de la junta de acción comunal del barrio el convenio de Curillo y tengo el mismo cargo en la asociación de personas con discapacidad del municipio, no porque tenga una limitación sino por apoyo.

Finalizo diciéndoles que de las decepciones amorosas, la única que me ha marcado es la de mi padre, el único hombre en mi vida que amo y que aunque me falló seguirá siendo parte de mí. Mi madre es el motor de mi vida y mis hermanos son esas alas que me han permitido superarme y superarnos en equipo. Les aseguro que no es fácil perdonar, y espero algún día que mi padre también me perdone.

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