Mi más grande crimen: haber votado por Juan Manuel Santos

Mi más grande crimen: haber votado por Juan Manuel Santos

"Creo que lo mío fue el producto de la suma de la ignorancia, inmadurez, falta de criterio, inmoralidad y sinvergüencería"

Por: Fabio Andrés Olarte Artunduaga
septiembre 25, 2015
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Mi más grande crimen: haber votado por Juan Manuel Santos

Veintitrés es el total de años que yo acumulaba hace poco más de 15 meses, fecha en la que consumé el más grande crimen que he cometido a lo largo de mi existencia: votar por la reelección de Juan Manuel Santos Calderón, en el cargo de presidente de la República de Colombia. Lo digo así, con sequedad y dureza, porque es como deben denunciarse las infracciones, más allá de que la falta haya sido el resultado de una acción propia.

Les comento que tenía esa edad porque, sinceramente, creo que lo mío fue el producto de la suma de la ignorancia, inmadurez, falta de criterio, inmoralidad y sinvergüencería propia de los jóvenes colombianos que, sin quererlo, hemos crecido en una sociedad completamente ignorante, hipócrita, miserable, embustera, aprovechadora y desgraciada. Lo sé, somos una generación horrenda. Probablemente, la más espantosa de toda la historia de Colombia. Y eso que nuestra tradición no es propiamente una muy pacífica. Llevamos un poco más de dos siglos matándonos a diestra y siniestra.

Voté por Santos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2014 porque, más allá de que en ese momento ya no vivía en Colombia –país que me echó hace años, tras negarme todo tipo de oportunidades-, sentía dos cosas: en principio, creía que votando ayudaba en algo a mi patria, aunque ahora sé que ayudo más sin apoyar a ninguno de los criminales que aparecen en el tarjetón; y, en segundo lugar, tenía pánico de que el discípulo de Álvaro Uribe VélezÓscar Iván Zuluaga- llegara a la magistratura más importante del Estado colombiano. Porque si hay algo a lo que le temo en la vida es al poder oscuro y ruin del uribismo. Pero yo no fui el único que, a través de un instrumento pervertido y desfigurado –el voto-, se creyó el cuentico de la paz que nos metió por los ojos y oídos el imbécil que cree que la misma se consigue firmando papeles en una isla manejada por una dictadura. 7.839.341 colombianos más, también lo hicieron. O sea que, en definitiva, debemos también ser juzgados por concierto para delinquir. No solo por el delito de cohecho.

Elegí a Santos en medio de un acto profundamente inmoral, pues, francamente, es una antítesis de la moral escoger al malo para que no llegue al poder el peor. Cada vez que recuerdo el momento en el que, en el sótano del Consulado de Colombia en Buenos Aires, marqué con una x el nombre del actual presidente de mi país, siento nauseas. Y no solamente eso. En ocasiones incluso lloro. Porque sé bien que con ese voto me he llenado la conciencia de muerte, sangre, dolor, injusticia e impunidad. Mi voto hizo que él, por ejemplo, siguiera en el poder y nombrara como ministra de educación a una leguleya que está llevando a la ruina a millones de colombianos, especialmente a los más chicos. Mi voto por Santos hizo que más compatriotas tuvieran que irse de Colombia, porque allá es imposible vivir dignamente para muchos. Mi voto por el exministro de defensa de Uribe hizo que cientos de soldados, guerrilleros, policías y civiles murieran creyendo que Colombia tenía futuro. Mi voto llenó de sangre, dolor, lágrimas y rabia a un sinnúmero de familias colombianas. Conclusión: soy un verdadero criminal.

No pido perdón a las futuras generaciones de Colombia porque soy un descarado y cobarde que lo único que piensa hacer es renunciar a la nacionalidad colombiana, como si con eso fuera a dejar de sufrir por ese país en el que nací justamente un año antes de que se firmara una Constitución Política perversa. No niego que me lástima pensar cómo van a vivir mis sobrinos en un país al que yo, impúdicamente, ayudé a convertir en una nación un poco más asesina. Mi estúpido voto aportó para que Santos y los delincuentes de las FARC estrecharan sus manos, sellando con una sonrisa frente a las cámaras de los fotógrafos un tratado que invita a los colombianos a matar, secuestrar, violar, traficar armas y drogas, extorsionar, robar, etc. Teniendo la esperanza de que, en un futuro, quien haga todo este tipo de cosas, será perdonado y, como premio, se convertirá en uno más de los miles de hampones que viven de la teta pública que parece inagotable del país al que yo mismo, con mi sufragio, acabé.

 

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