Mi maestro el pulpo (2020). La diferencia entre hacer parte de un lugar y ser visitante

Mi maestro el pulpo (2020). La diferencia entre hacer parte de un lugar y ser visitante

La obra confirma la hipótesis: en arte, primero viene la emoción, luego la coherencia. Desde la primera toma, el espectador se ve en comunión con la Naturaleza

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
julio 11, 2023
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Mi maestro el pulpo (2020). La diferencia entre hacer parte de un lugar y ser visitante

Claro que creo en los sueños. Soñar es esencial, puede ser la única cosa real que exista.
J. L. BORGES

El secreto del cambio es enfocar toda nuestra energía no en luchar con lo antiguo, sino en construir lo nuevo.
SÓCRATES

No cedas; no bajes el tono, no trates de hacerlo lógico, no edites tu alma de acuerdo con la moda. Mejor, sigue sin piedad tus obsesiones más intensas.
F. KAFKA

En el ciclo El Documental: Padre del Cine, el turno es para My Octopus Teacher (2020) o Mi maestro el pulpo, de Pippa Ehrlich y James Reed, con la actuación/narración y producción del también cineasta Craig Foster, desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, por vía del Cine-Club Al Filo del Tiempo. Obra que confirma la hipótesis: en términos de arte, primero viene la emoción y luego la coherencia. Desde las primeras tomas, con el dron sobre el mar, ya el espectador se ve inmerso en aguas de comunión con la Naturaleza (así no rinda los réditos metálicos que reclama la crítica procapitalista), en su cantera líquida de sentimientos favorables. E incluso adversos: los que indican que una crisis es crecimiento pues esa es la situación de Craig en relación con su hijo Tom (su esposa pasa discreta) y la que poco a poco descubre con el pulpo, hembra en este caso. El encuentro liberador se da en el bosque de algas kelp, donde aprende la diferencia entre ser parte de un lugar y ser visitante.

Allí, Craig insiste en la idea de relajación: donde inicia el fin de la depresión que lo afecta. Depresión que con humor podría definirse como el coctel entre autocompasión y pereza. Aunque, en justicia, él es todo lo que pueda pensarse menos perezoso; por lo contrario, es un hombre de acción y, más allá, dialéctico, en su trato con los animales y el bosque, alguien que madruga cada día, durante casi un año, para visitar al pulpo, establecer una amistad y luego una relación de afecto que lo llevará de vuelta con su hijo Tom. Cuando Foster dice que los pulpos son como extraterrestres, no habla de otra cosa sino de la diferencia, de la resistencia humana a aceptar al Otro por no ser igual, por no poder serlo. Eso lo confirma el hecho de que cuando el humano se acerca a ellos, a los pulpos, se da cuenta de que son parecidos en muchos sentidos: el prejuicio es el que marca la diferencia. Un mundo distinto por completo, en todo caso extraordinario donde, eso sí, hay un límite que no se puede cruzar.

Ya empieza la lucha entre el pulpo y su principal depredador, el tiburón. Todo arranca mucho tiempo atrás, en Cabo Occidental, S. Á. El sitio en el que Craig narra es Bahía Falsa o Cabo de las Tormentas. Su infancia transcurrió en la zona rocosa, entre mareas y el bosque de algas kelp. Su familia tenía un bungalow sobre la máxima marca de agua. En época de tormentas, el mar llenaba las bases de la casa. Así, experimentó la fuerza del Atlántico. Pasó su infancia en los estanques de rocas, buceando en el bosque. Ya adulto, se alejó de lo que más gozó en la niñez. Al inicio no le importó: hasta que fue al Kalahari, 20 años atrás. Hacía el filme The Great Dance con su hermano y conoció unos rastreadores de animales: verlos explorar las marcas sutiles de la naturaleza, cosas que sus ojos no podían ver, seguirlos durante horas con animales escondidos en el paisaje, le cambió la vida. Eran parte del mundo natural, del que sentía que estaba por fuera, excluido: tenía un profundo deseo de estar dentro de ese mundo.

18 años después. Craig pasó dos años en un infierno absoluto. Había trabajado mucho tiempo y estaba agotado. Llevaba meses sin dormir bien. Su familia sufría. Aparece su esposa india Swati Thiyagarajan, de espaldas a la cámara. La presión lo enfermaba y no podía con todo en su cabeza. Se resistía a ver una cámara o una sala de edición. Su objetivo de vida estaba hecho pedazos y con su hijo Tom creciendo. Así, requería un cambio radical. Entonces, regresó a su infancia y a los rastreadores del pueblo San del Kalahari. El único espacio adecuado era el Océano Atlántico. Craig alude a las dificultades del clima: un lugar salvaje y aterrador para nadar; el agua baja hasta 9° C.; el frío quita el aliento. Sólo queda relajarse. Pasados diez o 15 minutos todo parece estar bien. Cree que el frío le hace bien al cerebro (claro, porque un cerebro caliente se altera): en cada inmersión, segrega muchos químicos. Una vez adaptado el cuerpo todo se vuelve más fácil: pasado un año, se anhela el clima frío.

El entorno es un bosque tridimensional en el que se puede saltar o ir adonde se desee. Estar dentro del agua es como volar, estar en otro planeta. Naturalmente, en el agua hay mayor relax, se aguanta la respiración más tiempo: así, Craig prefiere no llevar tanque de oxígeno en el bosque de algas: quiere parecerse cada vez más a un anfibio. Por instinto, no usa un traje sintético de neopreno. Quizás porque acercarse a un bosque tal, implica que no haya barreras y esa decisión ayuda mucho. De repente, Craig notó que tenía energía para tomar fotos y filmar/grabar de nuevo. Es decir, retomó lo que ama y sabe hacer. Lo que lo ha hecho soñar, tal vez la única actividad real que existe, toda su vida. Son tan exóticos y extraños los animales, cree Craig, que ni la más loca ciencia ficción humana se le acerca. Todo comenzó el día que halló un área especial protegida con un gran bosque de algas que en sí amortigua el oleaje. Al lado de la zona turbulenta hay 200 mts en donde puede bucearse a satisfacción.

Y, también, observar. Una forma extraña le llamó la atención: la misma figura del inicio, y del final, en la que se ve forcejear a un tiburón con frenesí. El pulpo, hembra, va recubierto de una docena de objetos raros. Hasta los peces se confundían… y de repente sale disparado. No sabía que había presenciado un hecho extraordinario: el fin de un drama. Pensó que le tenía miedo: tomó un jabonoso pedazo de alga que apenas podría sostener con las manos, se envolvió en esa capa y miró a Craig desde un agujero; luego esa criatura inusual desapareció. Ahí supo no sólo que aprendería algo, sino el cambio personal que suscitó. Pensó, verla todos los días en adelante. Aquí el documental hace lo mismo y escoge diez días, del primero al 324, de modo aleatorio, para mostrar la experiencia, para nada edulcorada ni auto conmiserativa, (1) basada en respeto, tolerancia y ocio productivo, de Craig con un molusco, un invertebrado, con mayor inteligencia que él, según lo reconocerá al final del duro viaje…

Día 1. Al principio, su presencia alteraba al pulpo. A la postre, se trata de su hábitat natural y de que el humano no cruce un límite. Así que dejó la cámara y grabó sus movimientos. El pulpo/hembra veía algo nuevo y brillante en el bosque. Se acercaba con un escudo y lo alzaba si se sentía atacada. Tocaba la cámara, la sentía, la probaba. A veces, no podía dejarla mucho tiempo porque la volteaba. Para conocer mejor su entorno, Craig fue todos los días. Al inicio todo parecía igual. Pero, con el tiempo, notó los distintos tipos de bosque: 1. Bosque virgen. 2. Bosque lleno de variadas algas que crecen en el fondo. 3. Bosque brumoso por oscuro. Al registrar el entorno de su guarida, lo impactó ver pequeñas cuevas cerca de ella, llenas de tiburones piyama. Su mayor enemigo o principal depredador. No son depredadores visuales, sino olfativos. Huelen todo, salvo cuando les ponen ciertas trampas. Craig pensó que algo estaba por pasar. Si los taoístas creen que lo blando vence a lo duro, aquí se voltea el cuento.

Día 26. En efecto, siempre se dice, por los taoístas, que lo blando vence a lo duro: pero, viendo las rocas a orillas del mar se podría decir que lo duro termina por apropiarse de lo blando, lo que también vale como metáfora socio/política, ¿verdad? Si no, ¿cómo lleva tantos años Varito por ahí horadando el país? Y eso que no es, preciso, la gota que horada la roca. Al fin y al cabo, la arena es mezcla de piezas diminutas de distintos minerales y rocas. Los mismos minerales de los que esas piezas están rotas, como granito y feldespato. Después de tanta visita, desinteresada, era lógico que el temor del pulpo/hembra cayera de modo rotundo. Veía movimiento y se asustaba, hasta que reconocía a Craig. Eso, en otras palabras, habla de la memoria del pulpo. Sentía mucha curiosidad, como cualquier humano atraído por alguien o algo. Se interesaba, con ahínco, pero no se exponía de manera inútil. Mantenía los otros brazos dentro de la guarida, usando algunas de las dos mil ventosas. Hasta que un día sucedió.

Craig extendió su mano y, según relata, algo pasó cuando el animal hizo contacto. Pero, Craig debía respirar y salió a la superficie: de algún modo, sintió que había roto el encanto. Soltó sus ventosas, con suma delicadeza, para poder subir y respirar. Lo más poderoso fue cuando salió de la guarida, porque supo que confiaba en él. Fue confianza total en ese humano, así que ‘saldré y estaré tranquila’, dice por el pulpo/hembra. Craig empezó a ver cosas detrás de la apariencia: pueden verse ‘picudos o suaves’, formar cuernos en su cabeza, imitar colores, texturas, patrones, pieles. En otras palabras, pueden ser camaleones, pero no para estafar sino por precaución: los peligros son muchos e inminentes. La mayoría de veces, el pulpo se arrastra o nada; otras, se arrastra en dos patas, cual persona, y camina y da zancadas como un gigante del mar. Pone su cuerpo en modo roca, para evitar una eventual agresión. Luego, dos de sus brazos se mueven con lentitud y así la roca se aleja dejando atrás toda amenaza…

Más tarde, deviene ‘una anciana extraordinaria’, que tambalea y fluye con su vestido. Tal vez intenta imitar a algunas algas que se mueven con el oleaje y a la vez se aleja sin prisa: así es como funciona, con una pasmosa creatividad para engañar. Un pulpo es, básicamente, un caracol que perdió su caparazón en la evolución. Un animal muy frágil, líquido y blando que tiene por fortuna una tremenda inteligencia. No tienen padre ni madre que les enseñen nada. Es decir, son autodidactas porque están solos o están solos porque se hacen autodidactas. El autodidacta no está para el borreguismo, porque no le interesa ser convencido por nadie ni mucho menos convencer a alguien: como el anarquista. Una escuela de aprendizaje para los humanos, la del pulpo autodidacta/anarquista. Hay todo tipo de depredadores al acecho, así que por millones de años debieron inventar métodos sofisticados para timarlos; tienen que aprender rápido ya que como se ve sólo viven poco más de un año.

Día 52. Para bucear solo, Craig sabe que todo su equipo debe ser perfecto. Así, al alistar su cámara está preparado para cualquier cosa. No debe perder tiempo, debe ser muy instintivo, pero entonces cometía muchos errores. Un día el pulpo lo siguió y que eso pase es insólito. Aquí, bien mirado, está siendo un intelectual en sentido estricto porque activa su espíritu crítico, ejerce la creatividad autocrítica al analizar lo que hace para inventar mejores formas de hacerlo; y, así, ante un eventual fracaso, en la próxima vez ‘fracasar mejor’, como dice Auster en su obra sobre Crane. Craig retrocede y el pulpo avanza sin miedo hacia él. Era curiosa y sentía confianza. Luego, y viene el error, se cayó uno de sus lentes y al caer de sorpresa se asustó. Giró y se alejó de prisa con mucho miedo. Se quería matar, porque había sido una interacción ideal. Y la arruinó, no sabía si para siempre o si volvería a confiar en él y luego se acercó demasiado pronto. Salió de su guarida y se asustó mucho: no regresó a ella.

El pulpo se había ido. A partir de su experiencia con los rastreadores San, pensó si podría rastrearse algo bajo el agua. Hace millones de años el pulpo aprende a que no sea encontrado. Tuvo que aprender cómo eran las huellas de pulpo. Eran muy difíciles de distinguir. ¿Cuál diferencia hay entre las de pulpo, erizo, peces, gusanos, depredadores y cascarones? Necesitaba aprender todo, empezar a pensar como un pulpo, ser como un detective. Sin prisa reunió todas las pistas, en un cartón grande anotó sus hallazgos. Y avanzó: los animales que el pulpo mata, presas, marcas, excavaciones en la arena, cambios en los patrones de algas por donde pasó. Hasta que supo que el pulpo estaba muy cerca. Se concentró en dicho espacio y la encontró. Parecía un amigo humano, saludando. Craig sintió de nuevo que el pulpo confiaba y hacia él se dirigió. Craig retrocedió, quiso quedarse quieto y se aferró a una roca. Se acercó hasta que cubrió su mano. Se impulsó hacia la superficie pensando que la soltaría.

Pero, no lo hizo y subió a la superficie sobre su mano. Craig mira a los ojos al pulpo. No creía que estuviera sacando algo de la relación: quizás, porque el interés en una relación sólo se da entre humanos. El que las usa las imagina, dicen los viejos. ¿Por qué un animal silvestre sacaría algo de las visitas de una criatura humana? Craig cree que era muy estimulante para ‘esa gran inteligencia’. Sin advertir peligro, optó/decidió interactuar con el humano. Quizás le provoca una extraña alegría. Lo cual confirma que los animales sienten, como todo gato, perro, mico, hámster, loro, pájaro. Conexiones y experiencias que hacen al humano alucinar. Los límites entre ella y él parecían disolverse, no podía dejar de pensar en ella, se volvió una obsesión. La quería visitar todos los días, ansiaba volver al agua. ‘¿Qué pasa por su mente? ¿Qué piensa? Si sueña, ¿con qué sueña?’ Nunca había experimentado tanta curiosidad. Era productivo volver a casa e investigar, hallar textos científicos. Se trata del pulpo común… (2)

Su nombre científico: Octopus Vulgaris. Dos tercios de su proceso cognitivo sucede por fuera de su cerebro, en sus brazos, todo su ser siente, piensa, explora, como el ser humano. Tiene, se reitera, 2.000 ventosas y las usa de forma independiente. ¿Cómo lo hace? Imagina tener 2.000 dedos. ¿Cómo lo sabe el humano? Cuando piensa como pulpo, según lo hizo Craig. Y aquí ratifica que su inteligencia se puede comparar con la de un gato o un perro o incluso con uno de los primates inferiores, antes del hombre de Neandertal o del homo sapiens, claro, a quien según él mismo ya supera. Los moluscos no deberían ser tan inteligentes, dice Craig, pero lo son. Cuando buscaba algo extraño en los artículos científicos acerca del pulpo no encontraba nada. ‘Si vas a un lugar poco estudiado, casi cada semana descubrirás algo nuevo para la ciencia’. De acuerdo con la bibliografía, el pulpo es antes que nada una especie nocturna, que de día se oculta. Es azul por nervioso, pálido por tener miedo, rojo por disgusto.

Día 104. Pero, ¿la hembra era más activa de noche? La oscuridad asustaba a Craig. Oía a las ballenas jorobadas. Estaba en alerta máxima y no permanecía en su guarida; él se rendía y volvía a la costa. Algo lo hizo desviarse a la izquierda y ahí estaba, en aguas poco profundas, a las que son esquivos los tiburones. Movía su brazo muy rápido. Craig la vio atrapar a tres peces; nunca la vio pescar en el día. El bosque de algas kelp más denso es muy peligroso de noche, así que el pulpo va a aguas poco profundas, donde los tiburones no llegan y se aprovecha de la comida disponible. Para desplazarse se ayuda con sus ocho brazos, de ahí cefalópodo octópodo, aunque también nada y para ello usa el sistema de propulsión a chorro. Para defenderse secreta una tinta, con la que confunde a su potencial agresor. Vive entre un año y 18 meses; para aparearse el macho introduce el esperma en una cavidad del manto de la hembra, que pone entre 10 mil y 50 mil huevos, pero no medio millón como dice el filme.

Día 125. El primer instinto de Craig fue intentar ahuyentar a los tiburones, pero notó que eso interferiría con el proceso del bosque de algas. Recordó no transgredir límites. Estaba fuera de la guarida, paseando cerca del borde del bosque. Craig vio un tiburón. Su cuerpo se inclinaba hacia adelante y rastreaba el olor. Pensó que estaría a salvo. Pero, fue directo hacia una grieta. Al minuto, uno de los tiburones atrapó uno de sus brazos y dio giros mortales. Vio el trozo de brazo en su boca, el pulpo se escondió en una grieta. Se movía con dificultad, despacio, estaba débil; sangraba y se olía en el agua; quiso ser solidario, pero no lo hizo por innecesario. No sabía qué le iba a pasar o si eso la vulneraría y acabaría con ella esa noche. No pudo evitar sentirse responsable y a la vez precario, como si le hubiera pasado a él: sufrió una suerte de amputación psicológica. Empezó a pensar en su propia muerte y su fragilidad. Le preocupaba su familia, su hijo Tom. Jamás había sido muy sentimental con los animales.

La experiencia lo cambió y acercó a su hijo. Así, de contera, entendió a Sócrates y lo que hoy también los taoístas saben: que el cambio es lo único que no cambia, que el secreto del cambio mismo radica no en invertir toda la energía en una inútil lucha con el pasado, sino en una fértil construcción de cosas nuevas que garanticen la validez del esfuerzo. De paso confirmó que toda crisis es crecimiento y transformación, si se está dispuesto a ello y ante todo si se es lo suficiente inteligente para atinar en la decisión. Craig mismo notó que estaba cambiando y que el pulpo, una hembra, le enseñaba a ser empático con otros. En especial, con criaturas silvestres. Le aterró entrar al agua al otro día temprano. Lo alivió ver que estaba viva. Estaba blanca, muy pálida, enferma. Le preocupaba cómo se alimentaría. Y recordó que, al interferir en la vida de los animales, se cruza un límite. Pero, lo que sentía por ella lo abrumaba. No cree haber ayudado; estaba atrás en la guarida, se movía poco. ¿Último día, no la vería más?

Día 134. El gran alivio llegó una semana después, al ver que se curó muy rápido. Luego, vio con asombro que un pequeño brazo, en realidad una miniatura, empezaba a crecerle. Le produjo una extraña tranquilidad el saber que podría superar semejante dificultad. Y a la vez sintió que en su vida superaba ciertas adversidades. Esto, se reitera, no es auto conmiseración ni narcisismo que busca interferir en la vida salvaje o, en particular, considerar al pulpo por debajo del hombre. Por eso, de forma nada extraña, Craig siente que su vida se refleja en la del pulpo y viceversa. E hizo que su relación con los humanos empezara a cambiar. En dicha etapa, a su hijo Tom le interesaba lo submarino. Y su padre le contaba las historias todos los días. La había visto, la conoció, lo llevó todos los días. A esta altura, la empatía ya era común y el brazo del pulpo/hembra era bastante funcional, incluso a medio crecer. Prodigios de la naturaleza sin duda: la recuperación de su extremidad fue un lentísimo proceso de tres meses.                              

Día 250. A medida que crecía el brazo, recuperó la confianza. Es casi de no creer que un pulpo sea capaz de soportar un ataque de tal calibre y recuperarse por completo. Día 271. Pasado un tiempo, retomó sus actividades normales. Craig comenzó un nuevo proceso, para conocer su mundo aún más y mejor. Era un día tranquilo, agradable y despejado. Se acercó por un rincón y vio un cangrejo, cuyo problema es ser presa de un animal líquido. La hembra de pulpo puede pasar por una pequeña grieta. El cangrejo la percibió y se escondió bajo una anémona venenosa: ésta, esperó igual. El cangrejo pudo pensar que todo estaba bien y cometió el error de salir debajo de la anémona. Comía desprolija, saltaban trozos y se esparcía el olor. Unas ofiuras (3) muy veloces se sintieron atraídas por ella. Pero, en la medida que fueron acercándose las fue apartando, sacando del lugar. Adoptó el mismo método de cazar cangrejos con langostas. 15 días después acorraló a Craig para meterse entre la langosta y él.

Lo usó como parte de una estrategia de caza. Y no comió como antes, sino que la cubrió con su manto y ya no podía escapar. Animal que desarrolla estrategias y resuelve rápido cómo cazar una presa difícil. Mucha de su inteligencia se basa en la variedad de presas por atrapar. Todo tipo de ellas. Los moluscos son fáciles de capturar, pero como tienen capas muy duras, recurre a un taladro que lleva en su cuerpo: lo tiene en la base de los brazos, con él perfora conchas y luego lanza veneno, como una serpiente, y ve cómo reaccionan los moluscos. Algunos de ellos sólo se abren si el taladro está, preciso, en el ápice de la concha, en el músculo abductor. Debe hacer cálculos geométricos, para saber dónde debe perforarla y así poder alimentarse: Eso es inteligencia de invertebrados de alto nivel, Craig dixit. Su habilidad para aprender y recordar detalles. Craig nota todo lo que aprendió del pulpo. Ansiaba todas las mañanas para entender cada marca, conducta, especie, lo que hacen y cómo interactúan…

Le preguntan a Craig por qué va al mismo lugar a diario y él responde que así es como puede ver las diferencias sutiles y se conoce la Naturaleza. Había miles de hilos que conectaban al pulpo con los demás animales, depredadores y presas y luego un bosque que alimentaba todo. Ahora sabe cómo la caracola está conectada con el erizo y el pulpo con la caracola. Mientras traza estas líneas, suceden muchas otras historias. Es como la mente del bosque de algas kelp. ‘Podía sentir a esa gran criatura. Era miles de veces más lúcida e inteligente que yo’, reitera el cineasta, productor y narrador Craig Foster: ‘Es como un cerebro submarino gigante que funciona desde hace millones de años’. Y mantiene todo en equilibrio. La lección que recibió del pulpo es a la vez un aprendizaje sobre la comunión humana con la Naturaleza, la fragilidad de la vida, la necesidad de vencer prejuicios: todo ello, al filo del tiempo, derivó en un nexo mejor y más profundo con su hijo Tom, a medida que entraba en la adolescencia.

Día 304. A estas alturas, todo parecía estar perfecto en el bosque. Pero, había olvidado a los depredadores. Un tiburón enorme le cayó de repente. Se quedó quieta e intentó esconderse. El tiburón rastreaba su olor, pensó en otra pesadilla, se levantó de súbito y se envolvió entre muchas hojas de algas kelp. Las algas estaban impregnadas del olor, así que el tiburón las mordía y rompía… y ella escapó por atrás. Se trepó a una roca fuera del agua y Craig no creía lo que veía. El lío era que el pulpo debía regresar. Del otro lado, el tiburón percibió su olor de nuevo y la persecución continuó. Luego, en un movimiento veloz, recogió cerca de cien conchas y piedras y cruzó los brazos sobre su cabeza. Entonces Craig advierte aquello tan loco que había visto ya, al inicio del documental, como para que nadie pueda pensar que va a ver un final feliz: máxime cuando hay depredadores de por medio. En este caso, un tiburón. En otros, muchos otros, élites, empresarios, filántropos detrás del poder usando a sus peones.

O a sus alfiles para dar un golpe allí o generar otra guerra más, allá, o cometer un genocidio, acullá, a fin de continuar el desangre de los pueblos. Como aquí el desangre de un menudo o un gran pulpo capaz de camuflarse entre la Naturaleza, sin que el disfraz le cause daño a nadie y más bien le ayude a sobrevivir, mientras llega el fin de su algo más que un año de vida. De repente el tiburón agarró a la hembra y Craig debía salir a respirar. Fue a la superficie deprisa y volvió a bajar. De algún modo logró llegar al lugar de menor peligro: el lomo del tiburón. Éste, intentaba quitársela de encima, mientras se alejaba. Duró unos segundos para darse cuenta de lo que pasaba, pero de inmediato notó que ella llevaba ventaja. Cuando el tiburón se acercó a las algas, ella se deslizó hasta soltarse, se quitó las conchas restantes y se alejó. Había engañado al tiburón, que volvió a pasar, pero no pudo hacer nada y se marchó. La velocidad a la que piensa y toma decisiones de vida o muerte es algo que sorprende mucho.

Craig estuvo presente durante el 80% de su vida. Cada momento es muy valioso, por breve. Hubo un día digno de recordar. Un cardumen de salemas, en aguas poco profundas, de repente salió a buscar la superficie. Al comienzo, Craig pensó que el pulpo los estaba cazando y luego pensó que cuando caza es estratégica y está concentrada: ese comportamiento no era de caza. Le llevó tiempo procesarlo, pero al cabo no pudo evitar pensar que jugaba con los peces. El juego se ve a menudo en animales sociales. Pero, éste era un animal antisocial jugando con peces. Lo que lo lleva a otro nivel. Luego, perdió el interés en los peces, se afanó y fue hacia Craig: fue la última vez que tuvieron contacto físico. Día 324. Craig mira hacia atrás y ve que es un día muy duro, muy turbulento. Había mucho sedimento. Bajó y estaba otro gran pulpo a su lado. No es frecuente ver a dos pulpos juntos. Notó su relajamiento y que comenzaban a aparear. A esa altura, conocía muy bien las etapas de la vida de un pulpo.

No salía de la guarida, no se alimentaba más, ni cazaba. Una gran parte de su cuerpo, situada en la parte trasera y en forma de W, se llama sifón y está destinada a los huevos; los oxigenaba y los cuidaba. Aunque moría, parecía calcular el tiempo exacto de la eclosión de los huevos. Fue un golpe bajo para Craig. Un invertebrado, un molusco, sacrificaba su propia vida por sus crías, algo que impone por sí solo. Todos los huevos, diminutos, eclosionaron y fueron hacia la columna de agua. Eran cientos de miles, dice Craig. Se arrastró fuera de la guarida, apenas con vida. Peces y carroñeros comían de ella. Fue desgarrador. Una parte de él sólo quería abrazarla y alejarlos. Pero, no lo hizo. Al día siguiente, un gran tiburón arrastró con los restos. Va a menudo a su guarida, flota y siente su presencia. La extraña y sus ojos se enrojecen al asomar el llanto: como si fuera una persona; porque así fuera un animal, lo reconectó son su humanidad y los humanos, en especial de quien estaba distanciado, su hijo.

Pero, por otro lado, para Craig fue un alivio. El desgaste diario de ir y venir, el rastrearla e intentar filmarla fue muy difícil. Dormía y soñaba con el animal. Pensaba como un pulpo. Aparte de eso, sentía un orgullo muy grande por ese pulpo que pasó por ingentes adversidades para llegar a ese lugar. Una de las cosas más emocionantes de la vida para él fue llevar a su hijo, caminar por la orilla y mostrarle las maravillas de la naturaleza, los detalles y su complejidad. La Naturaleza le dio mucho y ahora Craig devolvía algo. Tenía mucha energía para entregar. Ahora Tom es un pequeño biólogo marino, gran nadador y a medida que crece, parece gustarle mucho más. Craig ve cómo desarrolla un fuerte sentido de sí mismo, una gran confianza y, lo más importante, cuidado. Cree que pasar miles de horas en la Naturaleza le enseñan eso a un niño. Meses después de que murió, Tom encontró un pulpo pequeño, lo que no es nada usual. Entonces, tienen hasta medio millón de crías, lo que, ya se dijo, no es así…

Sólo unos pocos sobreviven, es un camino arduo. Su estrategia: ‘Vive rápido, muere joven’. Imaginaron que podría ser una de sus crías. Era del tamaño correcto. Craig lo disfrutó mucho. Pensó: ‘Aquí está’. Le hizo notar el valor de los lugares silvestres. Entrar al agua es liberador, toda cuita o problema se disuelven. Lentamente, comienza uno a preocuparse por todo animal, incluso el más diminuto; advierte que cada uno de ellos es muy importante, siente la fragilidad de sus vidas. Como son de hecho todas las del planeta. En conclusión, el vínculo de Craig con el bosque marino y sus criaturas se profundiza. Semana a semana, año a año. Aun con el tono bajo que habla, Craig no cede un ápice en su actitud, ni la hace lógica para los demás, ni edita su alma o su documental para gustos ajenos, como los habituales del nexo Academia/statu quo. Se enamoró de ella como de la Natura que simbolizaba y de cómo lo cambió. Le enseñó una gran diferencia: sentir que uno es parte de ese lugar, no un visitante…

Para ello, Craig practicó sus obsesiones más intensas; incluso corrió el riesgo, para cierta crítica, de haberse puesto por encima del pulpo, desplazándolo o restándole protagonismo. Reclamar que el pulpo sea el narrador de la historia es capar de entrada la interacción con el humano, en este caso Foster, el único que puede hablar y hacerlo por ambos, sin prurito alguno de lucimiento o, mucho menos, de narcisismo.

El único afán que en realidad tiene Craig es más temprano que tarde poder hacer un reconocimiento a la criatura que si en algo lo incomodó pudo a la vez aprender paciencia; que si por ella se sintió abandonado fue para hacerse más fuerte; que todo aquello que pudo alterarlo e incluso disgustarlo le trajo de vuelta la compasión: ponerse en el lugar del otro, padecer con él y seguir creciendo; que todo aquello que le llevó a sentir miedo, gracias a haber vencido los prejuicios, lo condujo a ser más libre al llenarse de coraje para enfrentar la adversidad: en la cima queda el reencuentro con su hijo.

A Santiago, hijo adorado, de quien aprendí la paciencia que por otros medios jamás hubiera alcanzado, y en recuerdo de Valentina, a quien le puse alas en los pies y ella, con generosidad, las puso en mis manos…

A Marthica, My Butterfly Teacher, esa flor que vuela por otros con la mayor humildad y el menor enfado. 

Enlaces:

(1) https://elcomercio.pe/luces/cine/mi-maestro-el-pulpo-nuestra-critica-al-documental-de-netflix-ganador-del-oscar-noticia/?ref=ecr

(2) https://espanol.yahoo.com/noticias/descubren-raro-pulpo-kil%C3%B3metros-debajo-125158380.html

(3) https://allyouneedisbiology.wordpress.com/2015/11/11/ofiuras/

FICHA TÉCNICA: Título original: My Octopus Teacher. En español: Mi maestro el pulpo. País: Sudáfrica. Año: 2020. Dir.: Pippa Ehrlich / James Reed. Gén.: Documental / Naturaleza / Animales. For.: 35 mm; color, 85 min. Prod.: Craig Foster. Prod. Ejec.: Ellen Windemith. Fot.: Roger Horrocks / Craig Foster: adicional. Mús.: Mathew Dennis / Tom Foster / Ronan Skillen. Int.: Craig Foster / Pulpo. Dist.: Netflix. Premios: Oscar a Mejor Documental (2021). Estreno: Australia, 7. Sept. 2020.

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, desde 2012; columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, UFES, 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión, EE, Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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