Por circunstancias de la vida, que yo relaciono con la intervención divina, dos personas me insistieron para asistir a un retiro espiritual dentro de la realidad católica Emaús. Yo estaba reacio, porque siempre he sido reacio a este tipo de grupos. Reflexioné y reflexioné y en últimas decidí asistir. Esta invitación coincidió con una pequeña crisis personal y consideré que esta experiencia sería un buen bálsamo para tratar de meditar y buscar la solución de ese pequeño escollo de mi vida.
Durante tres días estuve en el retiro. Allí viví verdaderas experiencias humanas y cristianas, que de verdad partieron en dos mi vida como cristiano-católico. Si, partieron en dos, porque a pesar de que durante 38 años he profesado la fe católica, nunca jamás, había vivido tanto mi experiencia y fe cristiana como lo tuve en ese retiro.
En ese, que más que un retiro fue un verdadero encuentro con Dios, con Jesucristo, con el Espíritu Santo y con nuestra madre la Virgen María, tuve la oportunidad de alivianar las cargas de mi alma. Tuve la oportunidad de sanar mi corazón, de liberar mis pecados y culpas, de reconciliarme con mis creencias y conmigo mismo.
Sentir la presencia de Dios en tu corazón es un sentimiento indescriptible, una sensación de alivio permanente, es un encuentro con el dueño de la vida y con el que define las circunstancias que determinan nuestro destino.
Hoy me considero un soldado de Dios. Satanás ha recibido una fuerte paliza por parte de mí y de 70 compañeros más, quienes compartieron conmigo esta experiencia. Compañeros que provienen de todo estrato y nivel social, con cargas mayores, iguales o menores que las mías, pero con un corazón arrepentido y humillado ante Dios; hombres que estuvieron dispuestos a perdonar y a perdonarse, a hincarse ante Jesucristo y que hoy día, sin lugar a dudas, son personas nuevas con almas renovadas.
Yo le doy gracias a la vida y a Dios por permitir vivir esta experiencia. Ante Jesucristo doblo rodillas y doy gracias porque toqué sus puertas y él me las abrió de par en par.
Invito a todos las personas, creyentes o no, católicos o no católicos, a que se brinden esta preciosa e extraordinaria oportunidad. Es un tiquete directo a un encuentro con Dios, quien los recibirá sin reparo, los escuchará, aliviará sus cargas emocionales y de seguro los guiará por el camino de ser unas personas mejores. Sin duda así será.
Porque es un hecho claro para mí, persona renovada, que: “Jesucristo ha resucitado. En verdad resucitó”.