Hace un año escribía un artículo describiendo el difícil panorama del Sistema de Transporte Masivo Metrolínea en Bucaramanga. El panorama no ha cambiado, y al igual que entonces, urge tomar medidas tanto para salvar las millonarias inversiones hechas con recursos públicos como mejorar el servicio y lograr convertirlo en un transporte eficiente, ágil y de buena cobertura.
Los males ya están sobre diagnosticados. La escasa flota de buses en comparación con las exigencias de cobertura y demanda de usuarios sigue siendo una de las principales razones para que los usuarios de Metrolínea hayan optado por buscar alternativas para movilizarse. Palabras más, palabra menos, quienes montamos en el transporte masivo sabemos que lo cotidiano son buses llenos y demoras en las frecuencias, lo que se traduce en un mal servicio. Bien lo reflejaba la encuesta Bucaramanga Cómo Vamos 2015 al señalar que sólo el 11% de los ciudadanos cree que con Metrolínea la movilidad ha mejorado. Y si a eso se le suman los desórdenes administrativos y los pleitos judiciales que podrían costar al menos 390 mil millones, es fácil entender las dificultades financieras que atraviesa el Sistema de transporte masivo del Área Metropolitana de Bucaramanga, casi al borde de la quiebra.
Sin embargo, ninguna autoridad ha hecho nada por mejorar el transporte masivo. Lo que sí hicieron, con la complicidad del Área Metropolitana de Bucaramanga, fue continuar descargando la crisis en los usuarios de Metrolínea, quienes en últimas han sido los que han sufrido el mal servicio y a quienes les aumentó desproporcionadamente el costo del pasaje. Un 13.5%, casi el doble que el aumento del salario mínimo y más del doble de la inflación. Igual que en 2015. Un abuso!
¿Y qué se debe hacer? Lo primero, prestar un servicio de calidad. Si se debe liquidar Metrolínea, renegociar con los operadores y reestructurar el funcionamiento del sistema, pues hay que discutirlo. Para aumentar los usuarios de Metrolínea no deben buscar la respuesta en el excesivo control al transporte ilegal, sino en aumentar la flota de buses, disminuir el tiempo de espera para los pasajeros, ampliar los puntos de recarga de las tarjetas, aumentar las rutas, realizar mantenimiento oportuno a la flota actual y tratar a los ciudadanos con toda la dignidad que se merecen al hacer uso del sistema de transporte masivo. Sólo así se logrará convencer al ciudadano para que se baje de la moto y del vehículo particular, y se monte en el transporte masivo.
Tremendo reto para el nuevo alcalde, Ingeniero Rodolfo Hernández, propicio para demostrar su compromiso con los ciudadanos, pues la peor corrupción es la que niega derechos claves para las mayorías como en este caso, el derecho a movilizarnos dignamente. Por ahora, el pasaje de Metrolínea lo convierte en el transporte más caro del país y en un verdadero abuso contra los usuarios.