El Metrocable de Medellín fue el primer sistema de cable en el mundo, utilizado para el transporte urbano con estaciones intermedias. El desarrollo de vivienda en las laderas del valle, desorganizado y densamente poblado, requería de una solución de transporte público diferente a la férrea del Metro. Además, debería ser económicamente asequible a la población de bajos recursos que habita estas zonas. Aunque la idea de un cable aéreo sonaba un poco descabellada, se hicieron los estudios de viabilidad, se licitó y se construyó. La primera línea, la K, fue inaugurada en julio de 2004, con apuestas entre los mismos operadores, sobre si la gente se arriesgaría a montarse. Hoy, es normal ver personas en silla de ruedas abordando a la cabina sin ayuda, y ascender en alguna de las líneas forma parte del circuito turístico de la ciudad. En los catorce años que lleva en operación, se han realizado 160 millones de viajes en las cuatro líneas del sistema metro que utilizan cable.
No eran muchas las empresas en el mundo expertas en tecnología de cable aéreo y estuvieran interesadas en dar el paso de cable turístico a cable de transporte urbano. Varias cosas eran importantes modificar para su nuevo uso: mantenimientos permanentes y no solo en las épocas de baja temporada turística; estaciones intermedias donde el sistema funcione sin detenerse; carga y descarga de pasajeros; y viviendas debajo de las pilonas que soportan el peso de las cabinas que le circulan por ambos lados.
La seleccionada fue la empresa Poma, también conocida como Pomagalski, una compañía francesa dedicada a la construcción de sistemas de transporte por cable para personas y materiales. Fundada por Jean Pomagalski en 1936, solo posee un gran competidor, la compañía Doppelmayr Gareventa Group basado en Austria y Suiza. Aunque la mayoría de sus sistemas de elevación o lifts son usados en áreas de esquí sobre nieve en Europa y Asia, a partir de su experiencia en Medellín, la empresa ha desarrollado una línea especial para el transporte urbano con cable aéreo. Poma ha sido y continúa encargada de la construcción de todas las líneas de cable.
Hoy, el Metrocable de Medellín ha sido modelo de solución de transporte urbano para varias ciudades, tanto en el país, Manizales y Bogotá, como en el extranjero: Río de Janeiro, Santiago de Chile, La Paz y Ciudad de México. Aunque es necesario anotar, que la clave del éxito en Medellín, es su integración intermodal con el sistema: Bus-Cable-Metro-Tranvía que ofrece ciudad, donde con un solo tiquete, el pasajero hace uso de los diferentes modos de transporte, mediante estaciones de conexión.
El Metrocable posee tres líneas de servicio comercial, J, K y L, que juntas suman una extensión de 9,37 kilómetros. En las cabinas utilizadas para mover 3.000 pasajeros por hora sentido, caben 8 personas sentadas y dos de pie. La Línea K, la primera construida, atraviesa la zona nororiental, recorriendo en cuatro estaciones las Comunas 1 Popular, 2 Santa Cruz y 5 Castilla; mueve 50.000 pasajeros por día. La Línea J, inaugurada en marzo de 2008, atraviesa la zona centro occidental, con cuatro estaciones que pasan por las Comunas 7 San Javier y 13 Robledo. El Cable Arví, o línea L, es un corredor que conecta la última estación de la Línea K, Santo Domingo (en la Comuna 1) con el Parque Ecoturístico Arví. Es la primera línea turística del metro, e inició operaciones en febrero de 2010.
En la actualidad, se encuentra en construcción la Línea M, de tres estaciones, que conectará la estación del tranvía Miraflores, con el barrio Trece de Diciembre. En febrero el Metrocable Picacho dejó de ser un proyecto para convertirse en una realidad y el objetivo es inaugurarlo en 2019. Serán 2,7 kilometros con cuatro estaciones, partiendo en la nueva en Acevedo (estación que también conecta con el cable de la zona nororiental y el de Arví), y finalizando en el sector de El Progreso. La obra física y los equipos electromecánicos para esta última línea tienen un valor estimado de $221 mil millones.
Las ventajas de los sistemas de cable aéreo son varias: tecnología limpia y reducción de contaminación en la ciudad, las cabinas se mueven por energía eléctrica (igual que todo el sistema Metro); adaptabilidad a la topografía particular del valle rodeado de laderas; menores costos de operación, la iluminación y el teléfono de emergencia dentro de las cabinas se carga con luz solar; en las mañanas cuando la mayor parte del tráfico es de la ladera hacia el valle, se consume un 50% menos de energía que en la tarde cuando el público regresa hacia sus casas; mejoramiento en la calidad de vida, los viajes no solo son más cómodos sino que logran ahorros en la mayoría de casos de un 70 %, trayectos que antes debían acomodarse a las pocas vías y rutas de buses, hoy se pueden hacer más directamente; las zonas que rodean las pilonas son aprovechadas en obras de urbanismo e infraestructura comunitaria, además de permitir operaciones de mantenimiento; el sistema hace presencia institucional en zonas donde anteriormente era escaso; disminución de inversiones en construcción y mantenimiento de vías; seguridad, la posibilidad de sufrir un accidente mortal en un sistema de cable es 200 veces menor que en un vehículo terrestre.
A Medellín le ha tocado innovar y desarrollar conocimiento propio durante los 14 años de existencia del Metrocable. Y lo ha hecho en lo técnico y social. En lo tecnológico, aunque la mayoría de equipos vienen del exterior, la empresa privada en asociación con las universidades locales desarrolla casi el 40 % de los elementos requeridos para la operación. En lo social, la Alcaldía ha sabido aprovechar una solución de transporte como mecanismo de inclusión social.