Hay algo frío en los ojos de Messi, hay algo que no es natural en su manera de hablar, como si estuviera programado, como si detrás de él se escondiera el proyecto de un científico loco por crear el futbolista perfecto. Han existido en la historia de la humanidad autómatas célebres como el famoso Turco, el ajedrecista de madera que derrotó durante cien años a los mas brillantes jugadores de su época (Incluido a Napoleón). Al final se descubrió que no era una máquina sino que dentro de él se escondía alguien que movía las fichas mediante un complejo juego de espejos e imánes. Lionel en cambio es un robot de verdad, es el triunfo de los autómatas.
A diferencia de los replicantes de Blade Runner Messi no tiene grandes preguntas existenciales. Fue criado en la masía como un verdadero Forrest Gump, lo ponían en la cancha y le decían corre, dribla y el lo la hacía sin entender muy bien su talento. Es sabido que Messi no le gusta mucho el fútbol, que lo juega porque es lo único que sabe hacer. Es un mal del jugador moderno, están sobre la cancha porque están diseñados para eso. Cada vez quedará menos margen para la poesía dentro del fútbol y la poesía no es solo un dribling o un túnel sino la lucha feroz que entabla un niño contra la adversidad por el sueño de emular a sus ídolos. Vean el caso de Pelé, Garrincha, Maradona o Zidane, gente que vino de abajo y que se llenó de sacrificios para que los vieran para demostrar que podían ser mejor que lo que su destino les había marcado.
Ni hablar de los malditos como Ronaldo de Souza Farias, Romario, Best, Ronaldinho, Adriano, Asprilla, jugadores llenos de genialidad pero con el terrible drama de ser humanos, de vivir rodeados de tentaciones y de caer en picada en ellas. Vidas llenas de drama, de dolor y de una profunda alegría. Tuvieron el pecado de ser humanos, demasiado humanos.
Messi es ídolo en el Barcelona, ¿Cómo no? Lo ha ganado todo y se ha dado el lujo de marcar cuatro goles en un solo partido, pero en Argentina no pasa lo mismo, por que el robot está diseñado solo para jugar de esa forma con el barza. Es algo más complejo de que no rinda en su selección sólo porque no está a su lado Suarez, Neymar e Iniesta si no porque el fue programado para responder al quinto toque, aunque no lo crean Messi no improvisa tanto como parece, desde el banco Luis Enrique lo maneja todo con su control de Play Station. Además en Argentina ya tuvieron a un tipo que era como ellos, que comía como ellos, que bebía como ellos, que falopiaba como ellos. Que desde la más humilde cuna se erigió Dios. Es un error muy grande compararlo con Maradona, siempre procaz, siempre viviendo al límite siempre con una deliciosa frase en sus labios. La personalidad de guerrero que irradiaba en la cancha se la forjó en esa lucha constante que tuvo contra la vida misma. Así nacen los campeones. Lamentablemente la tecnocracia pronto extirpará de raíz ese defecto que tiene el fútbol; el de que sea jugado por humanos.
Sobre el pecho del robot una firma de zapatos estampillará su nombre a cambio de varios cientos de millones de dólares. El pobre androide no responde a estímulos, para el es lo mismo vivir debajo de un puente que en una suntuosa mansión en Marbella. El será guardado en su caja el domingo, poco después del partido y será vuelto a sacar el martes para que con sumo cuidado haga la práctica. Es una experimento que cuesta 200 millones de dólares, un producto de avanzada diseñado para colmar las expectativas de un público que quiere mas eficacia y menos margen de error, que desea ganar a cualquier costo y que por favor, su estrella predilecta no tenga una vida, que nunca se tome un trago ni se tire a una muchacha. Una máquina perfecta que sea todo lo que ellos nunca podrán ser.
Ahora, después de perder su cuarta final con Argentina, renuncia desconsolado y su cabecita y su corazón le suplican que vuelva a Europa y que nunca salga de allí. En Europa es el mejor del mundo, el implacable, el crack.