El partido del 23 de abril entre el Real Madrid contra el Barcelona quedará en la historia como uno de los grandes clásicos de todos los tiempos. Todo gracias a la magia del mejor jugador de fútbol que haya existido jamás: Lionel Messi. La Pulga demostró, en casa de sus archienemigos, que cuando él se decide a jugar bien, no tiene rival, y que los demás jugadores solo pueden mirar; el mundo, aplaudir; y Cristiano Ronaldo, protestar.
La demostración futbolística de Messi el domingo en el Bernabéu fue épica, digna de héroes únicos, como él. Marcelo le rompió la boca de un artero codazo después de haber sido humillado por una de sus fintas; Casemiro lo molió a patadas y pisotones; y Sergio Ramos, una guadaña con forma humana, quiso partirle las piernas con una plancha criminal de lesa humanidad. Sin embargo, Messi no se amilanó, al contrario, la sangre que manaba de su boca fue el detonante para que jugase mejor que nunca. Esa es otra cuestión que vale la pena analizar para corroborar qué hace diferente a Messi de otros grandes históricos, como Pelé y Maradona.
Si a Maradona en un partido de tanta trascendencia le hubieran partido la boca de un codazo, lo habrían sacado del encuentro. El Pelusa se habría agarrado a trompada limpia con el Marcelo de turno y repartido “piñas” a diestra y siniestra, tal como sucedió en el encuentro entre Argentina contra Brasil en el mundial de 1982, cuando se hizo expulsar por darle una patada en las partes nobles a Falcao. Si el agredido hubiese sido Pelé, inmediatamente habría pedido el cambio, para proteger su integridad, tal cual sucedió en el mundial de Inglaterra 66, torneo en el que O Rey no aguantó el rigor de la marca.
Messi es único. Genial. Valiente. Él nació para jugar al fútbol y ganar, no para pelear o ser un bocón, como el Diego, ni un chilletas y mito urbano, como Pelé (la gran mentira del fútbol mundial), al que le dio culillo irse para Europa porque sabía que allá las marcas iban a ser implacables.
Contra el Real Madrid, el club más laureado de la historia, Messi convirtió su gol 500. Toda una proeza. En eso la Pulga también es superior a Pelé y a Maradona. El brasileño se ufana de haber marcado más de mil goles, pero eso no es más que una falacia, pues oficialmente O Rey tiene, según la Federación de Historia y Estadística, 638 goles oficiales (los de recocha no cuentan), marcados, en su mayoría, en torneos intercolegiados disputados contra equipitos de segunda y tercera categoría de Brasil. No es lo mismo convertirle golazos al Milán, Bayer Múnich, Manchester United, Juventus, que al XV de Piracicaba, y Maradona marcó, según el portal Sports.es, de España, 352 tantos.
Y en cuanto a títulos, Messi ostenta ya 30, 28 de ellos –con el Barcelona– ganados en franca lid contra equipos de primer nivel de Europa. En cambio Pelé obtuvo 31 títulos con el Santos, en su gran mayoría jugando contra equipitos regionales de Brasil. Tan sólo ganó dos Copas Libertadores: ¿dos copitas en 20 años de carrera? ¿Por qué el “Rey del fútbol” no dominó con el Santos el fútbol suramericano? Claro, también ganó dos mundiales, no tres, pues en el del 62 sólo jugó un partido porque cayó lesionado; pero en el mundial de 1958 sólo jugó tres partidos –sí, sólo tres-, y no fue la figura, la estrella de ese torneo fue el francés Just Fontaine, que marcó 13 goles, récord absoluto para las copas el mundo en una sola edición; y en el mundial del 70 jugó bien, pero no como Maradona en México 86. Maradona, en toda su carrera, ganó 10 títulos. Repito: 10.
No nos llamemos a engaños, Pelé y Maradona jugaron bien en los mundiales, pero cuando se habla del fútbol en general, de escoger al mejor jugador de la historia de este deporte, todos los caminos conducen a Messi, el Inmortal.