En Colombia estamos exagerando demasiado. Petro y sus alfiles exageran cuando llenan las redes de declaraciones rubicundas volviendo un golpe de Estado la determinación de abrir una investigación por haber sobrepasado los topes en la campaña electoral. El solo hecho de que el mismo presidente en su alocución presente elementos para defenderse ante el Consejo Nacional Electoral y pretenda demostrar su inocencia, constituye la evidencia que se está actuando dentro de unas normas establecidas y respetando el derecho a la defensa. Convocar a quienes lo eligieron para que salgan a la calle a rechazar el juicio que se está abriendo, no solo es una exageración peligrosísima para la tranquilidad pública que como gobernantes están obligados a conservar, sino que termina por romper el equilibrio básico de nuestra democracia que es el respeto entre los poderes establecidos constitucionalmente.
El presidente no puede salir a pregonar que el hecho de ser presidente le da inmunidad frente a la Constitución y las leyes
Exageran también los opositores al gobernante cuando pregonan en lenguaje altisonante que la equivocación cometida al gastarse más plata de la permitida para llegar a la presidencia, convierte al presidente y al gerente de su campaña en delincuentes. Mermémosle a la exageración. El presidente no puede salir a pregonar que el hecho de ser presidente le da inmunidad frente a la Constitución y las leyes. El Consejo de Estado se lo dijo. En Colombia no rigen las normas gringas a ese respecto. Y si el presidente desconoce la Carta Magna y convoca a quienes votaron por él para que se la salten, sus jueces, el Congreso de la República, pueden considerar que el mandatario está entrando en rebelión flagrante contra la Constitución y llevarlo, ahí sí, a juicio político.
No exageremos a esos extremos. Permitamos y apoyemos que el presidente se defienda con la ley en la mano ante quienes lo cuestionan administrativamente y legalmente. Nada ganamos exagerando la persecución o promoviendo la rebelión.