La ‘mermelada’ es el gracioso aforismo con que el exministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri, bautizó el reparto de recursos del gobierno central a las regiones, bajo las indicaciones de los representantes y de los senadores. Echeverri, sin aclarar que somos los contribuyentes quienes aportamos estos recursos, lo que pretendía explicar es que la confitura sería untada a través de toda la tostada.
En reciente artículo (El Tiempo, sept. 21/14), el exministro de Hacienda Guillermo Perry hace una serie de juiciosas observaciones en torno a la ‘mermelada’: “Nada hace más impopulares los impuestos que la percepción generalizada de que el gasto público se distribuye de acuerdo con los intereses de los políticos y no con los de los ciudadanos. Y que, por eso mismo, es muy ineficiente y hay mucha corrupción. Esa percepción se ha acentuado con el aparente cinismo con el que Santos defiende la ‘mermelada’. Los congresistas llevan recursos del presupuesto nacional (‘mermelada’) solo a los municipios que dominan electoralmente. El alcalde puede hacer más gasto con esos recursos, sin aumentar el recaudo de impuestos locales. Pero tiene que invertirlos según los deseos del congresista y se convierte en su rehén: su carrera política depende de este y no de cumplirles a los electores locales. Aun si no hay corrupción (y con frecuencia la hay, pues al alcalde le toca usar a los contratistas que indique el congresista), la ‘inversión social’ de la ‘mermelada’ no se rige por las prioridades de los ciudadanos”.
Agrega el exministro Perry: “En resumen, la ‘mermelada’ pervierte la descentralización. Convierte a alcaldes elegidos en simples mandaderos de los congresistas y no se invierte según las prioridades locales. Si Santos quiere que los ciudadanos (y no solo los congresistas) aprueben su reforma tributaria, tiene que dejar de distribuir tanta ‘mermelada’ y de defenderla tanto. De lo contrario, solo aceptarán nuevos impuestos que tengan destinación específica a servicios que todos valoren”.
La intención de este artículo es hacer dos acotaciones a las observaciones de los exministros Echeverri y Perry. En primer lugar es un mito que la ‘mermelada’ se hubiera repartido por toda la tostada. Al contrario del ‘cariño verdadero’, la ‘mermelada’ sí se compra y sí se vende; y algunos políticos, especialmente de la Costa Atlántica, terminaron con una buena parte de la ‘confitura’ santista. ¿Qué ocurrió? En oscuros rincones de Palacio, de las sedes de los partidos, o de encopetados clubes, se fraguaba la venta y traspaso de la ‘mermelada’ de un político que no la necesitara a otro político que si la necesitara, previo el pago de una jugosa comisión en rabioso contado. Así que no nos vengan con el ‘cuento chino’ que la ‘mermelada’ era repartida de manera equitativa a lo largo y ancho del país.
La segunda acotación tiene que ver con un problema aún más grave que el que señala Perry en su artículo: No son los congresistas los que señalan qué proyecto u obra se debe hacer con los recursos de la ‘mermelada’. Los que señalan qué se debe hacer son los ‘financistas’ de las campañas de estos parlamentarios. Me explico: los congresistas piden dinero a los ‘financistas’ para poder sufragar los gastos de las campañas, incluyendo la compra de votos. En caso de perder, el ‘financista’ asume la pérdida. Pero en caso de ganar, el ‘financista’ exige que él, a dedo, pueda asignar las obras a los contratistas que a su vez le traspasan los recursos para que se cobre por la derecha el crédito cuyo principal va acompañado de intereses usureros. ¿Y quiénes son los ‘financistas’? Individuos que operan al margen del sistema financiero. Financiar a un político no es ilegal. Lo que sí es un escándalo es que los intereses y el principal de los créditos se le paguen al ‘financista’ con ‘mermelada’. Nunca debemos olvidar que al final del día no es Santos, ni mucho menos el ministro Cárdenas, los que aportan los recursos de la ‘mermelada’: somos nosotros los contribuyentes. La reforma tributaria lo que busca es mantener vigente la ‘mermelada’.