Uno de los mayores problemas de la desindustrialización en Colombia ha sido la transformación del mercado laboral. Los países en vías de desarrollo necesitaban mano de obra calificada en su creciente industria, pero la globalización ha permitido un sistema de división del trabajo similar al de las teorías mercantilistas del siglo XV: en los países desarrollados se emplea mano de obra calificada que dirija las grandes empresas multinacionales y desarrolle nuevos productos o servicios, los países en desarrollo se emplean trabajadores medianamente calificados que puedan prestar servicios del sector terciario (Comercio, Hotelería, Turismo, etc.) y en los países pobres o con sistemas autoritarios se emplean mano de obra casi-esclava, incluso más barata de lo que permite el desarrollo de la actual robótica, para las labores de fabricación de mercancías.
En el caso especial de Colombia, la globalización ha permitido en dos décadas la deslocalización de la industria a otros países, por lo que se ha reducido drásticamente la oferta de mano de obra calificada universitaria y de puestos de trabajo asalariados en la maquilas.
En la actualidad, los gobernantes locales tratan desesperadamente de atraer a grandes inversores internacionales y multinacionales a sus ciudades y departamentos, ante la imposibilidad que tienen las nuevas empresas locales de competir. Sin embargo los incentivos fiscales, la promoción de empresas de "hotelería & turismo" y la desregulación del mercado laboral, son solo paliativos que retardan una crisis económica y social drástica.
Esta situación me recuerda al sistema esclavista norteamericano, el de las plantaciones de algodón, en donde se dividía a los negros en dos grupos: los de casa y los de plantación. El primer grupo estaba conformado en su mayoría por mujeres, que realizaban los trabajos del hogar y por su condición de mujer no podían representar ningún riesgo para los amos, por lo tanto ocasionalmente se les enseñaba a leer. El símil en la actualidad serían las grandes oficinas de las empresas, que pagan a las profesionales sueldos de secretaría.
En las plantaciones de algodón se encontraban los hombres, quienes a pesar de que podían leer o realizar labores calificadas, se les mantenía en trabajos que implicaban fuerza y desgaste. Aquellos jóvenes hombres profesionales que no han encontrado en su especialidad un trabajo y debe aceptar aquellos que le brinden un salario así sea mínimo.
