No hay bandera lo suficientemente larga para cubrir la vergüenza de matar a gente inocente. Howard Zinn.
Entendible el dolor y la rabia villarricense cuando una columna de las Farc se atrevió a tomarse a sangre y fuego las calles de nuestro pueblo y destruir sus casas y negocios y herir y matar en estado de indefensión a sus asustadizos habitantes. Afirman algunos que la toma guerrillera era una retaliación del grupo insurgente contra los paramilitares que habían incursionado en la región con el beneplácito de las autoridades, comerciantes, ricos finqueros, exmilitares y agentes al servicio del estado.
Otros indican que los guerrilleros buscaban provisiones y medicamentos y cumplir los mandatos de guerra impartida por estado mayor de las Farc de atacar poblaciones con el objetivo de obtener contribuciones (vacunas) a comerciantes, ganaderos y cafeteros que se negaban a cumplir sus exigencias y extorciones y dar de paso una lección a sus supuestos enemigos. Ni los unos ni los otros eran mansas palomas y sus acciones fatídicas no podían contar con el aplauso de la población cansada de luchas, despojos, violencias y pobreza.
A mediados del pasado siglo fueron las fuerzas gubernamentales, ejército, fuerza aérea y policía Popol, mercenarios y pájaros y esbirros quienes se ensañaron miserablemente con nuestro pueblo para robarles la cosecha y la tierra y asesinar por montones indefensos campesinos acusados con epítetos denigrantes de ser cómplices de la idiotez liberal- conservadora que se disputaba el poder en este país ultramontano de criminales, explotadores y ladrones.
Para justificar el despojo, el saquero y la muerte la nueva dirigencia politiquera en complicidad con los verdugos firmaron “El Manifiesto de Villarrica” al inicio del Frente Nacional, que no fue otra cosa que una dilatoria declaración de guerra contra los campesinos que por millares perdieron sus parcelas mientras morían y huían harapientos por las montañas de Galilea, El Sumapaz y el Duda hacia ignotos territorios.
Es por ello que las nuevas generaciones de villarricenses desconocen que fue allá en las montañas y cafetales de la antigua Andalucía donde nacieron las Farc en los umbrales de la lucha por la tierra cuando los campesinos resolvieron enmontarse con otros, venidos del sur, para defender la vida y sus pequeñas chagras convalidadas por el Instituto de Parcelaciones y la Colonia Agrícola de Sumapaz.
No fue en Rio chiquito y Marquetalia, como han creído hacerle creer a los colombianos que fueron engendradas las Farc. Allí en Villarrica, Isauro Yosa, el verdadero fundador de las Farc fue apresado en la vereda Mercadilla con el capitán insurgente Jorge Peñuela “Cardenal” y sometido a crueles torturas en el campo de concentración nazista de Cunday. Fue en Villarrica donde Jacobo Arenas “Sánchez”, comisario político, tuvo el bautismo de fuego en la vereda Guanacas y Cuindeblanco.
Fue en la Colonia donde Ciro Castaño, recibió a Alfonso Castañeda “Richard” con decenas de campesinos desplazados y harapientos que huían de los bombardeos de la fuerza aérea colombiana. Fue en los cafetales de Mercadilla donde el héroe Richard, convertido en general de la jungla desposó a una hija de Villarrica y se atrevió a fundar el primer ejército revolucionario de Colombia y América Latina.
Fue en Manzanita donde Nariño se vinculó a las guerrillas siendo un niño y años después emergiera como comandante de uno de los frentes de las Farc. Fue allí en Villarrica donde Luis Enrique Hernández “Solito” con cientos de campesinos atacara y derrotara la policía chulavita en el histórico sitio “la Concepción”. Fue desde allí donde Eusebio Prada “Mono Mejía” comandante guerrillero campesino de Villarrica se desplazó con cientos de familias en columnas de marcha por la selva hacia el Ariari y la Macarena a fundar las Zonas de Reserva Campesina hoy reconocidas por la ley 160 de 1994.
Fue allí donde luchó y murió acribillado “Libertador” el héroe campesino de Manzanita. Fue en Villarrica donde el imberbe teniente Paez (Víctor Pulido) se convirtió en edecán de los caminos empedrados de nuestro pueblo mientras uno de sus hermanos moría en la Guerra de Corea como soldado del batallón Colombia. Es allí, en Villarrica Tolima, donde yacen los huesos insepultos de cientos y cientos de campesinos masacrados que no tuvieron nunca oportunidad de sepultura.
Allí murieron cientos de inocentes soldados y otros cientos heridos y las fuerzas militares se han negado a abrir sus archivos para contarle al mundo la verdad de tan vergonzante episodio, único en Colombia y América Latina. Debían complacer a los gringos de derrotar un ejército harapiento comunista armados de fistos y caucheras atrincherado en los cafetales y laderas de Sumapaz en el oriente del Tolima. ¡Qué esperpento!
” La Comisión de la Verdad quedó corta en las investigaciones. No hallaron nada. Los hijos y actores de las guerras campesinas de Villarrica fundaron las Farc en el cañón del río Duda y otros murieron en las selvas inhóspitas y los más “afortunados” en su senectud deambulan por Colombia sin el calor de su pueblo, en espera de la muerte, sin amor, sin paz ni patria.
Fue allí, (…) “son tantas y tantas las cosas que debiera investigarse sobre este doloroso episodio que faltarían cientos de hojas y libros y lectores que pudieran sumergirse en las aguas turbulentas de las guerras campesinas de Villarrica”. La inercia gubernamental y las instituciones educativas poco o nada quieren saber acerca de la triste historia de nuestro pueblo. ¡Qué infortunio!