Mentiras y ardides contra el partido de la paz
Opinión

Mentiras y ardides contra el partido de la paz

Nadie se presta mejor a los propósitos e intereses de los dueños del poder, que los sectores dedicados a sembrar cizaña al interior de cualquier movimiento popular

Por:
julio 03, 2020
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Los grandes medios, siempre interesados en agrandar y hacer apocalíptica la mínima novedad que se presente en el partido Farc, emplearon una buena porción de recursos para realzar la filtración que hizo algún corazón desleal, acerca del trámite en curso de una investigación interna que llegó a manos de la dirección nacional para su conclusión.

Supongo que en todo partido existe una comisión disciplinaria o ética, que examina las violaciones a sus estatutos y decisiones internas por parte de sus militantes, y creo que es apenas normal que se desarrollen investigaciones y se apliquen los correctivos previstos. Hasta donde entiendo el proceso contra los implicados en este caso aún no había terminado, razón por la que el partido consideró que no podía salir a dar declaraciones sin afectar el debido proceso.

Una posición completamente ajustada a requerimientos morales y políticos, por los que la gran prensa no siente la menor consideración. La idea es hacernos trizas, razón por la cual no solo presentan los hechos de manera escandalosa, publicando además columnas en las que nos sepultan en vida, sino que abren sus espacios a los afectados para que desaten con saña su bilis, sin la menor preocupación por la realidad de los hechos.

No les interesa investigarla. Llevan meses y hasta años divulgando el veneno que repetidamente esos personajes lanzan contra el partido nacido de los Acuerdos de Paz. De hecho volvieron a hacerlo con ocasión de la filtración. Quien se exprese de tal manera contra el partido del que dice hacer parte, así como de sus dirigentes, dejó de hacer parte de él, aunque se empeñe en negarlo.

Creo que es lo que constata la comisión de ética. Cualquier organización en la que se presenten cosas como esas obraría de modo semejante. Nadie tiene por qué tener en su casa a quien se ocupa las veinticuatro horas en destruirla. Pero todo se vale cuando se trata de minar las posibilidades políticas de una agrupación nacida de una larguísima lucha.

También hay que ser consciente de la naturaleza antropofágica que caracteriza lo que se denomina históricamente movimiento revolucionario. En sus análisis de la realidad política la izquierda suele valorar con mucha atención las llamadas contradicciones en el seno de las clases dominantes. Y pregona que hay que profundizarlas para poder avanzar.

Sin embargo, una vez inicia su práctica política, es ella la que se fracciona y enfrenta con pasión. Sin importar que una de sus consignas favoritas sea la unidad. No hay programa revolucionario en el que la unidad no aparezca subrayada. Pese a ello, los resultados mueven a pensar que entre los de abajo existen más intereses irreconciliables, que entre los que se encuentran arriba gozando de las mieles del poder.

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Los resultados mueven a pensar que entre los de abajo existen más intereses irreconciliables, que entre los que se encuentran arriba gozando de las mieles del poder

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O peor, que nadie se presta mejor a los propósitos e intereses de los dueños del poder, que los sectores dedicados a sembrar la cizaña al interior de cualquier movimiento popular. Fueron más de cincuenta los años de guerra en los campos del país. Guerrillas, milicianos, Ejército y paramilitares, con independencia de sus propósitos políticos, saturaron de violencia y horrores el panorama nacional. Así que la paz se tornó en el sueño más preciado de los colombianos.

Durante más de 30 años las FARC promovieron diálogos y procesos de paz, hasta por fin alcanzar un Acuerdo. Otras organizaciones lo habían hecho antes, el M19, el EPL, la CRS, el Quintín Lame. Aunque cueste reconocerlo, las AUC también. Dejaron sus armas, se reincorporaron a la legalidad, con todas sus consecuencias y frustraciones. Todo en pro de un país mejor.

En Venezuela y en La Habana, las direcciones nacionales de las Farc  y el ELN se reunieron en los años 2013 y 2014 para hallar fórmulas que permitieran avanzar unidos por la paz. Resultó imposible. Todos conocemos la situación del ELN hoy. Qué distinta hubiera sido una paz completa. Al Acuerdo Final le surgieron contradictores en las propias Farc, los gentiles. Y quién lo creyera, de los propios firmantes unos se echaron atrás, los que ahora se llaman de segunda.

Así que no extraña que haya quienes decidan deshojarse del partido de la rosa. Nadie más contento con ello que el gobierno actual y su líder. Con el aplauso de los grandes consorcios económicos y sus medios. Ya tienen la guerra que querían, la que nunca quisieron acabar. Y los propagandistas más fanáticos contra el partido de la paz. Los que neciamente se consideran revolucionarios auténticos. A ellos les dan palmadas en la espalda, los animan, aunque los desprecien.

Colombia está harta de odios y debates fratricidas. Nosotros también. Antes que guerras, revoluciones, partidos de ultraizquierda o regímenes totalitarios nos compete construir un país distinto, sin odios, democrático y tolerante. En el que quepamos todos. El discurso incendiario y provocador está de más. Es lo que no quieren comprender algunos

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