En 1973 el río Patía desembocaba en el sur de Tumaco, en el sector de Salahonda. La extracción de la madera en trozas podía tardar hasta dos días. Enrique Naranjo, maderero reconocido de la época, decidió reducir la ruta a seis horas, máximo a un día de trayecto, cambiando su recorrido.
Movido por la ambición, por la codicia y su deseo insaciable del enriquecimiento, lo cierto es que el río tomó rumbo al norte. La ignorancia criminal del autor de este ecocidio, no le permitió ver que un simple desvío de ” solo 1,5 m de amplitud”, ya por los años 2009 mediría medio km de ancho y permitiría circular buques grandes sin encallar. Después, la costa Pacífica empezó a presentar cambios importantes, el agua dulce llegaría hasta Gorgona.
Por ese “huequito” que se agrandó de manera acelerada impresionante, al pequeño río Sanquianga, hoy río Patianga, también se arrasaron los bosques de guandal, la madera que se consumió en el país durante cuatro lustros. Y el daño al ecosistema, comparable al de manglares de la Ciénaga Grande de Santa Marta y los arrecifes del Rosario hace 32 años, cuando hicieron nuevas bocanas en el canal del Dique.
El caso es menos conocido y ha tenido menos prensa, pero en la zona hay mayor abandono y miseria que en el litoral Atlántico y el daño es mucho mayor para todo el continente. El exceso de agua dulce y 17 millones de toneladas de sedimentos que anualmente arrastra el Patianga han desplazado las aguas salinas 15 kilómetros abajo hacia la desembocadura.
Así es el mapa definitivo de la narrativa en el Pacífico colombiano
La baja penetración de las mareas dulcificó los estuarios y la vegetación de agua dulce desplazó al manglar. Cerca del 40% de manglares en Bocas de Satinga (unas 1.200 hectáreas) fueron reemplazados por pastos, helechos y otra vegetación, que acabará con los manglares del Pacífico americano y el sistema arrecifal más importante de Colombia, la isla Gorgona. “Se llegó a recorrer a pie el cauce del río y los mangles iban río abajo como si fueran un sedimento más. Realmente era para sentarse a llorar”, decían los pobladores de la región.
EL CAMBIO DE VIDA
En 2008 el municipio nariñense de Olaya Herrera ( Bocas de Satinga), fue arrasado por la creciente del río, que acabó más de 400 viviendas, otras edificaciones y toda la tubería del acueducto municipal. Sólo quienes viven el drama pueden entender la desgracia enorme de este pueblo bañado por el colosal Patía. Y los que antes trabajaban en las vertientes del río debían pescar directamente en el mar para encontrar sustento y alimento. La disminución del 80% de la Piangua annadara, resume todo.
El mismo año se hizo un canal de alivio, bajando el caudal apreciablemente, la erosión y las inundaciones, pero se necesitan obras grandes para direccionar el flujo, alejar la corriente de la orilla débil y adecuar el canal actual, bajar el caudal del Sanquianga, incrementado por el gran Patía. La solución al inminente desastre en ese entonces hubiera sido hacer una compuerta en la bocatoma.
O cerrar el boquete, eso era lo que realmente se requería, pero Naranjo no acató las recomendaciones del Inderena y puso compuerta en la bocatoma del Patía Viejo. En 1979 el mismo Instituto elaboró términos de referencia para estudios preliminares para el taponamiento del canal Naranjo. No se realizaron. La Junta pro Damnificados del río aún espera por la reparación de los daños irreparables a la comunidad y al medio ambiente.
La economía pesquera de Olaya Herrera(Bocas de Satinga) giró radicalmente, los peces migraron a ambientes tranquilos. A raíz de las fumigaciones indiscriminadas en los ríos Satinga y Sanquianga del municipio, se perdió el pancoger: plátano, chontaduro, papa china, yuca. Y allí no pasa nada. Peculiar miopía de gobiernos miserables y corruptos previos al suyo.
El terremoto-maremoto de 1979 también hizo aportes a la tragedia y finalmente la hoja de coca, el primer cultivo actual del área, ha llevado muerte y dolor a tan bellísima región. Más desplazamiento forzado de población civil. Veinte mil personas en los últimos cuatro lustros, por guerra entre insurgencia, bacrim y fuerzas militares por el control del gigantesco negocio del narcotráfico.
¿QUÉ PASARÁ?
Que se formen deltas en ese litoral, con ríos de 100, 300, 400 kilómetros, es un suceso. Al formarse llegan los manglares y detrás toda una variedad de vida. La amenaza al Parque Nacional Natural Sanquianga, sus 80.000 hectáreas de manglares, la reserva ecológica más grande del occidente de Suramérica, estratégico frente al cambio climático. Sanquianga, parque nacional desde 1977, un portento de belleza y recursos naturales, arrasados por la imprudencia de un colonizador inescrupuloso y gobiernos infames preocupados por robarse el erario público antes que proteger a sus pobladores, menos si se trata de “las caras lindas de mi gente negra” de este país multiétnico, que sobrevive gracias a su capacidad inmensa de resistir la adversidad. He allí el desastre.
El Patianga, aquel “paso pequeño” ¡hoy mide 700 metros!. Así le llaman ahora. Y al salir el agua por el Sanquianga, el antiguo y natural curso permanece seco siete meses del año. El delta norte del Patía comenzó a ampliarse y mandar sedimentos al Parque en donde viven miles de personas.
El 14 de diciembre de 1995, la Corte Constitucional, mediante sentencia de tutela T621, ordenó a Corponariño y el Ministerio del Medio Ambiente dar "una solución definitiva al problema generado por la construcción del Canal Naranjo". Nada pasa.
Desde hace 15 años aumentó exponencialmente el problema. Cae más sedimento. El 60% de la madera consumida en Colombia entre 1960 y 1980 salió de allí. El apetecido guandal, resistente al agua, árboles de 3 a 4 metros de diámetro. Bocas de Satinga -Olaya Herrera-, en 1980 tenía 45 aserríos, ahora 2. Sin madera ni pesca, su puesto lo ocupó la coca, base de la economía actual.
Aumenta la erosión y todo va al Sanquianga. La costa ha retrocedido 2 kilómetros en 30 años. La sedimentación por deforestación pasó de 13 a 27 millones de toneladas año. El sedimento llega hasta Gorgona y amenaza sus corales, mientras el manglar sufre una grave enfermedad y defoliación ocasionada por un gusano. Al parque entra menos agua salada y cae más dulce.
En algún informe de Parques naturales nacionales se dice sobre Sanquianga que “si no se reglamentan las 22 millas náuticas de zona marina colindante con el parque, la pesca industrial va a acabar con los ecosistemas marinos y de la producción actual, en algunos años, no quedará nada”.
Este bello lugar de la costa nariñense, Olaya Herrera, de 30.000 habitantes, es otro de los cientos de municipios olvidados del país y especialmente del Pacífico, es parte integral de un ecosistema especial único, que lucha por la supervivencia.
Tuve el privilegio de conocerlo, de vivir allí, de sufrir por seis meses como director médico del Hospital de primer nivel, azotado por las EPS que pagan cuando les viene en gana y puedo hablarle de esa Colombia profunda en realidad, no desde el escritorio en el Edifico Urano. La reforma no arregla la salud del país, pero hay que sacar a los intermediarios, sin duda alguna. Pero eso es harina de otro costal.
Usted tiene la última palabra para salvar a un pueblo.