Menos elecciones, más democracia
Opinión

Menos elecciones, más democracia

Unificar la elección del Congreso y el Presidente de la República es una necesidad sentida, para que el presidente elegido pueda tener la representación necesaria para gobernar

Por:
octubre 23, 2018
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De los temas que se discuten en la propuesta de reforma política a consideración del Congreso, la unificación del calendario electoral es la que puede tener más impacto en el funcionamiento del mundo político en Colombia. No en lo que se refiere a la mala idea de unificar los calendarios regionales con los nacionales, que sería de hecho un golpe mortal a la descentralización administrativa, sin contar con el exabrupto constitucional de ampliar por ley el período fijo de funcionarios elegidos popularmente. Elegir en un solo día desde el presidente hasta los concejales pulveriza las agendas regionales y locales frente al debate nacional, desconoce la diferente naturaleza de las regiones, atenta contra la construcción de sus propios liderazgos.

En cambio, unificar la elección del Congreso y el Presidente de la República es una necesidad sentida, porque sería la mejor manera de lograr que el presidente elegido pueda contar con la representación necesaria en el Congreso para gobernar. Con un calendario unificado, quien gane la Presidencia podría tener también la mayoría del Congreso, lo cual es esencial para su gobernabilidad. No como sucede hoy cuando la elección parlamentaria es anterior a la elección presidencial y casi que han terminado por tener dinámicas y resultados políticos diferentes.

Esa es la razón por la cual los presidentes tienen que hacer transacciones non sanctas con el Congreso para que le aprueben su agenda de gobierno. El presidente es elegido mayoritariamente por el voto de opinión, cuando ya el Congreso ha sido elegido, mayoritariamente por las clientelas políticas. Construir gobernabilidad en esas circunstancias es muy difícil y más aún si se quieren hacer cambios sustanciales.

 

El presidente es elegido mayoritariamente por el voto de opinión,
cuando ya el Congreso ha sido elegido,
mayoritariamente por las clientelas políticas

 

En Francia, con un régimen semiparlamentario, sucede lo contrario. Primero se elige al presidente y luego al Congreso. Ello le da al presidente electo la posibilidad de organizar su propia fuerza parlamentaria y apoyarla en las elecciones. El sistema funcionó a las mil maravillas en el caso de Emmanuel Macron, elegido por un movimiento independiente, al margen de los partidos que tenían las mayorías parlamentarias y sin ninguna representación en el Parlamento. Los candidatos apoyados por él obtuvieron una clara mayoría parlamentaria, con la cual ha gobernado cómodamente.

En Estados Unidos, con un régimen presidencial, el presidente es elegido por cuatro años, el mismo día que la totalidad de la Cámara, que es elegida por dos años y la tercera parte del senado que es elegido por seis años renovables cada dos. Como consecuencia la Cámara normalmente es de la misma filiación política del presidente, quien tiene la dura prueba de mantener esas mayorías dos años después. Puede suceder, como le paso a Donald Trump, que logre las mayorías en ambas cámaras, lo cual ha facilitado enormemente su conflictivo ejercicio presidencial. Algo así deberíamos copiar nosotros habida cuenta de la gran influencia constitucional de Estados Unidos en nuestro derecho interno.

Así que elegir primero al Congreso y luego al presidente es el peor de los mundos como está demostrado con el presidente Duque, elegido por un partido minoritario de un Congreso que no va a cambiar durante todo su gobierno, tratando de establecer con enormes dificultades unas nuevas y sanas normas de gobernabilidad. Si las elecciones parlamentarias hubieran sido posteriores o simultáneas con la elección presidencial, con seguridad otros serían sus apoyos en el Congreso. Si un candidato presidencial tiene detrás un partido que lo respalde, y él y sus candidatos al Congreso son elegidos el mismo día, es natural que el ganador tenga también una importante representación parlamentaria. Por supuesto, la unificación debería ser con la primera vuelta electoral de las elecciones presidenciales. Quienes pasen a la segunda tendrán un proceso de alianzas y coaliciones mucho más expedito.

Sacudida de polvo y paja, descartadas la elección universal de todos los cargos locales, departamentales y nacionales, y los candidatos presidenciales como cabeza de lista, la idea de elegir al Presidente de la República el mismo día que el Congreso, más la supresión de la absurda circunscripción nacional para la elección de senadores, que deja sin representación a muchas regiones y encarece la política,  sería un golpe mortal a la corrupción que se supone se deriva de la búsqueda de gobernabilidad del presidente ante un hecho cumplido. Como la vida se repite en círculos, acontece que así era antes, con una Cámara elegida por dos años, y un Presidente y un Senado, representativo de los departamentos, por cuatro, el mismo día. Allí sí que cabe decir que ese tiempo pasado fue mejor.

 

 

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