Es difícil el momento que como país estamos viviendo, donde empresarios, trabajadores, vendedores informales, independientes, pequeños negocios, restaurantes etc, de un momento a otro se han quedado bloqueados para generar ingresos y sustento para sus familias.
Y no es para menos, todos vaticinan que entraremos en recesión, y que para palear esta crisis se necesitan por lo menos 60 billones de pesos (para que nos hagamos una idea, con ese dinero se podrían construir 2 mega colegios en cada uno de los 1103 municipios del país, ¡eso es mucha plata!).
Pero la realidad es que dicho dinero no es tan fácil de obtener, por lo cual han surgido toda clase de propuestas como: crear nuevos impuestos a los más ricos, que el Banco de la República imprima dinero, y que no se tenga en cuenta la regla fiscal (es decir que el gobierno no tenga límite para endeudarse).
La semana pasada entre las muchas ideas surgió que disminuyéramos el tamaño del Congreso, pasando de 172 Representantes y 108 Senadores a 106 Representantes y 51 senadores, porque con los $32.741.555 pesos que dejarían de ganar mensualmente con nuestros impuestos. Sin duda, ¡ahí está el dinero para salvar al país!.
Sin embargo, a esta propuesta le falta mucho rigor y crea un falso dilema entre sacrificar la democracia o salvarnos (de la crisis que estamos viviendo) .
El presupuesto para el 2019 fue de 259,2 billones de pesos de los cuales 31 billones se destinaron para el pago de salarios de todos los funcionarios (incluyendo Congresistas), de esta cifra alrededor de 140 mil millones se usaron para el pago de los sueldos de los Congresistas, lo que corresponde al 0,5% de ese gasto.
La matemática no miente, si se disminuyera el número de curules en el Congreso se conseguirían unos 230 mil millones por los próximos dos años, esto no le haría cosquillas a los 60 billones que se necesitan.
Lo que si sería serio, es que se abra un gran debate y se reduzca en general los gastos en que el Estado bota la plata (una pista, los 1.600 millones del contrato de publicidad de Claudia, en el Estado abundan muchos de estos), se persiga a los evasores de impuestos (por este concepto se perdieron 47 billones el año pasado), o se acaben con los politiqueros que nos roban (por la corrupción se pierden 50 billones al año).
Usar al Congreso de carne de cañón, montado sobre la mala imagen (merecida en muchas cosas) que de por si ya tiene, parece un discurso peligroso, populista, porque finalmente daña más nuestra democracia y al final no sirve en nada para salvar la economía.