En su columna del 20 de mayo para la Revista Semana, Antonio Caballero rechazó frontalmente al bolchevismo tachándolo de derechista. Las clases dominantes de las que Caballero forma parte saben muy bien que el bolchevismo es un referente imprescindible para quien aspire a la superación del actual orden de cosas, y por ello no desaprovechan oportunidad para mancillarlo mientras venden sus fórmulas tan simples como estériles.
Derecha e izquierda no son “nombres para distinguir temperamentos humanos” como nos dice Caballero, sino conceptos para reducir a una simple dicotomía, lo que en realidad es un amplio espectro de corrientes políticas, cada una de las cuales defiende y representa unos intereses muy concretos.
Algunos intereses se benefician con ciertos cambios y se perjudican con otros. Por ello, la cuestión del cambio tampoco es una simple dicotomía entre cambiar y conservar como nos dice Caballero. Los cambios se pueden dar en diversos sentidos y en diversos niveles, y los transformaciones también pueden requerir de la conservación de aspectos puntuales de la realidad que se pretende cambiar.
Orden y libertad tampoco forman una simple dicotomía como nos dice Caballero, existen infinidad de libertades concretas y contradictorias que se ocultan tras la abstracta palabra de libertad. También, existen innumerables órdenes posibles que bien pueden negar, garantizar o hasta potenciar muchas de esas libertades.
El discurso de Antonio Caballero, al igual que el de las terceras vías que nos enumera, no es novedoso. Caballero es el típico intelectual que aborrece (de palabra) el poder por considerarlo corruptor, es el típico intelectual que intenta convencer a los oprimidos para que se mantengan oprimidos añorando utopías, porque si se levantan y toman el poder para liberarse “irremediablemente” caminarán en dos patas y se convertirán en los nuevos dueños de la granja, en los nuevos opresores, iguales o peores que los anteriores.
El consuelo que les debe quedar a los oprimidos es que intelectuales como Caballero o Alfredo Molano se ganan la vida denunciando la opresión, porque denunciar la opresión sin amenazar su existencia es una muy buena forma de ganarse la vida, tan buena que los encumbra a los mismos círculos en los que se encuentran los opresores. “Hippies o militares” dice Caballero ¿y qué hay de los mártires y las víctimas?, ¿cómo puede olvidar a quienes le resultan más rentables?
Los obreros, los campesinos, y todos los explotados y oprimidos, tienen que liberarse antes que nada de parásitos como Caballero, mercaderes de denuncias, opiniones y DDHH, que nublan el entendimiento del pueblo trabajador y lo mantienen encerrado en el callejón sin salida del constitucionalismo burgués, echando basura sobre la memoria de auténticas experiencias liberadoras como la revolución rusa; porque ese bolchevismo que menciona con desprecio y que lo obliga a matizar su simplificación inicial de “Hippies o soldados” es precisamente la fuente de la que deben beber quienes no se conforman con resistir a tantas opresiones, sino que en realidad buscan decididamente su abolición.
Hay que volver a Lenin, retomar su obra como instrumento liberador y dejar de tragar ingenuamente toda la propaganda anticomunista con la que nos bombardean desde innumerables frentes reaccionarios. Desde Hitler hasta Arendt, desde Mises hasta Orwell, desde Fernando Londoño hasta Antonio Caballero, todos son en lo fundamental reaccionarios anticomunistas. Y no, esto no es simplificación “totalitaria”, porque así como desde el marxismo se reconoce lo fundamental que les une, también se reconoce lo secundario que les separa, y que nos obliga a tratar a cada facción reaccionaria de diferente manera.