El próximo 28 de abril se recordará -con diferentes memorias, como sucede todos los 12 de octubre desde hace 530 años- el inicio de la más importante protesta popular -estallido social- en Colombia en las últimas décadas, con epicentro en Cali y con el derribo -a primera hora, por un grupo de indígenas Misak- de la estatua de Sebastián de Belalcázar erigida en 1936 en el Mirador de la ciudad.
Para la celebración del IV centenario de la fundación de Cali y Popayán por el implacable conquistador castellano, en 1536 la primera y en 1537 la segunda, las autoridades locales encargaron sendas estatuas al escultor palentino Victorio Macho (pedestre en la primera y ecuestre en la segunda).
Las estatuas fueron erigidas en secuencia inversa a la de sus derribos, pues el de Cali estuvo precedido por el de Popayán, el 16 de septiembre de 2020, y ambos por las de decenas de esclavistas y genocidas coloniales en Estados Unidos, Inglaterra, Bégica y otros países, en furia iclonoclasta antiracista –de la que no se libraron Cristóbal Colón ni fray Junípero Serra en localidades norteamericanas-, desatada por el asesinato de George Floyd por policías blancos en Minneapolis, el 25 de mayo de ese año.
Las opiniones vertidas en los medios o los análisis y conceptualizaciones elaborados hasta ahora sobre estos acontecimientos pueden ocupar millones de hojas de papel o digitales y centenares o miles de horas de charlas, entrevistas, conferencias y tertulias a nivel local o global, desde las cocinas, esquinas y bares vecinales a las más elevadas y calificadas instancias políticas o académicas.
En mi privilegada condición de jubilado y desde el persistente interés por casi todo lo humano (próximo o lejano), he podido conocer algunas de estas opiniones o análisis que, en cualquier caso, serán una mínima-mínima parte de todo lo que se habrá producido en español/castellano.
También me he permitido compartir públicamente algunas reflexiones sobre las memorias y desmemorias, las estatuas y los monumentos, los reconocimientos y los re-sentimientos (individuales y colectivos), las patrias y matrias, referidas al ámbito iberoamericano como espacio biológico y ecológico (diverso), histórico (contradictorio), social y político (conflictivo como todos, con sus propias realidades, horizontes y caminos), geográfico (magnífico pero amenazado) y multicultural, que compete a casi 700 millones de personas pero que, por razones históricas, o sea, modificables, ha sido ignorado o fraccionado durante siglos y hoy sigue reducido a unas protocolarias cumbres de jefes de Estado y de Gobierno iniciadas en 1991 en México, que fueron anuales hasta 2004 y son bienales desde entonces.
La XXVIII Cumbre se realizará en República Dominicana en noviembre de 2022.
Pues entre todo lo visto/oído estos años, he disfrutado de algo que no dudo en compartir por su fundamento y actualidad: La presentación que hizo Margarita Garrido Otoya, doctora en historia por Oxford University y docente en varias universidades de Bogotá, en el encuentro telemático del Grupo Mediación por Cali, sobre la estatua de Sebastián de Belalcázar, realizado el 12 de abril y publicado por NTC. Sigue el enlace a la presentación, titulada Historia plural, Diversidad y Texto urbano: https://youtu.be/Ll6d6svwwAE
Lo de actualidad y casi urgencia de la reflexión de Margarita y del propio evento, tiene que ver con que el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, firmó, el 1 de febrero, un decreto por el cual se ordena la restitución de la estatua en la ubicación y pedestal originales, con una placa explicativa que resumiría, con apoyo de la Academia de Historia, las luces y sombras del irascible campesino que devino en el insaciable militar que muere en Cartagena de Indias camino a España para enfrentar un juicio en el cual se pedía su condena a muerte.
Como en el debatible Decreto 0146 también se ordena la convocatoria de un concurso para la construcción de un monumento que exprese la diversidad étnica, las manifestaciones y expresiones multiculturales de nuestro territorio, que interprete la caleñidad y los valores que la identifican y contribuya a construir una narrativa de la ciudad…, se copia enlace al texto original: Decreto No. 4112.010.20.0146 de 2022 del 1 de abril de 2022
Con estos insumos, entretejidos con las lecciones locales y globales de la pandemia del Covid19 y teniendo en cuenta que las autoridades, academia y ciudadanía de Popayán enfrentan un reto similar a las de Cali, con el agravante de que el Belalcázar payanés estaba en una arrogante pose en el Morro del Tulcán, sobre un caballo que es copia del que monta el Cid Campeador en la obra (1927) de la escultora norteamericana Ann Hyatt Huntington para la sede de la Sociedad Hispánica de América en Nueva York, me permito presentar, de la forma más respetuosa y breve que me es posible, tres sugerencias a las autoridades, academia y ciudadania de Cali y Popayán:
1.- Convertir el concurso público de ideas para el monumento -que podría y debería ser la habilitación y adecuación (con el mínimo coste económico) de un espacio ya existente en la ciudad-, en un proceso educativo sobre la historicidad de la caleñidad que explique por qué Belalcázar y todas las mujeres y hombres que han/hemos nacido, vivido o pasado por Cali, forman/formamos parte, de alguna forma, de la historia de la ciudad; y la historia de la ciudad forma parte, ídem, de la personal de cada una/o de ellas/os y de nosotras/os.
2.- Plantear a la Secretaría Iberoamericana (SEGIB) que el lema de la XXVIII Cumbre, Juntos hacia una Iberoamérica Justa y Sostenible, podría y debería propiciar concursos de ideas en ciudades y pueblos de la península ibérica y de toda América Latina y el Caribe para calificar espacios de reconocimiento y re-sentimiento del insoslayable y rico mestizaje iberoamericano; recordando, por ejemplo, que el Galeón San José, hundido desde 1708 en aguas entonces del Virreinato del Perú, hoy de la República de Colombia, es un valioso patrimonio común.
3.- Tener como referencias históricas (no formales) la caleñidad y popayaneidad expresadas en dos obras clave del siglo XX. El reto de expresarlas en el marco de la evolución del Homo Sapiens en el acosado planeta Tierra del XXI y de la hermandad iberoamericana, es fascinante:
Apoteósis de Popayán, óleo sobre lienzo en gran formato (6x9 m), pintado entre 1936 y 1956 por Efraim Martínez (Popayán, 1898 - Popayán, 1956). Paraninfo Francisco José de Caldas, Universidad del Cauca.
Historia de Cali, mural al fresco, pintado entre 1954 y 1957 por Hernando Tejada (Pereira, 1934 - Cali, 1998). Hall de la Estación del Ferrocarril en avenida de Las Américas, hoy sede de entidades culturales.
Apoteósis de Popayán, óleo sobre lienzo en gran formato (6x9 m), pintado entre 1936 y 1956 por Efraim Martínez (Popayán, 1898 - Popayán, 1956). Paraninfo Francisco José de Caldas, Universidad del Cauca.
Historia de Cali, mural al fresco, pintado entre 1954 y 1957 por Hernando Tejada (Pereira, 1934 - Cali, 1998). Hall de la Estación del Ferrocarril en avenida de Las Américas, hoy sede de entidades culturales.
Finalmente, me permito copiar los enlaces a cuatro de los artículos publicados desde 2015 (año de mi jubilación) porque preceden e ilustran las anteriores sugerencia, aunque sus antecedentes se pueden remontar a la Universidad del Valle (1966-1972).
https://www.levante-emv.com/opinion/2018/08/05/galeon-historia-patrimonio-11880848.html
https://www.elespectador.com/opinion/lectores/cartas/de-belalcazar-y-nuestra-historia-column/
https://www.las2orillas.co/dos-estatuas-y-una-propuesta/
https://www.levante-emv.com/opinion/2020/10/23/mestizaje-iberoamericano-20309462.html
Valencia, 21 de abril de 2022
