La historia oficial de la humanidad nos habla de las hazañas de grandes héroes en procura del mejoramiento de la calidad de vida de sus respectivos pueblos, el progreso y el desarrollo de las civilizaciones alrededor del mundo. Sin embargo, pocas veces nos cuenta que todo ello ha sido producto de la guerra, seguramente porque el monopolio de la violencia es también oficial.
La esclavitud, desde la antigüedad en Mesopotamia hasta la actualidad en Libia, ha estado ligada a la imposición de discursos de superioridad racial y al sometimiento físico forzado, ambos en infame correspondencia con diversos intereses políticos, económicos y religiosos. Es el caso del dispositivo colonizador y evangelizador que operó en América, del cual daremos cuenta de manera sucinta.
La Casa de Contratación de Sevilla
Esta institución fue creada en 1503 y se constituyó en el primer órgano administrativo que rigió el comercio entre Europa y América; entre algunas de sus funciones podemos nombrar, el levantamiento de los mapas y las cartas marítimas, el otorgamiento de licencias, el servicio de factoría, la regulación de las compañías trasatlánticas y la comercialización de esclavos. Hasta la constitución del Consejo de Indias en 1524, todo el gobierno de las Indias Occidentales estuvo a cargo de la Casa de Contratación.
La trata de esclavos
La comercialización de esclavos africanos por los europeos tuvo su origen en las expansiones de los reinos medievales y alcanzó su punto álgido en América entre los siglos XVI y XVII. La esclavitud jugó un papel fundamental en la consolidación económica tanto de los países traficantes —Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra—, como de la corona española que se encargaba de recaudar el Almojarifazgo, un impuesto por las ventas o el tráfico de cualquier mercadería que ingresaba o salía de su territorio.
La importación de mano de obra esclava hacia América se debió, en primer lugar, a la alta tasa de mortalidad de la población indígena contagiada por los europeos de viruela, sarampión, tos ferina, gonorrea o tuberculosis, entre otras enfermedades transportadas por los invasores; en segundo lugar, a las masacres y el desgano vital que en algunos casos ocasionaron suicidios colectivos entre los nativos; en tercer lugar, a la urgente necesidad de metales como el oro y la plata que tenían los españoles para financiar las deudas contraídas con los banqueros alemanes Fugger y Welser; y en cuarto lugar, a la explotación de materias primas para el comercio internacional.
Las cuatro referenciadas mencionadas permiten inferir que muchos pueblos ancestrales fueron devastados. El historiador Enrique Florescano en su trabajo, Ensayos sobre el desarrollo económico de México y América Latina (1500-1975), comenta que en Nueva España (hoy México), en la primera mitad del siglo XVII solo quedaba el 15% de la población indígena que originariamente habían encontrado los primeros conquistadores.
El mercado negrero se organizó mediante un dispositivo portuario y una red transnacional esclavista. Por un lado, se habilitaron varios puertos y enclaves comerciales como los de Veracruz, Cartagena, Portobelo, Santo Domingo, La Guaira, Cumanana, Buenos Aires, Permambuco, Salvador de Bahía, Lima y el Callao, entre otros. Por otra parte, se estimuló el ascenso de los traficantes. España no poseía tierras en África por esa razón, recurrió a Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra para el suministro de esclavos. Sin embargo, la corona mantuvo la administración de la mano de obra otorgando licencias y cobrando impuestos a los países traficantes. En 1501 con la llegada de los primeros esclavos a la isla La Española, España recibía dos ducados por cada cabeza de esclavo negro vendido.
Con el aumento de la demanda de esclavos, hacia 1713 se creó el denominado “asiento de negros”, un tipo de contrato comercial que obligaba a las compañías mercantiles a proveer con determinadas cantidades de esclavos los territorios españoles. A finales del siglo XVIII, el desarrollo de la economía europea determinó la institución de las denominadas compañías trasatlánticas como la Africana y la de Guinea, esta última llegó a comerciar aprox. 48.000 hombres anualmente durante un periodo aproximado de 30 años. Mencionemos algunos de los factores que mantuvieron activa esa economía.
La Cartagena del puerto negrero
Cartagena se constituyó a lo largo del siglo XVII como uno de los principales centros de importancia económica, social y cultural de América, al servir de escala segura para el comercio hacia diferentes puntos del mundo.
La sociedad que rodeaba al puerto de la ciudad era heterogénea, resultado de las mezclas entre blancos europeos cristianos, indios americanos politeístas de la naturaleza, negros africanos musulmanes y animistas, lo que convertía a Cartagena en una rica fuente de la diversidad cultural y el mestizaje, a pesar de las prohibiciones.
La ciudad se mantenía activa gracias a su posición geográfica y estratégica, la cercanía con el puerto y con el interior del territorio, de ella partían innumerables fragatas, champanes y canoas cargadas de mercancías. La ruta del Magdalena se constituyó en la arteria navegable y social del Virreinato de la Nueva Granada, ofrecía trabajo para los negros libres y asalariados denominados bogas que ofrecían sus brazos fuertes contra las duras corrientes. Así se conectaba Cartagena por la vía del Canal del Dique y Mompox con Honda, puerto de entrada a Bogotá.
Los negros como mercancía
La mayoría de los esclavos procedían de la Costa ccidental de África, algunas de las etnias que llegaron al puerto de Cartagena fueron: los Wolof, los Fon, los Mandiga, los Kongo, los Balanta, los Yoruba, los Angola, los Fula, los Mima, los carabalí, los Bañol y los Biojó. Transportados desde Madeira, Cabo Verde y las Azores en embarcaciones especiales, acondicionadas para tal fin llamadas “barcos negreros”.
Las condiciones del cautiverio en que fueron transportados los esclavos eran inhumanas e insalubres, sin importar la edad, la etnia o cualquier otra consideración, sin luz, agua y poca comida, se calcula que la tercera parte de ellos moría en los largos viajes.
El esclavo era considerado como un objeto, una mercancía que hacía parte de los bienes de un amo, “una inversión de los empresarios” según Bolívar y, un ser sin alma para la iglesia católica, sentencia con la cual se legitimó la satanización sistemática de sus tradiciones culturales en ese periodo y solapó posteriormente la segregación racial. Los esclavos eran heredables, así quedaron registrados en muchos de los testamentos coloniales y de parte de la república que aún se conservan.
La organización y el trabajo
La organización del trabajo esclavo al interior del “Nuevo Mundo” dependía de qué tan útiles pudieran ser los individuos para el desarrollo de una actividad. La edad productiva que oscilaba entre los 11 y los 25 años, su estado de salud y su condición física, fueron factores determinantes.
Los esclavos al llegar a su destino o al momento de la venta eran sometidos a un examen exhaustivo, pues los “defectos físicos” disminuían su valor comercial, luego eran marcados sobre la piel con la “carimba” o “calimba”, un hierro ardiente para demostrar que no procedían del contrabando.
En el Litoral Pacífico y el Alto Cauca la minería del oro, la plata y el platino, y en el Valle del Cauca el cultivo de caña de azúcar requerían de grandes cuadrillas de esclavos, lo mismo que en la Costa Atlántica y el interior del territorio las labores agrícolas y el servicio doméstico o personal.
La insubordinación
Algunos esclavos optaron por el cimarronaje y huyeron armados a las montañas y otros lugares de difícil acceso por su libertad, así dieron origen a los Palenques, construcciones de madera o empalizadas donde intentaron recrear en comunidad la identidad africana que les había sido arrebatada.
Así lo expresó el historiador Hermes Tovar: “No fue solo un rito de marcas, impuestos, escrituras y discusiones donde florecía su comercio, sino que también fue una historia de la rebeldía y la frustración, de la impotencia y la insubordinación”.
La lucha de los esclavos por obtener el estatus de libertos tuvo diferentes formas como la compra de su libertad por medio del ahorro, los trabajos extra en su tiempo de descanso y el establecimiento de relaciones afectivas con sus captores, para mencionar algunas.
Ser negro esclavo en la independencia
En Santa Fe de Bogotá el 20 de julio de 1810, fue creada la Junta Suprema de Gobierno de esa capital tal como ocurría en otras provincias del Virreinato para legitimar por medio de las famosas Actas de la Revolución, las nuevas reglas por las que se regiría la sociedad neogranadina durante la ausencia del rey Fernando VII. Todo el proceso había sido coordinado por una pequeña élite criolla sobre una amplia población mestiza.
A partir de la Constitución de Cartagena de 1812, se dió inicio a los debates acerca de la abolición de la esclavitud y se restringió el ingreso de esclavos nuevos al puerto pero no su comercio. Con el arribo de Pablo Morillo a la ciudad en 1815 todos esos temas en torno a la libertad fueron interrumpidos por las promesas de libertad que hizo el también llamado “pacificador”, a quienes lucharan en favor del restablecimiento de la monarquía española que habían sido desplazada del trono por Napoleón. La misma estrategia emplearon los patriotas para reclutar soldados en las diferentes provincias.
Posteriormente, Simón Bolívar revivió esas discusiones en las reuniones del Congreso en Angostura en 1819 y en Cúcuta en 1821. Retomó la idea de la Constitución de Antioquia de 1814 y así fue sancionada la “Ley de libertad de vientres” que hacía libres a los hijos de esclavos al cumplir los 18 años de edad.
Finalmente, en 1823, se prohibió el comercio de esclavos y tuvieron que pasar 28 años más para que la “Ley de Manumisión” fuera aprobada el 21 de julio de 1851 y entrara en vigencia el 1 de enero de 1852. Así fue el proceso que reconoció la ciudadanía de la población negra en Colombia luego de múltiples revueltas en el Valle del Cauca.
Una historia de resistencias
Es necesario subrayar que gran parte de la prosperidad económica de España durante el periodo colonial, fue producto de la esclavitud humana, lo mismo que para la república en sus primeras décadas de consolidación económica.
En términos culturales las uniones entre las distintas etnias en el denominado mestizaje dieron lugar al intercambio de tradiciones gastronómicas y festivas, entre otros aportes, como la indumentaria con sus características propias en cada región.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, con la fundación de las llamadas “sociedades democráticas”, tertulias políticas organizadas por los negros liberales del Valle del Cauca y Popayán. Durante el siglo XX y hasta la actualidad, la lucha de las Comunidades Negras, Afrocolombianas, Raizales y Palenqueras ha sido orientada hacia la reivindicación de sus derechos civiles y políticos y el reconocimiento de su valor cultural en los diferentes espacios de la vida pública del país.
La Constitución Política de Colombia de 1991 reconoce al país pluriétnico y multicultural y la Ley 70 de 1993, ordena la titulación comunitaria de tierras para la población negra, la protección de la identidad, la cultura, la educación y la consolidación de los Consejos Comunitarios. Estas son algunas de las políticas del Estado en procura de salvaguardar el patrimonio cultural como: el Jamming Festival en Bogotá y las Fiestas de San Pacho en Quibdó; el Festival Petronio Álvarez en Cali o el Festival del Currulao en Tumaco; las cantaoras de alabaos y la música de marimba de Timbikí o el tema musical Hold on de la cultura creole en el archipiélago de San Andrés, entre muchos otros, como expresión de la identidad afrocolombiana.