Memoria histórica y periodismo

Memoria histórica y periodismo

Como escribió Borges: "Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos"

Por: Ivan Dario Gonzalez
marzo 22, 2018
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Memoria histórica y periodismo
Foto: Jesús Abad Colorado

Se podría decir que cuando el periodismo político se hace superficial, corresponde a la historia criticar para preservar su carácter y su espíritu argumentativo, por el reconocimiento del valor simbólico, el cual los medios de comunicación quisieran que en cada una de sus publicaciones, les diéramos un sentido literal, porque según, nos revela una verdad, sin decir cuánto y que ocultan, en sus publicaciones, que son mostradas como acertadas y otras como absolutas.

Mientras que el periodismo político superficial, lo basa todo en las fuerzas económicas y de poder a las cuales está sujeto, y todo lo que no ayude a fortalecer su discurso dominante o desestabilice desde su perspectiva, lo manifiesta indiscutiblemente como hechos concretos, a conveniencia de los mismos. Por el contrario, el historiador (en su deber) desdeña y somete a interrogación semejantes juicios oficiales, carentes de profundidad científica, que buscan insertarse en el imaginario cultural, y los confronta, con la producción historiográfica. Entonces explica abiertamente el fenómeno y se remonta a la memoria. Freud señala que “la memoria es una vía, por medio de ella lo que entra al inconsciente, permanece para siempre y el olvido es por lo tanto un problema de recuperación”. El historiador entonces presenta su discurso como su propia invención, pero articulado dialécticamente a las necesidades más próximas a una verdad histórica.

El periodismo cae en el maniqueísmo superficial cuando se ve en la necesidad de poner constantemente añadidos al edificio de ideologías sus políticas más dogmáticas, que garanticen la supremacía del poder al que esta subyugado, y oculta así las demás verdades que hay en ella, debajo de  un montón siempre creciente de juicios emocionales. La mayoría imposible de creer sin examen previo de los antecedentes y de su impacto en la sociedad. Sin embargo, recomiendan las líneas de pensamientos, que según son las adecuadas, estas son absorbidas por las masas a quien va dirigida, la cual en su mayoría carecen de elementos para comprobarlo, o simplemente detrás de ello hay otra masa que le conviene ese discurso porque va de acuerdo con sus intereses. El “castrochavismo” sería un ejemplo de ello.

También sucede que algunos simplemente son invisibilizados y otros guardan silencio. Así pues Pierre Nora señala: “La curiosidad por los lugares donde se cristaliza y se refugia la memoria está ligada a este momento particular de nuestra historia. Momento en el que la conciencia de la ruptura con el pasado se confunde con el sentimiento de una memoria desgarrada; pero en el que el desgarramiento despierta aún bastante memoria para que pueda plantearse el problema de su encarnación. El sentimiento de continuidad se vuelve residual a los lugares. Hay lugares de memoria porque no hay más medios de memoria”.

En ocasiones el periodismo dándose cuenta de sus vacíos ha buscado la ayuda de la historia, la cual, por su parte, dentro de ese campo ha permanecido limitada, porque tiene que mostrar la realidad histórica en formas de ídolos y sensacionalismo, pudiendo, en efecto, cumplir con su verdadero objetivo mediante sus instrumentos científicos, llevándonos a la compresión de su contenido sustentado en la evidencia, y aproximarse con el rigor de sus tesis a  la reconstrucción  insondable de lo que verdaderamente sucedió.

Particularmente en un país como Colombia, la historia no puede ser un conjunto de “lógicas” vírgenes, subyugado a un periodismo político superficial. La historia debe poner contra las cuerdas del cuadrilátero a la historiografía, corregir lo que no es propio de ella y comprender la memoria, que obliga a la historia a repensar  su identidad, y revitalizar su difusión y su función en la sociedad.

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