Memoria de un viejo concierto
Opinión

Memoria de un viejo concierto

Noticias de la otra orilla

Por:
noviembre 05, 2016
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Otra vuelta del azar en mi modesta discoteca me pone en las manos un viejo disco de la Camerata Romeu, esa orquesta de cámara cubana totalmente integrada por mujeres, bajo la dirección de Xenaida  Romeu, perteneciente a la tercera generación de una de las familias danzoneras más prestigiosas en la historia de la música de la isla.

xenaida - Memoria de un viejo concierto

Y volver a escucharlo es recordar casi completo el memorable concierto que en 1998 dio esa orquesta en Barranquilla en el marco de la X versión del Festival de la Cultura de la Universidad del Norte, y a propósito del XV Aniversario de Uninorte F.M. Stereo. Para quienes ya conocíamos  esta orquesta vivimos esa presentación con gran expectativa. Primero, porque todos sabemos de la indiscutible formación profesional de los músicos cubanos; y segundo, porque   nos resultaba inquietante un repertorio en el que lo clásico (Mozart, Loring, Elgar, Britten) se reunía con lo popular concitando nombres y obras pertenecientes a la música latinoamericana contemporánea, como los de  los cubanos Carlos Fariñas, José White, Roberto Valera y Guido López Gavilán, el boliviano Sergio Prudencio y el dominicano Rafael Landescoy. Nombres estos seguramente desconocidos en nuestro medio, pero ciertamente destacados y aprestigiados en importantes círculos de la música latinoamericana de hoy.

La primera parte del programa abrió con una Sinfonietta de Mozart, la de la sonata para piano a cuatro manos en Re mayor, K 381, en una orquestación de Kestler Loring, seguida de otra pieza mozartiana, el Adagio y fuga del cuarteto para cuerdas en Do menor, K 546,  obras tal vez estratégicamente programadas  para que la camerata luciera el rigor  y la capacidad interpretativas de la orquesta, y la clase de repertorio al que estaban acostumbradas a medirse. Mostradas y comprobadas tales credenciales, las otras dos obras de la primera parte nos dejaron ver nuevas bondades de la camerata:  estudio, profesionalismo y pasión, condiciones necesarias para poder asumir,  todo de memoria, un repertorio como el que estaban ofreciendo. Esas otras dos obras fueron la Serenata para cuerdas en Mi menor, Opus 20 de Edward Elgar, un refinado compositor inglés especialista en música de cuerdas, particularmente famoso por dos de sus más conocidas obras: las Variaciones-enigma  y los Retratos del mar, y la exquisita  Sinfonía simple de Benjamin Britten, obra de gran tensión interior y de extraordinaria poesía, en especial su prestissimo con fuoco que nos quedó resonando en el corazón durante todo el intermedio.

La segunda parte sirvió no solo para romper un poco el almidón de gala que reinaba esa noche en el Teatro Amira de la Rosa, sino para demostrar la sorprendente versatilidad de esta orquesta de  señoritas, que nos entregó, en primer término, el Final obligado del tercer movimiento de la obra para laúd cubano y orquesta de cuerdas de Carlos Fariñas, un cubano alumno de Aaron Copland, para pasar luego a la obra La bella cubana de José White, un compositor y violinista cubano  de  finales del siglo pasado que fue profesor del Conservatorio de París. Esta pieza es de sus más celebres composiciones y se destaca por la delicada belleza y cubanía con que describe la sensibilidad femenina cubana de comienzos de siglo. La bella cubana sirve también de título al primer disco de la Camerata Romeu, grabado por el sello Egrem en 1996, en la Habana. Notable fue también la interpretación de la obra Música para cuerdas, obra considerada de sólida factura neobarroca, compuesta en 1966 por Roberto Valera, de quien se dice “ha marcado pautas dentro del desarrollo de la música contemporánea cubana”.

 

CAMERATA ROMEU - Memoria de un viejo concierto

 

Las siguientes dos obras interpretadas por la Camerata Romeu  pertenecen, la primera, titulada El día que murió el silencio, al  compositor boliviano  Sergio Prudencio, y la segunda,  la conocida Danza loca, al compositor  dominicano Rafael Landestoy.   Las dos tienen en común la condición de ser obras poseedoras de una atmósfera musical perfectamente sintonizada con el temperamento artístico interpretativo de esta orquesta, razón por la cual tal vez pertenecen al repertorio exclusivo de la Camerata.

Y así como tal vez estratégicamente Mozart abrió el concierto, de igual forma al cubano Guido López Gavilán le correspondió cerrar con la deliciosa y osada pieza titulada  Camerata en guaguancó.  López Gavilán es compositor y director de orquesta graduado en el Conservatorio Chaikovsky de Moscú  y se ha caracterizado por procesar en su trabajo sinfónico el mundo sonoro de la ritmica afrocubana de la música popular.  Un buen ejemplo de eso lo constituye precisamente Camerata en guaguancó, en la cual, al decir de María Teresa  Linares Savio, el guaguancó es llevado al pentagrama con un sólido dominio orquestal.

¡La música y la memoria! Qué de cosas giran en el mundo cuando un disco gira en el recuerdo de alguien.

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