Mejor no ir a un “chuzo” lleno de gente a ver el partido de Colombia

Mejor no ir a un “chuzo” lleno de gente a ver el partido de Colombia

"La mejor forma de ver fútbol es solo, en la sala casa y recién almorzado. Suena exagerado y hasta amargado, pero hoy, más que nunca, le encuentro la razón"

Por: Juan Carlos Abaunza Ardila
agosto 31, 2017
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Mejor no ir a un “chuzo” lleno de gente a ver el partido de Colombia
Foto: El Espectador

Si no hay posibilidad de estar en el estadio no tiene sentido rodearse de muchedumbre e incomodarse.

Los partidos de la selección (como el de hoy) no ayudan mucho en sus horarios, juega un jueves con clima de guaro. O sea, todos los males reunidos.

Entonces los compinches, fanáticos mortales del fútbol, comienzan a presionar por todo medio digital posible, Whatsapp, Facebook, Instagram, etc: ¿Dónde vamos a ver el partido?, ¿dónde vamos a ver el partidooo?. Y usted sabe que lo importante es el tercer tiempo, pero tampoco quiere ser antipático con ellos porque, al fin y al cabo, son sus amigos: las únicas personas que se lo aguantan y eso ya es mucho decir. Entonces, una vez más, la presión social vence y usted termina viéndolo en el peor lugar del universo: un bar.

Para ver fútbol, evidentemente, no existen manuales. Cada quien elige cómo hacerlo, pero si me preguntan la peor forma es en un sitio público, llámese pub, bar o lugar masivo con pantalla gigante. Como dicen en un capítulo de Los Simpson, “nada puede salir mal”. El problema fundamental, como en todo, es la gente. El mundo sería un lugar precioso de no ser por la gente, por las masas. Y el tipo masas que se congregan para ver fútbol en un bar son sencillamente espantosas.

Vienen a mi recuerdos de las eliminatorias desde el 2001 (donde fracasamos intentando ir al mundial de 2002), las del 2003 y las de 2007 en adelante (donde fracasamos para ir a Alemania 2006 y Sudáfrica 2010) en donde uno se reunía (época universitaria) donde gustosamente se sacrificaba el combo del desayuno y el almuerzo para hacerle campo en la billetera a algunas rondas de cerveza, por lo general Aguila de la saporrita (que rica esa amargura) y al final terminábamos bañados en el sentido literal de la palabra en cerveza cada que Colombia hacía un gol y volvía la ilusión.

Ya en esta era, donde nos volvimos “ejecutivos”, “profesionales” y “exitosos” o al menos “fantoches” comenzamos a ir a otros sitios. En un pub sobresale el hincha de ocasión. El aficionado coyuntural. De cariño, los llamo “hinchas tumor”, siempre están y cada vez ocupan más espacio y se ven mucho más cuando juega Colombia, porque no son futboleros de verdad, sino hinchas “de mi Selección”. Es decir, nunca se vieron un partido completo, aplauden los saques de banda y creen que el fútbol comenzó con Cristiano y Messi. Aquellos que están más pendientes de ir con la camiseta actual así sea una replica AAA de la China que en la alineación del equipo. Entonces no tienen ni idea de lo que ven, le dicen “árbitro” al arquero, “arquero” al árbitro y además cargan con esas vuvuzelas que se pusieron de moda en Sudáfrica 2010 y las ponen a rechinar cada 20 segundos haciéndole a uno sangrar los oídos.

Carente del más básico sentido común futbolero, el hincha de ocasión no lo deja a uno ver fútbol en paz. Por ejemplo, un par de energúmenos le gritaban durante la copa América a Guillermo Celis “¡péguele! ¡péguele!” cuando el volante del Junior llevaba el balón con doble marca a 45 metros del arco de EE.UU. ¿Péguele? ¡Pero cómo! El mejor pateador de media distancia que he visto en la selección fue el bombardero Valenciano y ni él hubiera hecho gol desde tan lejos y con dos rivales raspándole las patas. Además, bueno, es fútbol, no ingeniería de cohetes. No debería ser tan difícil de entender.

A la descripción del hincha tumor, súmenle las bebidas del diablo: el alcohol. Cuando juega la Selección, para lograr una sillita, borde o palo en un pub hay que llegar 2 o 3 horas antes y eso implica que para el inicio del partido la gente ya esté a más de media. Y para nadie es un secreto que el alcohol (al ser bebida del diablo) pone agresiva a la gente. Entonces para los himnos y el pitazo inicial, muchos ya están bien borrachos y eructando las picadas que se tragaron.

Este panorama que siempre se ve no solo alimenta potenciales peleas, la gente se vuelve muy burra (o más burra) a la hora de opinar y el ruido multiplicado de las vuvuzelas, sino también puteadas prematuras. Es triste y feo, pero frases como “negro hp” ya serán trending topic a los 10 minutos del primer tiempo. Ahora imaginen a 40, 80, 100 o más personas en las mismas. ¿Uno cómo ve fútbol así?, ¿cómo se puede opinar y discutir con otro conocedor real de fútbol de estrategia y del presente de cada jugador en su club?

A estos hinchas se les suma (por lo general 1 o 2 en cada grupo) los “cabeza rapadas” de la actualidad, esos que solo son hinchas de clubes europeos y se creen más españoles que Vicente del Bosque gritando alaridos en partidos de Champions “hala Madrid” y se sientan a ver un partido de Colombia y no falta un amigo con una camiseta o comentario respecto de un club del país y pregunta: Oiga, ¿usted no es de Bucaramanga?, ¿por qué es hincha de Nacional? En ese momento hasta el más pacífico quisiera meterle la jarra de pola por la boca y tumbarle todos los dientes mientras se le grita: usted será muy nacido en Madrid.

Con tanto ruido y alcohol masivo, ver fútbol en un bar se hace imposible. Hagan la prueba de ver un partido en un lugar así y después revisen con calma el resumen. No se van a acordar de nada porque, contrario a lo que dicen las marcas y los anuncios publicitarios, el peor sitio para ver fútbol es un bar repleto de turbas iracundas. Además, un detalle para nada menor, es la distribución de los televisores. Difícilmente uno tendrá uno tan grande y tan de frente como para verlo bien. Ni armándose de binóculos, en un bar se suele conseguir una buena localidad y a esto se le suma el indio que se aburre de los comentaristas del canal de TV y le baja todo el volumen y pone el sonido de la radio. Dios mío.

Si sobrevive a un “bonche” que por lo general nunca se sabe cómo inician, ni llamando a la CIA, falta estar conectado a Facebook o Instagram, buscando a las “amiguitas” a ver en cuál chuzo se sentaron y tratar de caerles de modo casual. Pero este no es el pecado… El pecado es ver tanta señorita hermosa convertida en una “Grilla maizera y aguardientera” cuando de un partido de la selección se trata, ya no saben ni cómo más subir selfies indicando que son mujeres supremamente cultas y les gusta el fútbol, de verdad les gusta y eso las convierte en casi perfectas… eso piensan ellas, pero siéntese y haga el esfuerzo de hablarle de un jugador distinto a James y no tienen ni idea, y si le hablamos de James solo responderán “papasito”, pero no jugó bien – “papasito” – pero es tatareto – “papasito” y todas le quieren hacer un chino…. Entonces en dónde quedó el disfrute del fútbol, si estas chicas solo van a desconcentrarlo a uno, o quien no está mas pendiente de las tetas de esas amigas que de ver el tv, y eso ni decir que cuando hay un gol uno no quiere sino pararse a abrazarlas, que emocionante, tener una erección en el momento de un gol.

Ya que la publicidad nos convenció de que ver fútbol es un acto social, el menor de los males es verlo en “plan casero”. Allí estará usted con sus amigos de siempre. Esos que deberá soportar esa noche (ya que ellos lo soportan el resto de días a usted) y a lo sumo algún tío, primo o familiar de alguien con las características del hincha tumor, pero el mal se habrá reducido a su mínima expresión.

Decía Martín de Francisco que la mejor forma de ver fútbol es solo, en la sala casa y recién almorzado. Suena exagerado y hasta amargado, pero hoy, más que nunca, le encuentro la razón. Solo así se logran percibir esos detalles especiales que hacen del fútbol algo maravilloso y que por nada del mundo se notarían en compañía de otra gente. Como el nuevo corte de pelo de Dayro Moreno.

Yo no me he vuelto ermitaño, me encanta el fútbol, pero verlo, disfrutarlo, gritarlo, sufrirlo y parirlo, pero es una situación que cada vez se puede hacer menos en la calle, desde ir a un estadio con la camiseta de su equipo del alma puesta (porque puede terminar muerto en el mejor de los casos) hasta ir al sitio de moda a gritar en sociedad “Colombia Grita Gol”

Qué viva Colombia y gracias a todos, sin ustedes no sería posible reír.

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