La situación en Oriente Medio es más explosiva que nunca. A los avances del Estado Islámico en la región, que ya controla las ciudades de Ramadi y Palmira, situadas en Irak y Siria, respectivamente, se le vienen a unir las guerras cada vez más encarnizadas en toda la región. Hay, al menos, cuatro guerras civiles en desarrollo: Afganistán, Irak, Yemen y Siria. Mientras que la calma chicha sigue siendo la tónica dominante en Líbano, Israel y Egipto. Pero también contamos con las transiciones a la democracia (¿?) no concluidas en Argelia, Egipto, Libia, Marruecos y Túnez y el nunca concluido proceso de paz entre Israel y los palestinos, sumidos, una vez más, en un radicalismo sin futuro que no tiene parangón en la historia de la humanidad.
Primer acto
Se viven tiempos turbulentos, sobre todo desde que los Estados Unidos decidieran intervenir en la región, primero en Afganistán, en 2001, y después en Irak, en el 2003. Estas dos intervenciones, junto con la inexistencia de una estrategia conjunta de los Estados Unidos y sus aliados occidentales para la región, causaron la ruptura los frágiles equilibrios que hasta entonces habían permanecido inalterables. En Afganistán, como era de prever, se agravó la crisis interna y las fuerzas que antaño luchaban entre sí se aliaron contra los norteamericanos y sus aliados desplegados allá. Los talibanes son más fuertes que nunca y ya cuentan con la capacidad de perpetrar atentados terroristas en la capital afgana, Kabul.
Segundo acto
Luego haber destruido el Estado iraquí, con todas sus instituciones, incluidas las Fuerzas Armadas, tendría consecuencias fatales, tal como estamos viendo en estos días. Irak se convirtió en el campo de batalla entre chiítas apoyados por Irán y sunitas. El ejecutivo de Bagdad, un gobierno de coalición prendido con alfileres, se muestra incapaz de hacer frente a las fuerzas del Estado Islámico y hace unos días incluso fue ocupada por los fundamentalistas la ciudad de Ramadi, un importante núcleo de casi un millón de habitantes y apenas a cien kilómetros de Bagdad.
Tercer acto
Irak se ha convertido en un país, de facto, dividido en tres entidades políticas: un Estado kurdo al norte, fronterizo con Turquía e Irak, que aunque no está reconocido internacionalmente funciona con sus propias instituciones y milicias; el gobierno de Bagdad que lucha por resistir los embates de los fundamentalistas y las "interferencias" de Irán y, finalmente, los territorios que están en manos del Estado Islámico, cada día más potente y agresivo en sus ofensivas. Los ataques aéreos de las potencias occidentales que luchan contra esta entidad se han demostrado y revelado como insuficiente e inútiles, toda vez que no han conseguido detener sus avances en Siria e Irak.
Cuarto acto
También está sobre la mesa la cada vez más inestable situación de Yemen, convertido en campo de batalla entre las fuerzas hutíes que apoya Irán y el gobierno de Saná que apoya Arabia Saudí. Ambos países se enfrentan por el control de esta pequeña nación abatida y empobrecida tras décadas de guerra civil y conflictos nunca resueltos. Estados Unidos, por ahora, no se ha implicado en la guerra civil, pero no cabe duda que apoya a Arabia Saudí y que ve con preocupación el protagonismo, cada vez más creciente, de Irán en Oriente Medio. Haber eliminado al contrapeso que hacía frente a los iraníes, como era Irak,ha debilitado a los occidentales en esta parte del mundo y ha contribuido al fortalecimiento político, militar y diplomático de Teherán.
Quinto acto
Por último, está la larga guerra civil en Siria, que dura ya más de cuatro años y ha dejado más de 200.000 muertos en el camino y casi cuatro millones de refugiados. Sin que se pueda decir que el gobierno haya ganado la guerra, el ejecutivo de Damasco ha mantenido y resistido la presión interna y externa contra todo pronóstico. Sin embargo, los recientes avances del Estado Islámico, que ya podría controlar casi la mitad del territorio sirio, hacen temer que la situación pueda volverse en incontrolable en las próximas semanas. La caída de la mítica y estratégica ciudad de Palmira, camino ya hacia Damasco, ha dado un giro inesperado a la guerra, provocando la retirada de las fuerzas sirias y asestando un duro golpe a las fuerzas de Bashar al-Asad, quien gobierna con puño de hierro y métodos brutales a lo que le queda de Siria.
Conclusión final
En definitiva, asistimos a un cambio geopolítico de impredecibles consecuencias para la región y el mundo y a una redefinición de las fronteras hasta ahora existentes. Los famosos acuerdos de Sykes-Picot, firmados en 1916 y en los que Francia y Gran Bretaña acordaron repartirse Oriente Medio y trazar sus límites fronterizos, atendiendo a sus caprichosos deseos políticos, han muerto y ha comenzado una nueva era. Pero, como suele ocurrir, el final de una época y el comienzo de otra siempre es caótico y violento. Un nuevo orden es trazado a sangre y fuego en Oriente medio a merced de haber alterado unas lógicas políticas y militares que llevan décadas en vigor y cuya perennidad solo fue puesta en entredicho por los Estados Unidos.
Mejor hubiera sido haber hecho un rediseño geoestratégico, con planteamientos realistas y a futuro, que no haberse embarcado en un alteración del orden vigente sin una hoja de ruta válida y permanente. Como conclusión final, se vuelve a demostrar que los Estados Unidos tienen intereses coyunturales en función de los escenarios de crisis que se presentan y no proporcionan estrategias a largo plazo para salir de las mismas.