Varios hechos alrededor del vil asesinato del veterano periodista tulueño Marcos Efraín Montalvo Escobar no deberían pasar desapercibidos para la gran prensa nacional porque develan el inmenso estado de indefensión en que deben trabajar los periodistas en las regiones, sobre todo en aquellas donde confluyen diferentes actores criminales con su poder corruptor.
Para empezar, se debe seguir de cerca la investigación por este crimen, máxime teniendo en cuenta que el propio ministro de Defensa, Diego Molano, al finalizar el consejo de seguridad en Cali afirmó que la muerte del periodista podría estar relacionada con sus publicaciones sobre hechos de corrupción en la “administración pública”.
Otro factor que deja un sinsabor muy grande entre los colegas y la propia familia del veterano comunicador es que en medios nacionales el alcalde de Tuluá, John Jairo Gómez Aguirre, quien funge como la primera autoridad del municipio centrovallecaucano, haya expresado que desconocía las amenazas contra la vida de Montalvo Escobar, cuando las mismas eran de conocimiento público y hasta el diario Occidente llamó la atención sobre ese hecho en publicación del pasado 6 de julio en la sección La Ventana.
Asimismo, generó gran desconcierto las manifestaciones del mandatario tulueño al término de un consejo de seguridad en Tuluá, cuando dijo que el periodista asesinado estaba inactivo, porque a sus 68 años ya no ejercía su labor en grandes medios de comunicación, minimizando el impacto de sus incómodas publicaciones y denuncias a través de las redes sociales, publicaciones que precisamente le valieron las amenazas contra su vida.
Marcos Efraín Montalvo Escobar no solo era un referente del periodismo local y departamental, sino que su vigencia y actividad eran incuestionables, tanto que seguía siendo buscado por actores políticos locales y regionales para ser entrevistados o dar a conocer su trabajo; desconocer su labor periodística es una afrenta contra los centenares de periodistas profesionales o empíricos, así como de lideres sociales, que a diario se juegan la vida en el ejercicio de informar y denunciar actos de corrupción por medio de nuevas plataformas digitales.
El panorama en Tuluá está enrarecido, se siente el miedo. No en vano el escritor y opinador nacional Gustavo Álvarez Gardeazábal expresó a través de sus redes sociales que el asesinato del periodista tulueño “advierte el peligro que se corre por emitir opiniones que generen controversia o les hagan cosquillas a los verdaderos dueños del poder en Tuluá”.
Desde este espacio solicito muy respetuosamente a la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), a Reporteros de Fronteras, a la Fundación Colombiana de Periodistas (Fecolper), al Círculo de Periodistas del Valle y los demás círculos de periodistas del país que acompañen la investigación que adelantan las autoridades para que este crimen no quede en la impunidad como tantos otros en Colombia.
Se siente el miedo en la ciudad, no nos dejen solos…