Hace algunos años he venido siguiendo de cerca el papel de los medios de comunicación en la fijación de imaginarios y representaciones sociales sobre cosas, personas y grupos humanos. Los medios de comunicación pueden ser agentes dinamizadores del humanismo, la creatividad, la imaginación, los valores, ciencia, tecnología, el aprendizaje, la enseñanza, información, inter/transculturalidad, globalización de las culturas y de una filosofía del cuidado del otro y la otra; pero también pueden ser utilizados para todo lo contrario.
En principio, mi tarea, estaba muy concentrada en la relación entre los discursos y prácticas reproducidas a través de la radio, la televisión, redes sociales, periódicos, diarios, Youtube y el internet, y la afectación en los procesos formativos de las personas en contraste con la educación que estas recibían en la escuela en relación a la ética, la productividad, pensamiento crítico, la diversidad étnica y cultural, la africanía en particular.
En el camino de búsqueda me fui encontrando con un fenómeno violento y revictimizador: los medios de comunicación hoy son los principales aliados de la propagación de la cultura mafiosa, contravalores, consumismo y la degeneración de la gran etnia humana. Además, desnudar que la labor de la escuela, culpabilizada de todo desmán, ahora se hace más demandante en tanto su papel formativo no tiene tanto color y dispositivos como sí el mercado y la deshumanización. Es decir, la cultura de la vulgaridad y la liviandad del pensamiento que se difunden a través de los medios tiene al orden del día micrófonos, cámaras y tiempos de familia para su desarrollo; mientras la escuela ahí van de paro en paro exigiendo más recursos, condiciones y mejor vida para sus actores, para cumplir con las promesas que cada politiquero pregona previo a las elecciones y en uno que otro espacio de alocución. Esta última en el plano de ganar miradas internacionales y uno que otro incauto por ahí.
“Uno de los talentos cruciales en la sociedad de la información consiste en protegerse uno mismo contra el 99.99 por ciento de la información que se ofrece y que uno no desea” (Eriksen en Bauman, 2013)
Tal vez no hay otra opción más determinante en los actuales procesos educativos que el enseñar y aprender a dudar. La vida humana ha sido invadida por realities shows, (narco) novelas, cultos al exceso humano, los odios y a la promoción del individualismo. Sobre todo, hay un gran movimiento hacia la indolencia, la mal-educación, el olvido, la mezquindad ante el dolor ajeno, entre otros. En esta nueva cultura televisiva resulta frecuente hacer de un delincuente, violador, racista, homóbofo, xenófobo y clasista un gran referente para las nuevas generaciones; puesto que no hay mesura y detenimiento formativo para exponerles ante los medios. Con el dolor de familias enteras y pueblos se logran los mayores ratings. Quizá porque “la cultura líquida moderna ya no siente que es una cultura de aprendizaje y acumulación, como las culturas registradas en los informes de historiadores y etnógrafos.
A cambio, se nos parece como una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido” (Bauman, 2013). Es más frecuente el olvido de los vejámenes que personas y grupos económicos concretos causan al país y sus gentes. Y con sospechosa facilidad se olvidan, tergiversan o trivializan las acciones transformadoras reales. Todo esto, evidencia grandes fracturas en la cultura humana y la concepción de mundo de los ciudadanos y ciudadanas. Pero los programas televisivos no son porque sí.
La razón de ser es que coinciden de manera concreta en partidos políticos y apuestas por los poderes. De modo que tal heroizado personaje de las mafias fácilmente encarna presidenciables. Personificándose una gran afrenta contra la naturaleza ética y disciplinar del periodismo, que se despacha con la reciente expresión “sarcástica” del periodista de RCN, Andrés Felipe Arias: “los medios de comunicación son para hacer plata, no para informar”. La desinformación se instala en las mentes del televidente como aprestamiento para contiendas y disputas venideras. En este sentido, “la televisión o la prensa amarilla no nos moldean cambiando lo que son nuestras formas, más bien hacen un trabajo en la superficie, revelando y exhibiendo lo que está por dentro de nosotros, algo que ya ha sido previamente procesado por el modo de vida al que hemos sido abocados, y no por elección propia”. (Bauman, 2013).
Reproducción de odios
Desde otra orilla, en los últimos años he venido analizando el comportamiento de la prensa colombiana ante la situación del país hermano Venezuela. Cada vez se hace más evidente la parcialidad y la tergiversación de la información. Los criterios y la ética periodística fueron arrojadas a un lugar sin nombre. Lo importante es superponer la victimización de una clase política al favor de los grandes poderes o macro poderes, y muy poco hay un interés por conocer el fenómeno en profundidad, siguiendo las múltiples voces de estos eventos.
Hemos sido testigos de cómo eventos (mendicidad, niñez en calles de las grandes ciudades, muertes de niños por sequía y desnutrición en la Guajira) que en nuestra Colombia se han vuelto parte del paisaje, para nada cuestionados por los medios colombianos, en el caso venezolano resultan ser los eventos más crueles de deshumanización y las evidencias de una dictadura despiadada con sus ciudadanos. Es notorio como Caracol, NTN24 y RCN han mostrado la situación de familias que por la escasez han complementado su dieta alimentaria tomando sobras de la basura.
Asimismo, la idea de una gran tragedia humana generada por la “aberrante dictadura o régimen venezolano” con el cierre de las fronteras y el desplazamiento de hermanos y hermanas venezolanas a tierras colombianas; cuando la realidad es que mientras en Colombia podemos hablar de miles y probablemente un millón de venezolanos, en Venezuela aún hoy hay más de cinco millones de ciudadanos colombianos buscando un mejor estar. Algunos desplazados por las imposibilidades de ascenso social, otros refugiados políticos y desterrados. Pero, se ha evidenciado que la idea es ver será ver la paja en el ojo ajeno, distraer la atención y no realizar procesos de autocrítica que movilicen al pueblo colombiano y lo saquen del letargo democrático y su falsa e ilusoria mejor clase latinoamericana. Han desbordado los niveles de la parcialidad y el servilismo, en tanto promueven una idea vacía que esperamos no siga generando adeptos: el castrochavismo.
Es lamentable ver el desmoronamiento de los medios de comunicación. La dictadura anunciada es la práctica concreta de ellos, puesto que no hay campo a la poliléctica y la confrontación desde los argumentos. Y lamentablemente, Colombia no es el modelo a seguir si a resultados económicos, sociales, culturales y políticos nos referimos. Se haría muy extenso hacer el trabajo comparativo entre países como Cuba y Colombia. Aún la misma Venezuela tendría cátedras que dar a la élite criolla colombiana; pues los miles de niños y niñas muertas en la Guajira, Chocó y otros departamentos por desnutrición son colombianos no venezolanos.
Adicionalmente, para completar implementaron una novela inconsulta, no autorizada, sobre “la vida” del expresidente Hugo Chávez Frías en la cual tergiversan la historia, dan verdades a medias y sobre todo ocultan las historias de crímenes de la clase politiquera y dictatorial derrotada por Chávez democráticamente. Es decir, hay un grado descarado de la parcialización de la información y efectivamente se sirve a grupos economico-políticos de derecha colombianos que ahora resultan ser los referentes de la democracia; cuando sus gobiernos han sido marcados por destierros, masacres, desapariciones, crecimiento de las desigualdades sociales, empobrecimiento, miserabilización de la vida del colombiano, corrupción escandalosa, las mafias, narcotráfico, etc; según las cifras de ACNUR y Human Rights Watch. Ya lo he dicho en párrafos anteriores, como medios privados son sirven a unos grupos que sacan partido de estos imaginarios instituidos en las psique de las y los colombianos.
Hoy pese a la gran crisis social del país, el colombiano promedio percibe que vive una democracia y por ende en marco de libertades plenas. Es más, auspiciado por los medios, se instaló en la mentalidad del colombiano una aversión contra el proceso de paz. Politiqueros de derecha se encargaron de promover la campaña del No, fundamentados en el engaño, rencor y la ira frente a un proceso que si bien debe ser reflexionado a fondo; también es una oportunidad para pensar en una Colombia radicalmente más justa y humanista.
Otro ejemplo, el odio contra personajes de la política venezolana y colombiana no atados a las lógicas derechistas del cono sur, puede ser leído en comentarios de gente de a pie y aún en personas que han pasado por la academia cuando se refieren a personas como Chávez, Maduro, Piedad Córdoba, entre otros. De hecho, se ha creado el gran miedo a la venezolanización. La continuidad del castrochavismo. O sea, en Colombia no debemos temer a las familias tradicionales que han hecho de este rico país en un fracaso en términos sociales, políticos, culturales, intelectuales y cultuales, sino que debemos temer a unas supuestas lógicas que llegarán de Venezuela y Cuba. Entonces, para algunos pensar en un gobierno de izquierda en Colombia, que nunca hemos tenido en el país, es un asunto con el que hay que tener miedo y que personas sin argumentos rechazan sin cuestionamiento. Aunque siempre ha gobernado la derecha y la ultraderecha, ahora resulta que el gran problema del país y de América Latina es la izquierda. Una amplia mayoría, pese a que ha vivido solo las devastaciones en la vida humana propiciadas por el capitalismo salvaje y su expresión neoliberal, percibe como notable amenaza el socialismo y el comunismo ¿qué saben de estos sistemas?
“La depravación es la estrategia más inteligente para el desposeimiento. Desviar la atención (mediante la tentación y la seducción) de lo que es la tarea de adquirir un adiestramiento y, en consecuencia, también de lo que es relevante en la vida, para sustituir todo ello por la búsqueda de las impresiones sensuales, que usted señala y expone de forma tan experta al describir la dieta a que nos somete la televisión, es la técnica de la depravación que fabrica esas legiones de neets de los que usted lamenta. Desde luego es una técnica insidiosa, una técnica que convierte en placentera la constante privación, y que genera una servidumbre que es percibida y sentida como libertad de expresión…” (Bauman responde a Mazzeo, 2013).
La despolitización de los pueblos
Finalmente, la gota que rebosa la copa es la indiferencia y manipulación de los medios frente a las grandes movilizaciones sociales y cívicas del mes de mayo. Cuando se trata de mostrar a la gente desempoderada, empobrecida, deshistorizada y haciendo el ridículo, los medios tienen al orden del día micrófonos y especiales de noticias. Es el caso de las comunidades y pueblos del pacífico colombiano como empobrecidos, corruptos, inviables y desesperanzados.
De igual modo, los titulares una vez los maestros y maestras de Colombia presentan exámenes, haciéndoles ver como mal preparados, “rajados” y la causa fundamental por la cual los estudiantes no ascienden en las Pruebas PISA. Sin embargo, cosa distinta sucede cuando el pueblo está en pie de lucha, ¡carajo! En lo personal, no había presenciado tantas movilizaciones nutridas en la geografía nacional con diferentes matices e identificadas en con las justas luchas del PAZcífico.
Los medios poco o nunca han mostrado la magnitud de este Ubuntu creciente en el orden nacional y mundial. La solidaridad de la Colombia mestiza y la primavera afrocolombiana (Acuñado por Nitonel González Castro) de las otras regiones fue visiblemente humanista. También, observamos, leímos y replicamos los mensajes de fraternidad enviados desde países como Korea, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, México, Francia, Chile, Ecuador, etc. Así, mientras Chocó, Indígenas del Cauca, Buenaventura, Tumaco, maestros y maestras, algunas universidades, entre otros, estaban en las calles demandando derechos fundamentales como la vida digna, educación, salud, agua potable, salarios dignos, acceso a la tierra, satisfacer necesidades básicas y desracialización de la distribución de las riquezas del país, los medios de comunicación colombianos estaban haciendo creer al país que las cosas en Venezuela “empeoraban”.
Asimismo, mientras centenares personas estaban hermanados en paros cívicos y movilizaciones, con el mayor cinismo en uno de estos medios de comunicación más escuchados por la colombianidad, WRadio, planteaba la pregunta del día; curiosamente ¿Está bien que las mujeres se maquillen o no? Ya se había generado un gran desencanto frente al paro del magisterio en el 2015 en el cual no hubo el mínimo cuestionamiento a las políticas del gobierno en torno a la educación, sino que se culpabilizó a los maestros y maestras. Se señaló además que no querían ser evaluados y que estaban en contra del derecho de los niños y niñas a la educación. No se anotó que en Colombia son más de 3 millones de bachilleres que se quedan por fuera de las universidades ¿Por qué no ingresan a las universidades? Debe ser culpa de los maestros y maestras, según el periodista Julio Sánchez Cristo, quien se despacha sin ninguna o muy poca criticidad al sistema económico, las políticas públicas, los mandatos constitucionales y el ejercicio de la política en el país. De hecho, se ha hecho frecuente en momentos de paros y justas luchas promover el descontento en las familias colombianas para ponerles en contra del profesorado. “En las sociedades opulentas (y en las que pretenden serlo o mostrarse tal) el trabajo del maestro se desvaloriza con frecuencia, porque en los países más ricos esta inversión, que es a largo plazo, en los propios hijos, requeriría una participación activa que los padres, demasiado ocupados y demasiado atrapados en la trampa del consumo, no están dispuestos a hacer (y las tareas de la producción limitan realizar)” (Mazzeo en Bauman, 2013).
Asimismo, pasaron días de movilización cívica en el Chocó y luego la de Buenaventura y el silencio de los medios era ruidoso. Fue maravilloso en parte, porque muchos y muchas seguidoras de estos se enteraron que la gente afro, indígena, la educación y los pueblos no interesan a estos medios. La gente logró evidenciar que mientras la fuerza del ESMAD acribilla a la gente, los medios están acusando de terrorismo y de vándalos.
Paradójicamente, la gran noticia sobre el paro cívico en Buenaventura fue el momento en el que presuntos infiltrados ordenados por el gobierno u otra fuerza y algunas personas ingresan a la 14 y toman provisiones de este supermercado. Era necesario superponer este hecho ante los días de paro cívico y sobre todo tildar de “vándalos” a personas que han visto pasar por décadas las riquezas (más del 60%) del país mientras sus vidas se hace más miserable e invivible. Entonces, toman peso los pesos “perdidos”, pero no las millonadas que familias notables andino-criollas han arrancado de este, el principal puerto del país, dejando a su paso solo miserabilización de las vidas, muertes por desmembramientos, deshumanización, violencia, casas de pique, destierro y empobrecimiento.
Estos hechos han dejado en cuero que cuando se habla del puerto, se hace referencia realmente al sitio de embarque y descarga de mercancías. De hecho, las grandes inversiones del gobiernos Santos en este se han concentrado. El puerto no es Buenaventura y sus gentes. “Este contraste se radicaliza a partir de 1993 cuando es privatizada la empresa pública que administraba la dinámica economía portuaria – Colpuertos-, momento que según el decir de los bonaverenses conformó un `puerto sin comunidad`” (Centro Nacional de Memoria histórica, 2015, p. 27). Por consiguiente, ante el paro cívico lo que ha sido preciso es el desplazamiento de fuerza represiva policial que ha llenado cada esquina para disponer a que los transportadores puedan seguir con su labor.
Casas empobrecidas tienen como patio un tanque de guerra. Los niños y niñas miran estupefactos la presencia del Estado en Buenaventura, soldados, ESMAD, policías de civil, todos fuertemente armados, etc. No conformes con esto, son apoyados por helicópteros que garantizan la seguridad del puerto y las riquezas de esas honorables familias del centro del país. Nunca había tenido conocimiento de tal despliegue militar en Buenaventura y al parecer no buscan desaparecer los grupos paramilitares, bandas criminales, guerrillas, redes de narcotráfico que actúan en la región, sino proteger los bienes a transportar. Lo más importante era dar solución y vía libre a las mercancías, los problemas bastante agudos de deshumanización tendrían que esperar ¿Cuánto? No sé. Pues, ya van décadas. Tal comportamiento del establecimiento nunca será cuestionado por los medios de comunicación. Para la Wradio, lo más cuestionable era si el Proceso de Comunidades Negras estaba apoyando el paro o no con recursos de cooperación internacional. Lo concreto es que ante la demanda de servicios y derechos fundamentales el gobierno Santo respondió con la militarización y la violencia policial. Pero ha sido de gran ganancia que estos hechos hayan promovido una red de solidaridad mundial, que obligó a que iniciaran en estos últimos días a hablar un poquito de lo que sucede en Buenaventura, mostrando algunas estructuras y casas muestras de las desigualdades radicalizadas a costa del enriquecimiento de unas cuantas familias andino-criollas.
Bien, así nos han deshistorizado, confundido, deshumanizado, individualizado y despolitizado. “La distorsión, fragmentación y congelamiento histórico fisuran la historicidad en momentos, construyen historias para posicionar el ‘no sujeto’, ‘el otro’ y finalmente, congelan la historia. La historia es un pasado anquilosado con centralidad en la mirada occidental, en el cual no hay construcciones propias de estas comunidades para la humanidad y no es posible un presente; pues la historia es ‘una sola’, ‘universal’ y estática” (Meneses, 2015, p. 212). ¡Suena mi tambor! en el mes de la herencia caminamos tras las huellas del agenciamiento.
Seguimos los trazos libertarios, colectivos y autonómicos ancestrales. El movimiento ciudadano de lucha en las calles, medios autónomos de comunicación y ahora por redes sociales han sido y serán siempre la esperanza de los pueblos. Fuimos testigos del Ubuntu sembrado o revivido en mentes y cuerpos que movilizó a miles de personas diciendo: Yo soy Chocó, Yo soy Buenaventura, Yo también siento la injusticia, El pueblo no se rinde, carajo. Estamos frente a una posible nueva primavera PAZcífica o del Chocó biogeográfico emergente. Subiendo río arriba en mi cano, veo venir el paso hacia debates internos que implican las clases políticas locales y regionales; la necesidad de un repensar de los movimientos étnico territoriales de la región; un profundo momento histórico de encuentro para agendar la ruta de la afrocolombianidad para estos primeros cincuenta años, sin dejar escapar experiencias acumuladas, la discusión sesuda en torno al desarrollo de la Ley 70 de 1993 y sobre todo el gran caminandar de sentí-pensares por la emergencia de un proyecto de ciudadanía a la altura de los retos de la región pacífica y con apuesta de país. También suenan redobles de batallas independentistas. A parar para avanzar, a caminar para correr.
Referencias
Bauman, Zygmunt. (2013). Sobre la educación en un mundo líquido. Conversaciones con Ricardo Mazzeo. Barcelona: Paidós.
Centro Nacional de Memoria Histórica. (2015). Buenaventura: un puerto sin comunidad. Bogotá, CNMH.
Meneses Copete, Yeison Arcadio. (2015). Afrodescendencia, representaciones sociales y formación de maestros: contestación y acomodación. Medellín: Colectivo de Investigaciones Afrocolombianas, CIA.