"Golpe con golpe" yo pago es uno de los clásicos del legendario, Pastor López, éxito musical que con motivo de fin de año empieza a sonar en todas las estaciones radiales del país; algo parecido con nuestros políticos que por estos días se halan las "mechas" intentando ganar espacio y confianza en los potenciales electores. Más que una campaña de propuestas estructurales es un show cargado de populismo e ironías. Definitivamente la demagogia hurta los corazones apasionados de millones de irresponsables sufragantes.
"El que pega primero pega dos veces", frase que malinterpretó el aspirante presidencial por Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, quien hace meses atrás peló el cobre de su cinismo y arrogancia con un coscorrón a uno de sus hombres de seguridad, convirtiéndose en comidilla de las redes sociales. Como si esto no fuera suficiente, el hombre de "genética presidencial" en un acto de desespero por remontar las encuestas que lo ubican en posición peligrosa, propina otro "golpe", esta vez contra su jefe, ese que le transmitió absoluto e impoluto poder para que manejara una de las chequeras más rentables del país. El divorcio de estas dos figuras de la "vida pública" empezó con consecuencias laborales para los de la escuadra de la "R" al revés, que hasta la fecha no entiendo su significado.
Da la impresión de que Vargas Lleras fuma demasiado o se trasnocha seguido, al menos eso dan a entender sus recientes actuaciones como candidato a la primera magistratura. Quién puede creer en un político que hasta el día anterior se presentaba como vicepresidente de Colombia, defendiendo los postulados del actual mandatario, hoy diga ser opositor del gobierno. De verdad que estas posturas reflejan ansiedad por conquistar un poder que desde su pedestal soñó y de paso, complacer el rancio consejo del abuelo materno. Esta voltereta filtra las intenciones del candidato cuya esencia en nada diferencia de Álvaro Uribe Vélez o Juan Manuel Santos, son los mismos conservadores que zambullen de acuerdo al PH de las aguas.
Mientras "golpe con golpe" se paga; otros, olvidando rencores politiqueros que un día pusieron a los colombianos a defender una supuesta ideología, hoy unen sus caprichos para enfrentar al enemigo del momento, así lo enseña la alianza Uribe – Pastrana. En fin, en esta fiesta carnavalera se mira todo tipo de disfraces y payasos, unos con mejor humor que otros que sonríen por no llorar. Todos preparados para iniciar la función, que indudablemente le arrancará risa a los analistas y provocará compasión en la multitud hipnotizada, esa que siempre asiste como invitada de piedra.
"Golpe va golpe viene" sin perder el propósito de perpetuar el clásico proselitismo en mentes seniles que jamás aceptarán cambios racionales en los procederes electorales, finalmente van acordes a intereses de los políticos tradicionalistas de siempre. Es un vaivén nada favorable a las intenciones y prioridades de la masa popular, esa que piensa distinto pero actúa a complacencia de sus opresores. Es un tire y afloje que decanta emociones encontradas, pero firme en el sostenimiento de un régimen político ufanado de democrático, quebrantando sutilmente cualquier principio de equidad y participación ciudadana.
"Golpes y golpes’ lloverán en adelante. A medida que se intensifiquen las campañas, las acciones bélicas serán pan de cada día, típico en una cultura antidemocrática y mafiosa que confunde un proceso electoral con política. Lógicamente que los protagonistas son conscientes de esta confusión que a través de la historia republicana les ha dado los mejores dividendos, conllevando a un pueblo sumiso a un callejón sin salida, siendo la única alternativa, apostarle a la repetidera sin medir consecuencias.
Como en ninguna parte del planeta, líderes cuestionados por las autoridades judiciales son protagonistas con gran opción para triunfar, hecho indiscutible para deducir que el pueblo es masoquista; entre más "golpes", mejores son los resultados en favor de "caudillos" sinvergüenzas que amplían su trayectoria, solidificando una telaraña muy difícil de eliminar. Cada vez se torna más complejo el panorama para las buenas intenciones. La visión clientelista de la mayoría de votantes no permite abrir paso a propuestas condescendientes a la urgencia comunitaria.
La confianza electoral se ha perdido y en un mundo convulsionado y cizañero como el colombiano se necesitaría exclusivamente de la voluntad popular para erradicar sistemáticamente el mal hábito transformado en cultura ciudadana; mientras tanto los "golpes" de la costumbre persistirán en una sociedad pasmada de indolencia y egoísmo.