Exigirle al médico es solo una cara de la moneda, una versión de la historia, que se completa cuando del médico le exige al paciente hacer su parte. Es una relación y, por tanto, tiene un doble sentido en la vía del entendimiento, apoyo y trabajo en pos de la curación.
¡Médico! exíjale a su paciente llegar con mente abierta, dispuesto, con la confianza plena. Transcurría una mañana normal en el consultorio, con cierta inquietud de base (ya me estaba dando cuenta pero no quería admitirlo) cuando un paciente se levanta con rabia de su silla una vez que le he negado un examen que solicitaba —por demás inoficioso para su patología— y dice: “Es que ya no se puede confiar en los médicos”. Por más explicaciones el paciente estaba cerrado, primaban sus emociones y no se dejó guiar. Cierto, yo no quería admitir la realidad que se venía gestando desde la aparición de la ley 100 en la que el paciente deja de ser el enfermo que busca ayuda y pasa a ser el cliente que sabe más que el doctor. Por eso, queridos colegas, debemos exigirle al paciente creer en nosotros cuando traspasa la puerta del consultorio y nos da la mano.
—Señora, usted no tiene síndrome de túnel carpiano, usted tiene fibromialgia.
—No doctor, usted no sabe nada, yo si tengo túnel carpiano.
Había llegado con la mente predispuesta al diagnóstico y tratamiento que ella quería. No había poder humano en que cambiara. Además si no era el diagnóstico que ella quería, perdería incapacidad y ganancias laborales. Diagnóstico de enfermedad profesional implica ganancias económicas y laborales que no se obtienen con una enfermedad común. ¡Médico! exijamos a los pacientes acatar diagnóstico así esté en contra de sus deseos. —En casos extremos el médico tiene la posibilidad de negarse a volver a atender un paciente—. Así lo hice luego de unos años de lidiar con la paciente cuya imagen todavía tengo en mi mente. También nosotros tenemos nuestros derechos.
—Señor, pero por qué no sigue usted el régimen prescrito.
—Ay doctor, es que se me olvida.
¡Cuál olvido! desidia en asumir la responsabilidad de su propio tratamiento. Los médicos lo llamamos “falta de adherencia al tratamiento” y es un problema de salud real. Entre el 26 % y el 70 % de la gente no cumple con la prescripción médica o lo hace a medias. Y luego quieren sentirse bien, ¡que paradoja! La falta de asumir las riendas de la propia curación es un problema de salud pública. Exigirle al paciente lo anterior es indispensable para llevar a cabo un tratamiento efectivo. Si no, ni regrese señor paciente. Quiero solo pacientes comprometidos consigo mismos y su salud, dispuestos a enfrentar cambios de vida que pueden generar temor al tiempo que llevan a curar y más aun, a sanar.
Finalmente, recuerden que el médico tiene compromiso de guardar la información “como si fuera secreto de confesión”. Decir la verdad completa respecto a una enfermedad o su origen es honestidad, transparencia, pero sobre todo orientar adecuadamente al médico, no despistarlo, ya que por un dato oculto el diagnóstico puede surgir errado en detrimento, en primera instancia y definitiva, del paciente mismo.