Aunque estamos en plena pandemia, aunque apenas se están aplanando las curvas de los casos infectados y de las muertes, ya hay cambios estructurales en la medicina que nos permiten ir creando escenarios e ir tomando decisiones en pos de una nueva medicina. Permítanme hacer el ejercicio de visualizar que pasará posterior a esta época del coronavirus 2020. ¿Será solo un deseo? O será también una realidad posible.
Lo primero es que se convierte en un derecho absoluto de todo ser humano y que no puede quedar a merced de compañías privadas, ni del comercialismo de ningún sector, ni siquiera de los mismos médicos, menos aún de las grandes farmacéuticas o de las compañías prestadoras de salud, etc. etc. Este derecho implica que el estado -que somos todos, donde todos aportamos- debe tener la capacidad de atendernos por igual, sin mayor o menor calidad, sin importar los ingresos económicos o la posición social de las personas.
Lo segundo es que la medicina debe pasar a ocuparse de la salud y no solo de la enfermedad; debe pasar a ser eminentemente preventiva; a crear en el ser humano un terreno donde la enfermedad no habite, y donde el bienestar se imponga por derecho propio. Tomar decisiones que pongan en primer plano la salud pública y el saneamiento ambiental. Los entes gubernamentales cambiarán su objetivo de control, por el de apoyo a iniciativas de este tipo.
Tercero, el ser humano debe asumir la plena responsabilidad del cuidado de su salud y no dejarlo en manos de los otros, de los que hacen negocio. Ya no voy a ir yo a que el otro me cure, voy a que hagamos un camino conjunto en pos de mantener mi salud o recuperar mi bienestar. Las decisiones sobre mi salud se toman en conjunto y no impuestas. Afortunadamente esto ya ha venido cambiando. Al existir un auto cuidado también debe existir una solidaridad sin límites, donde apoyemos a conocidos y desconocidos cuando estén pasando por una situación de malestar, de enfermedad o de proximidad de la muerte. No de palabra, sino de hecho.
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La salud sale del ámbito de los médicos, para convertirse en una creación social, humana, en su totalidad y obviamente en armonía con el medio ambiente
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Con estas consideraciones el currículum médico tendrá que cambiar dramáticamente, no solo enseñar tecnología, moléculas, genética y procedimientos, sino que debe centrarse en la empatía, la compasión, el acompañamiento al ser humano en todas sus dimensiones, desde lo espiritual a lo material, lo mental, lo emocional, lo físico, lo ambiental. El médico volverá por tanto a tener bases primordiales de arte, filosofía, espiritualidad, antropología, sociología, incluso economía, desarrollo sostenible ya que todo esto es primordial para crear un medio en el cual la enfermedad o no llegue o si llega llegue con menos fuerza y virulencia.
El vuelco de la medicina es a rescatar el humanismo como principio básico de querer evitar el sufrimiento de los demás, lo cual es lo que ha motivado a las personas dedicadas a esta profesión desde milenios atrás. Y el sufrimiento se mitiga mirando a los ojos, tomando de la mano, llorando al unísono o sonriendo en el trío médico-paciente-familia.
Como la muerte tendrá que arribar en algún momento el médico estará preparado para decir: sí, es el final, acompañémoslo en este momento, dejémoslo morir, con un buen morir.
Podrán decir que es muy pronto para escribir esta columna, que todavía estamos en plena crisis, pero ¿para qué es este momento? ¿para qué sirve el aislamiento? ¿para qué será? Si no es para crear un mejor futuro.
Dicen por ahí que si no cambia el capitalismo salvaje muere la humanidad. Permítanme acogerme a esas palabras para decir que si no cambia el capitalismo salvaje en la prestación de servicios médicos, nunca va a haber salud para todos, como es el objetivo planteado por todas las naciones.
Médico fisiatra. Medicina del alma