La medicina de precisión, también llamada medicina personalizada o medicina de sastre, parece ser precisamente o “preciosamente” costosa. Es obvio que si queremos una medicina, un diagnóstico y tratamiento médico, para nuestra situación personal y particular (o sea para nosotros o para unos pocos humanos casi idénticos a nosotros) eso va a costarnos más. Y no me refiero a la conocida situación en nuestra sociedad cuando una consulta particular es más cara.
Medicina de precisión es la novísima y futurística manera de diagnosticar y tratar que se implementa tras exámenes genéticos y de laboratorio que encuentran mutaciones personales en nuestros procesos patológicos. En otras palabras usted no tiene simplemente cáncer de seno, o pulmón o colon sino una mutación X que explica la aparición de su tumor maligno. Para esta situación particular se le ofrece un tratamiento que sólo sirve para esa minoría de enfermos que comparten la mutación X con usted.
Por ejemplo, comúnmente hablamos de cáncer de mama en las mujeres (y también infrecuentemente en los hombres, pero ése es otro tema) Según reportes recientes ese “cáncer de seno” es un grupo de once enfermedades con distinta causa, distinto riesgo de recidiva y probablemente diferente tratamiento en el futuro. El profesor Carlos Caldas de la Universidad de Cambridge anota: “Dejemos de hablar ya del cáncer de seno como una enfermedad única, es una constelación de varias enfermedades” Para distinguir estas diferentes condiciones necesitamos pruebas de laboratorio que separen unas de otras. Por ahora podemos distinguir algunos tumores que tienen más riesgo de regresar luego de ser tratados pero necesitamos nuevos protocolos oncológicos y drogas para enfrentar esta situación. Aún no los tenemos.
Muchas de esas drogas son diseñadas y probadas en cultivos celulares y otros micro ambientes biomoleculares especiales, lo cual aumenta exponencialmente su costo y precio. Esta nueva medicina también es llamada en inglés “taylored medicine” que podríamos traducir como medicina de sastre o medicina hecha a la medida. Extendiendo la metáfora podríamos decir que los medicamentos y tratamientos pasarán de ser prêt-à-porter de cualquier botica a haute couture de laboratorio diseñados para nuestra situación biológica particular.
En noviembre pasado la FDA, el “Invima” gringo, aprobó una droga, llamada Vitrakvi, para tumores malignos que comparten una fusión de dos genes llamada NTRK. Se usaría en algunos pacientes con cánceres de tiroides, pulmón y otros de cabeza y cuello que presenten esa particularidad genética. Según el Washington Post la empresa fabricante y su socio, una poderosísima farmacéutica mundial, calculan que el costo mensual por paciente adulto sería 32,800 dólares (150 millones de pesos colombianos) Para niños 50 millones al mes.
Se defienden estas cifras anunciando que para el ciudadano con un buen seguro de salud le saldría todo por unos 20 dólares al mes. Entonces, de acuerdo a esta explicación, el resto lo cubriría el sistema de salud o todos los demás asegurados o el gobierno. Pero por un lado u otro nosotros los ciudadanos lo pagaremos al final con impuestos o primas de seguro. No nos engañemos, nadie regala nada. La “buena noticia” en éste “milagroso” y alarmante anuncio es que sólo 2,000 o 3,000 enfermos al año en los EEUU necesitarían la droga. En Colombia podrían ser 200 o 300 los beneficiarios de este costoso progreso médico.
El año anterior se aprobó otra droga milagrosa para varias neoplasias, entre ellas algunos melanomas diseminados, que compartían otra característica genética. Ese medicamento es inmuno-terapéutico. Probablemente un anticuerpo contra alguna característica molecular de ese grupo de cánceres. Los médicos que han usado estos medicamentos “biológicos”, y ya hay varios en el mercado, conocen el alto precio de ellos.
Pero volvamos a considerar un problema fundamental, e insoluble, de la medicina de precisión: va a ser irremediablemente cara. La droga recientemente aprobada sirve para dos o tres mil casos al año en EEUU. Al mismo tiempo hay cientos de miles de casos similares, no iguales, para los que no sirve. Cualquier enfermedad es un mosaico de casos individuales: unos más avanzados, otros menos avanzados, unos con ciertas características genéticas, otros con distintas características genéticas, unos ya tratados (las células y los microbios desarrollan resistencia a medicamentos cuando se enfrentan a ellos) otros nunca tratados. Los investigadores pueden intentar desarrollar fármacos para todas estas distintas situaciones. Pero los grupos en los que sirven estos tratamientos son siempre menores que el total de enfermos. Y comprobar la no toxicidad, ausencia de efectos secundarios y eficacia del tratamiento es cada vez más difícil si la muestra de pacientes es pequeña. Además ¿con quién comparamos el efecto de la droga? ¿con enfermos que tienen características e historias clínicas distintas? Todo eso hace que la investigación de estos medicamentos diseñados para situaciones particulares es larga y costosa. Justificándose así su altísimo precio en el reducido mercado de potenciales beneficiarios.
Todo nace de la aspiración, muy humana, de encontrar un remedio a nuestras enfermedades. Pero recordemos que nadie nos ha probado el axioma que en algún lugar existe un remedio para todas nuestras enfermedades personales o universales. Hay procesos patológicos tan azarosos, lo que tiene que ver con la suerte, o caóticos, lo que tiene que ver con el desorden, que es imposible dar marcha atrás. Aunque siempre haya existido el mito de panaceas que curan todas nuestras enfermedades.
Las nuevas drogas diseñadas para grupos pequeños de pacientes con características genéticas idénticas son extremadamente costosas. ¿Las financiamos o no? Esta es una discusión que la sociedad debe llevar a cabo urgentemente. Porque seguro que las farmacéuticas nos las venderán con dramática publicidad médica.