El título de esta columna puede sugerir al lector que vamos a hablar de Robin Williams (q. e. p. d.) y su suicidio. No, el tema principal no es los millones de pacientes deprimidos, descuidados o malcuidados en nuestros sistemas de salud y países de todo el mundo. Dicho sea de paso sería conveniente no discutir obsesivamente en los medios masivos el suicidio de celebridades pues esto induce algunos a pensar que la manera más retorcida de volverse famoso es suicidarse. Varias veces se ha descrito que la estridente publicación de noticias de suicidios célebres aumenta la incidencia de esta dolorosa conducta. Sobre todo en adolescentes. Y todos somos adolescentes en estos días si juzgamos por nuestras páginas de Facebook.
Quisiera comentar aquí más bien la infelicidad rampante de los profesionales de la salud. La llamo “medicada” intentando traducir el título de un excelente libro que se acaba de publicar: “Doctored: The Disillusionment of an American Physician” (Medicado, la desilusión de un doctor norteamericano. Farrar, Straus and Giroux, 2014) del internista cardiólogo Sandeep Jauhar. Cuando yo era un joven estudiante de medicina me encontré con un médico mayor en el patio central de una antigua casa de Palmira, Valle, y recuerdo con precisión la conversación. Me decía aquel colega mayor que no le recomendaría a sus hijos estudiar medicina y si pudiera volver atrás el tiempo tampoco lo haría él mismo. Sentí el comentario como una bofetada a mis ideales juveniles y el rubor de mis mejillas era en parte por ira. No entendía entonces cómo un profesional podía pensar así de su oficio. El autor del libro que reseño cita estudios actuales mostrando que solo el 6 % de los médicos que ejercen hoy tienen una visión positiva de su trabajo diario. Quizás en mi juvenil optimismo estaba equivocado hace casi cuarenta años en Palmira pero aún ahora me niego a ser tan negativo. Creo en el futuro de la medicina y por eso todavía intento enseñar el “arte” como la llaman los textos hipocráticos a mis jóvenes estudiantes.
En parte el libro es un sincero esfuerzo para narrar como el autor pasó de ser un joven médico idealista a uno de mediana edad permanentemente angustiado. Y en esa “confesión” como las de Agustín de Hipona quisiera encontrar la “redención” de algunos de sus errores. Por ejemplo, al trabajar en medicina académica sus ingresos no eran suficientes para sus expectativas familiares. Entonces empezó a ayudar los fines de semana a un cardiólogo poco ético que pedía exámenes en exceso y hacía procedimientos innecesarios para ganar más dinero. Este médico le repetía: “he tratado de ejercer una medicina ética pero eso no paga”. Lo despidieron de ese puesto porque no producía lo suficiente. Narra después que viajó por todo el país promocionando una droga financiado por el laboratorio que la producía e investigaciones posteriores mostraron que el fármaco era inseguro Se le cerró esa fuente de ingresos y satisfacciones pues se sentía importante dando esas conferencias y las representantes del laboratorio flirteaban con él. Nada muy distinto a nuestro aceptar invitaciones a congresos en Cartagena con rumbita ligera incluida.
Mas allá de las confesiones personales del autor es evidente entre los médicos un estado de infelicidad continua que el común de las personas a veces no percibe. Y no es por los salarios bajos. En cualquier sistema de salud, por malo que sea, van a existir individuos que se aprovechan de la situación y hacen mucho dinero. El profesor Julian Le Grand de London School of Economics divide a los ciudadanos actuales en Caballeros, Pícaros y Peones. Añade Reinas en el análisis pero debe ser por su herencia británica, aludiendo quizás al privilegio histórico aceptado de algunos miembros de la sociedad. En todo caso los Caballeros son aquellos individuos que tienen como norma de vida social la virtud. Los Pícaros tienen como norma su nivel de ingresos y la satisfacción de sus deseos. Los Peones son quienes se limitan a seguir normas e instrucciones sin discutirlas ni alborotar. Según el autor del libro que reseñamos los médicos fueron vistos tradicionalmente como Caballeros, hoy se les ve como Pícaros y el sistema espera que seamos Peones en el futuro.
Esto en nuestra cultura donde damos inusitada importancia a la salud por la “medicalización de la vida” (concepto que popularizó Iván Illich en su clásico Némesis Médica, 1975), esperando todos sistemas de salud perfectos. Y en las publicaciones de expertos en salud, en las reuniones de expertos en salud, en las propuestas legislativas de expertos en salud frecuentemente no se tiene en cuenta la infelicidad rampante de los profesionales de la salud. Nos sentimos médicos, enfermeras, odontólogos y otros como saco o pera de boxeo entre argumentos y discusiones. Por eso he escogido Medicada, prescrita o recetada, Infelicidad como título.