A las 5:50 p.m. del 27 de octubre de 2019, hace cuatro años, el ganador de la alcaldía de la ciudad en la contienda electoral de ese domingo escribía en su cuenta de Twitter (hoy X) una frase que mantuvo fija allí hasta hace poco: "la esperanza derrotó al miedo".
Solo Dios sabía lo que estaba por venir cuando muchos medellinenses leíamos con temor y recelo esa declaración de triunfo. Ya todos lo sabemos, y no solo Dios: ninguna esperanza, más bien todo el miedo, en un infame gobierno que empezó ese mismo día a calcular milimétricamente cómo desmantelar nuestra ciudad.
Lo peor fue que el gran latrocinio no solo fue dejando a Medellín sin recursos, sino que sus tentáculos alcanzaron incluso al orden, la armonía, la estabilidad y se atrevieron a amenazar los principios sobre los que se asienta nuestra identidad.
La falacia consignada ese día a esa hora en esa red social resultó ser una burla cínica que más bien anunció una noche horrible: el saqueo prolongado y sin escrúpulos a nuestra bella ciudad empezó a consumarse. Corrompió estructuras, dañó instituciones, quebró los soportes que hacían de Medellín lo que era. Destruyó la unidad que cuidábamos y con la que la tripleta academia - empresa - gobierno mantenía a Medellín como la ciudad líder que siempre fue.
Pero como no hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla, esa horrible noche acabó y esperamos ver de nuevo amaneceres promisorios de orden, progreso y paz.
La reconstrucción de Medellín costará y se tardara; pero el 29 de octubre pasamos la alta factura en las urnas y la vida, que es justa, se encargará de hacer pagar a los que con argucias y mentiras hicieron estragos en la ciudad. Anhelamos el retorno del orden, la tranquilidad, la transparencia, la honestidad. Y creemos, esperanzados de verdad que así va a ser.
Ya el miedo no va más porque la verdadera esperanza lo derrotó. Medellín volverá.