Medellín: ¿entre un alcalde rebelde y un “alcalde fantoche”?

Medellín: ¿entre un alcalde rebelde y un “alcalde fantoche”?

Mientras Quintero radicaliza su defensa en las calles, el excomisionado avanza en una serie de reuniones con el Gobierno nacional y gremios críticos a su antecesor

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
mayo 26, 2022
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Medellín: ¿entre un alcalde rebelde y un “alcalde fantoche”?
Fotos: Archivo

Si Duque quisiera podría resolver rápidamente la crisis institucional que viene sacudiendo a Medellín. Y lo podría hacer tomando una decisión exprés: elegir una alcaldesa de la terna enviada por el movimiento Independientes. Algo que no le tomaría ni cinco minutos en su apretada agenda de viajes internacionales. Así lo hizo tras la suspensión del gobernador Aníbal Gaviria, nombrado ipso facto a su entonces secretario de Gobierno y hombre de confianza.

Pero frente a Quintero el presidente optó por dilatar esa decisión (con la excusa de “estudiar” a profundidad las hojas de vida de las postuladas), para así darle más tiempo a su alcalde encargado (quien cumple su sueño juvenil de sentirse alcalde de Medellín) y permitir que la Contraloría avance en una auditoría forense.

Así, el uribismo castiga la rebeldía e intransigencia de Quintero, ese alcalde “problema” que ya no cuida las formas y se la pasa cuestionando al presidente.

Pero la relación de Duque y Quintero no siempre fue problemática, solo hay que recordar que iniciando su mandato el alcalde solía afirmar que Duque era una “buena persona” y esa cercanía le resultó determinante para la estructuración del Conpes que dio vía libre al Metro de la 80 (una de sus principales banderas).

De esa forma, Duque le otorgó una importante victoria política a Quintero y de paso desestimó a los sectores de derecha que afirmaban que avanzar en esa obra resultaba inviable; inclusive, Quintero no pintaba tan antiuribista por esos días, solo hay que recordar que se solidarizó con Uribe cuando la Corte Suprema le decretó la detención preventiva. ¿A qué se debió esa solidaridad?

Mientras Duque estudia las hojas de vida de las postuladas (creo que por primera vez estudia una hoja de vida que no está relacionada con alguno de sus amigos), Juan Camilo Restrepo se asume como alcalde y no ve problema en referirse a Quintero como su “antecesor”. Y ese antecesor tampoco ve problema en tildarlo de “fantoche”, usurpador y Guaidó.  

Son los dos protagonistas de un show sin precedentes en la historia de Medellín; una ciudad donde tradicionalmente el alcalde gozaba de una altísima favorabilidad y los choques con el Gobierno nacional eran más bien escasos, pero Quintero llegó intempestivamente para cambiar esa historia y de paso romper con un esquema de cooptación empresarial vagamente llamado gobierno corporativo (otra de sus banderas).

Según Juan Camilo Restrepo, su llegada a La Alpujarra representa una apuesta por la institucionalidad y por la unidad de la ciudad. No lo ve como una imposición de Duque o si acaso se preocupa por pedirle al presidente que nombre rápidamente a una alcaldesa encargada. Tiene claro que debe sortear con un gabinete en piloto automático, un “antecesor” indignado que parece que se volvió a asumir en campaña (con la mirada más puesta en sus posibilidades de cara al 2026) y una ciudadanía que no termina de asimilar lo que viene pasando en su ciudad.

Una pregunta habitual que ronda en las calles es: ¿cuándo se jodió Medellín? o más bien y para honrar el tradicional orgullo paisa, ¿cuándo se jodió la tacita de plata?

A la par que Quintero radicaliza su defensa en las calles, el excomisionado para la paz (sin ningún mérito en esa Oficina) y alcalde “fantoche”, en una pretensión autoindulgente de otorgarse legitimidad, avanza en una serie de reuniones con el Gobierno nacional (del cual sigue formando parte) y con los gremios críticos a su “antecesor”.

Así, va trazando la línea de continuidad de su único “legado” en La Alpujarra y refuerza su perfil como el hombre que “llegó para salvar a Medellín” (también pensando en una eventual aspiración); sin embargo, los alcances de ese “legado” solo se podrán apreciar en los resultados de una auditoría forense que se asemeja más bien a un ajuste de cuentas del uribismo (a instancia de la procuradora del gobierno) contra un alcalde que dejó de cuidar las formas y se asumió en rebeldía.

 

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