Es un hecho que la torpeza política de un individuo queda demostrada en la actualidad, cuando recurre a las obsoletas categorías de izquierda y derecha para analizar alguna situación del acontecer público en la actualidad.
Desde que estas categorías se formularon, cualquier perico de los palotes ya se cree con el suficiente criterio intelectual para analizar bajo la lupa de esta dupla categórica que se convirtió en la fórmula mágica para entender todo a nivel político. Nada más lejano de la realidad.
Cuando aceptamos estas dos categorías como las únicas existentes es como si aceptáramos un gran acopio de condiciones casi comparables a las características de un programa de computadora que no se deja personalizar.
Bajo estas premisas, si eres de izquierda, tienes que apoyar el aborto, que no es más que el asesinato de niños no paridos; tienes también que apoyar el feminismo radical que pretende convertir a las mujeres en seres chuchumecos sin belleza a la vez que generar odios entre ambos géneros; tienes que apoyar el hecho de que seres extraños salgan a la calle a bailar desnudos a la vista de niños, porque que si no, eres homofóbico; tienes que, por su puesto, apoyar y ejecutar el consumo de drogas y alcohol de forma desmedida, a la vez que sales a marchar para conseguir un sueldo digno, o por el derecho a una sistema de salud eficiente, derecho a acceder a la educación pública de calidad que me permita superar la pobreza y de la ignorancia, y por un derecho a pensionarme con un ingreso suficiente cuando mi vejez ya no me permita trabajar. Si eres de izquierda y apoyas una de estas cosas, tendrás que apoyar todo el paquete completo porque si no, entonces eres fascista, retrogrado y demás estupideces de los discursos totalitarios de la izquierda.
Por el otro lado, si eres de derecha, entonces tienes que apoyar el no al proceso de paz, tienes que apoyar que solo exista la religión cristiana, tienes que apoyar a la clase política dominante y sus permanentes robos, tienes que apoyar el progreso económico por encima de creencias ancestrales de grupos indígenas, tienes que apoyar el robo diario y permanente de los bancos, tienes que rechazar al que protesta, tienes que rechazar al candidato que se opone a los de siempre, tienes que ser pro Estados Unidos; a la vez que manifiestas tu interés en que se protejan las familias y sus valores, los escenarios públicos, el derecho a la propiedad privada, la posibilidad de tener ambiente adecuado y tranquilo para criar una familia, tu derecho sagrado a practicar tu religión. Si eres de derecha, entonces tendrás también que aceptar todo el paquete y si no, entonces eres un rojo, un fariano, un izquierdoso y demás estupideces de los discursos totalitarios de la derecha.
La ciudad de Medellín hoy se encuentra en una encrucijada de este tipo por culpa de estos dos discursos retrógrados, torpes, miopes y totalitarios.
Cuando un alcalde como Daniel Quintero, el actual burgomaestre de la ciudad de Medellín, espera hasta el último momento para hacer uso del ESMAD, los energúmenos de la derecha brincarán porque les parece demasiado izquierdista tal medida, a la vez que cuando el mismo alcalde anuncia un protocolo de acción del ESMAD, en el que estipula que cuando se presenten explosiones en las instalaciones de la universidades públicas, la fuerza del Estado deberá entrar para prevenir desmanes, veremos a los energúmenos de la izquierda chapaliar y etiquetar al mandatario de fascista.
Las categorías de izquierda y derecha son causantes de una ceguera moral y obstáculo para el progreso de cualquier nación. Es imposible que un país avance si no se puede poner de acuerdo en lo mínimo.
¿Y qué es lo mínimo? Lo mínimo es el orden, así como también lo mínimo es que cada ciudadano pueda vivir con dignidad. Si por preservar el orden se pasa por encima de la dignidad de la gente, este orden debe desafiarse y desaparecer, de la misma manera que si algunos individuos, amparados en el derecho a reclamar dignidad para la gente, establecen una dictadura de caos y devastación, incluso contra las pocas instituciones que nos dan dignidad, como lo son las universidades públicas, las fuerzas del orden público deben imponerse.
Las universidades publicas deberían ser respetadas como algo sagrado y quien atente contra ellas, sus personas e infraestructura deberían recibir todo el peso de la ley y de la condena de la opinión pública, pues con actos como estos se pone en peligro la dignidad de la sociedad y esto no es pensamiento fascista.