♫ Medellín, viva la tierra paramilitar no joda, que vivan los paracos ♫
En el centro de Medellín, exactamente en la plazoleta de las torres de Bomboná, común espacio de socialización de jóvenes y adultos, rodeado de bares y restaurantes, una pareja discute. Él rompe una guitarra que lleva consigo y sale a caminar, ella le desgarra la camisa tratando de detenerlo, él en su empeño se retira y regresa al cabo de unos minutos. Entre tanto, en la escena aparece un personaje de unos diecisiete años, camina de un lado para otro y conversa naturalmente con el vigilante privado del sitio y sin que este se moleste en absoluto, procede a quitar el bolillo, cachiporra, garrote o bastón de mando que el celador posee por dotación de su empresa de vigilancia, se dirige al joven que discutía con su pareja y le hace la siguiente advertencia: “Sabe qué parcero, o me deja el escándalo o lo acuesto, yo soy de una Convivir. No se va a hacer acostar.” Ante esto, el joven recoge sus cosas y desaparece. Quien se identificaba como integrante de una Convivir le devuelve la macana al vigilante y se queda hablando con él durante un rato.
Las relaciones entre empresas del sector de la seguridad privada con estos grupos armados ilegales son bien conocidas por el Estado, pero poco se hace al respecto. Uno de los casos más conocidos es el de la otrora Miro Seguridad Medellín. (Ver enlace)
Estas bandas fascistas, al servicio de los comerciantes, sectores acaudalados y gobernantes de Medellín no son nuevas. Legalmente se permitió su creación por el decreto 356 de 1994 del gobierno de César Gaviria, pero fue el gobernador de Antioquia en esa época, Álvaro Uribe Vélez, su mayor impulsor y promotor. Desde su nacimiento eran en esencia lo que son hoy: grupos paramilitares compuestos por sicarios, solo que en ese primer momento su naturaleza fue principalmente rural, con esto, no desconozco otros antecedentes históricos previos.
Posteriormente, las Convivir se desarrollaron en distintos bloques de las AUC que se instalaron en la ciudad con el apoyo del Estado mediante campañas militares como la Operación Orión, acometida con la anuencia del entonces alcalde de Medellín Luis Pérez Gutiérrez, hoy gobernador; y aunque hubo una desmovilización formal en 2006, en realidad sus semillas siguieron germinando, porque tienen una naturaleza política de defensa violenta del orden social, así como vínculos con sectores militaristas y privilegiados de la sociedad antioqueña. No son meramente grupos delincuenciales como se les describe para ocultar su naturaleza. ¿Cómo explicar entonces que un esquema policial de “cuadrantes” coexista en el mismo tiempo y espacio con un esquema zonal de grupos de Convivir?
No es de gratis que empresas del Grupo Empresarial Antioqueño como Argos y Postobón estén en la lista de empresas a ser investigadas por promover el paramilitarismo.
La sociedad medellinense es una sociedad permisiva y justificadora de las Convivir. No se trata solo de un aparato armado y económico, sino de un dispositivo cultural. El pensamiento de los medellinenses está cargado de conservadurismo, violencia y fanatismo religioso.
Federico Gutiérrez dedica toda su atención a perseguir ladronzuelos de esquina, cosa que le sienta muy bien a su imagen mediática, pero ni una sola alusión hace a estos grupos que ejercen como para-estado: cobran impuestos, disponen del espacio público y “disciplinan” a los ciudadanos con amenazas, golpizas y asesinatos. En la zona de comidas rápidas aledaña a la Universidad de Antioquia, los vendedores explican que estos grupos les han “prohibido” a los habitantes de la calle pedir comida a los comensales, todo con el ánimo de no incomodar a los clientes y que no se vea afectado el negocio. Esto ocurre escasas cuadras de una estación de policía y no lejos del bunker de la Fiscalía.
La razón por cual no existe persecución alguna contra estos grupos es, además de sus nexos con el Estado y los grupos económicos, que no hay alcalde capaz de controlar la ciudad sin su poder, así esto requiere someter a la población a su bota sicarial. Hay que recordar el gobierno de Fajardo, en que se decía jocosamente que no había gobernabilidad sino "Bernabilidad".
En el Barrio Aranjuez-Santa Cruz, uno o dos jóvenes de alrededor de veinte años llegan en moto a cada negocio preguntando en tono amenazante: “¿Desean colaborar con la vigilancia, nosotros somos los que cuidamos por aquí?”, esto para los nuevos negocios, en caso contrario dicen: “Venimos por lo de la vigilancia”. El impuesto se paga los domingos o sábados y su valor es diferencial dependiendo del establecimiento comercial.
Las Convivir establece cuotas distintas dependiendo de las ventas proyectadas de cada local o de la inversión inicial realizada, que puede ir de cinco mil a veinticinco mil pesos semanales por establecimiento. Al indagar a uno de los comerciantes del sector sobre qué pasa si no se paga este impuesto él responde: “le pueden robar o le hacen un daño” refiriéndose a la Convivir misma. En el mismo barrio, los alimentadores de Metroplús deben esperar a que los funcionarios de los peajes instalados por las Convivir y que se encuentran en cada esquina, les concedan autorización para continuar su recorrido.
En Manrique Central, hombres sin distinciones policiales o de empresa de seguridad privada legal alguna portan chalecos grises y negros que dicen “SEGURIDAD” deambulan por el barrio escudriñando a todos los transeúntes con la mirada y recientemente han cundido la voz de que no se puede estar en la calle luego de las nueve de la noche.
No hay expresión más demostrativa que hacerse llamar o nombrarlos “los que cuidan” porque permite lavar el maquillaje con que ocultan su verdadera naturaleza política ultraderechista: sacrificamos su libertad en pro de su seguridad.
Una ciudad donde la cultura está paramilitarizada y traquetizada, como es la cultura paisa, donde el estado local coopera con el paramilitarismo y la delincuencia, capital de un departamento donde el gobernador es enemigo declarado de la paz y no dice una palabra sobre la forma en que grupos paramilitares asesinan líderes sociales, no podría ser ambiente más adverso para la paz. ¿Serán Medellín y Antioquia obstáculos al futuro de Colombia y a su propio futuro?