Constantemente, los noticieros nos abruman con las millonarias inversiones y los logros alcanzados en materia de seguridad en Medellín, con la disminución de las tasas de homicidios y con la captura de importantes eslabones criminales en la cadena de distribución de drogas, plazas de vicio, etc. Pero en realidad, esos informes solo son bellas palabras que esconden lo evidente, y es que la ciudad, por más innovadora que la quieran mostrar, no le pertenece ni a la administración y mucho menos a sus habitantes. Le pertenece a un montón de combos de asesinos que pululan por todas partes en la ciudad y sus barrios populares.
La mayoría de quienes habitamos y caminamos a diario este territorio hostil y violento llamado Medellín, que ha sido nombrada la ciudad más innovadora del mundo, como si con los títulos y premios que le otorgan se pudiera vivir en paz y la vida de miles de jóvenes de los barrios se hubiera podido preservar, si así hubiese sido entonces valdría la pena que le endilgaran tan noble título.
Si Medellín es la ciudad más innovadora, lo es en cuanto a los mecanismos sofisticados que utiliza para excluir, para reproducir la pobreza, para permitir que miles de sus habitantes sean a diario violentados y sometidos por los combos y bandas para imponer su ley.
Somos muchos los jóvenes de esta ciudad que vemos día a día nuestros sueños truncados, sin posibilidades de estudiar porque no tenemos como pagar, sin poder trabajar porque no hay título, ni rosca, ni oportunidades reales de salir del desempleo masivo, precario y del rebusque que tienen que hacer miles de jóvenes en esta ciudad.
Las opciones y respuestas al “no futuro” de esta generación las están ofreciendo o imponiendo las mal llamadas bandas o combos criminales, esas que con los años se hicieron las verdaderas dueñas de la ciudad con la complicidad de la policía en los barrios y comunas. Capaces hoy de dominar, controlar e imponer su ley del sicario sin que la administración, las autoridades de policía, la fiscalía y la justicia asuman seriamente el alcance y dimensión de este cáncer que carcome lentamente la vida de miles de jóvenes y familias de esta ciudad.
Por el contrario, pareciera que el papel de las autoridades de esta ciudad en el control territorial y el sometimiento a los verdugos de las comunidades es más por cumplir con cifras y estadísticas de disminución de la criminalidad, noticias con que nos abruman los noticieros a diario, pero que en realdad terminaron en una amalgama descompuesta que hoy parece indestructible.
La Medellín que muestran y encuentran los turistas de museo es una, la frívola y brillante, de esplendorosas empresas y empresarios pujantes; pero la verdad es que existe otra, la ciudad del rebusque en la que viven miles de jóvenes y familias, la ciudad de los ilegales y criminales organizados y distribuidos en combos por barrios y comunas, esa ilegalidad sicarial que construye a diario fronteras invisibles y que por décadas nos ha dejado una estela incontable de muertos, dolor y sufrimiento. Pese a los intentos por maquillar esa otra Medellín, la cruel, criminal, sicarial, informal, prostituta ella sigue ahí presente, inamovible en la cotidianidad de sus gentes.
Producto de la ley de la muerte que nos imponen los combos en los barrios, el martes 10 de marzo fueron asesinadas 6 personas en Medellín, vidas que para la administración solo significan estadísticas y hechos aislados. Cómo puede una ciudad ser tan indolente y pasiva, ver a sus hijos desangrarse y matarse unos a otros, y después presentarlo en las noticias y los reportes de la alcaldía y la policía como hechos aislados? Aislados de qué? De qué puede estar aislada la muerte de 6 jóvenes en Medellín?
Así transcurre la vida en esta villa de Medellín, renovada urbe que se debate entre la modernidad y la barbarie, entre la vida y la muerte. Ensimismada entre las iluminadas avenidas, los edificios modernos y pasarelas de moda, entre el poder y la acumulación de dinero en pocas familias, las únicas cosas en las que logró innovar, al tiempo que aprendiéramos todos a normalizar la muerte. Sin embargo muchos nos negamos a aceptar como conducta normal el asesinato de jóvenes, y es por esto que seguimos soñando que este país puede llegar a ser diferente y puede ofrecerles otras oportunidades a sus hijos, distintas a la guerra irracional en que seguimos.
Medellín: agujero negro de la muerte
"Somos muchos los jóvenes que vemos en esta ciudad nuestros sueños truncados"
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