Sí, eso que todos niegan por ser vergonzante, yo lo admito. Es que debe ser así, pues mire cuál fue mi pensamiento y sentir al conocer una noticia que más adelante les comento.
Debo envidiar a quienes tanto tienen. Ya que yo, en cambio, simplemente "soy". Esto último, totalmente devaluado en estos tiempos.
Y, como buen envidioso, voy a destilar mi sutil veneno verbal. Vayamos a la noticia.
"Asaltan restaurante en Bocagrande y roban un Rolex en el centro comercial La Mansión". Rezaba el titular de un medio local.
Hablamos de uno de los sectores altamente estratificados de Cartagena de Indias, donde se supone no deberían suceder este tipo de situaciones.
Pero la miserable clase política que nos gobierna, en vez de combatir la delincuencia, la ha democratizado. Ahora, en todos los sectores y estratos, puedes ser asaltado; o peor aún, asesinado mientras ocurre.
¿Un Rolex en esta época? Y lucirlo en plena vía pública. Pero claro, que estúpido soy a veces. Para eso los adquieren.
Hay que carecer de mucho "ser" para que, en estos tiempos superfluos y banales, tener uno de estos adminículos sea posibilidad siquiera. Peor aún, en algunos casos, prioridad.
¿Qué tan poca cosa se ha de sentir un personaje para tratar de suplir tal complejo con uno de estos costosos relojes?
¿Cómo se sentirá estar sin él? Hablo de lo importante, el Rolex, claro está. No de la persona.
Debe ser aterrador despertar un día y descubrir que toda mi inválida autoestima se encuentra sin aquel soporte vital. El Rolex.
Y, lo peor, no poder ser ya el más, el superior; entre la caterva de imbéciles y superfluos que también se deslumbran con el costoso tic tac.
Oh, Dios, de un momento a otro, aquel propietario del costoso reloj de pulso ha descubierto que no es nadie.
El objeto Rolex puede ser sustituido por: casas, joyas, viajes, autos de lujo, y un extenso etcétera.