Creí que todo estaba perdido y que los jóvenes habían nacido castrados de ansias de justicia. Además, conceptuaba que mi trabajo como docente había ido a la basura y que era una inutilidad por la que recibía un salario. Sin embargo, hoy me quito el sombrero.
Nada que envidiar a las gestas históricas de las que leíamos de un lejano pasado glorioso, que de los mercados fueron en avalancha arrasadora hacia la Bastilla. Nada que envidiar de lo que fue testigo el pequeño e insignificante puente de Boyacá. Nada que envidiar a las escaramuzas del Botón de Leiva.
Desde las demás lomas, vemos a un Cali enardecido que se levanta heroico contra sus victimarios. El ejemplo cunde y otras lomas le siguen el ejemplo. Las balas y las amenazas no los detendrán porque saben que este es el único y máximo momento de efervescencia y calor.
Las cadenas ya no son un dibujo. Dejaron huella en todas las generaciones incluida la nuestra. Inspiran para que no se vuelva a repetir. Dulce caña que abraza a nuestros jóvenes mártires. Ellos serán miel para otros que os lo agradecerán.
¡Viva la juventud, no me joda!