“Sigue tu corazón, y nunca te equivocarás” le dice, si no estoy mal, el fantasma de Mufasa a Simba en esa famosa escena del Rey león.
Simba, siguiendo el consejo de su padre, se da cuenta de que debe enfrentar su destino (de que en el fondo quiere hacerlo, y lo que tiene es miedo) y decide asumir su papel como rey.
Yo toda la vida he tenido la impresión de que mi corazón, en cambio, es menos claro, y que saber qué quiero (desde qué quiero almorzar a qué quiero hacer con mi vida) o, más bien, qué dice mi corazón se me complica montones.
Por un lado, siempre está siempre lo que debería querer (según otras personas, según una opinión que me inventé yo misma, según las circunstancias, lo que sea), los pros y contras objetivamente hiperanalizados de cualquiera que sea la decisión que estoy tomando y, por supuesto, lo que en algún lugar quiero yo.
¿Cómo superar las dudas existenciales, alimenticias, amorosas? Esa es la maravilla de la Mágica Bola del 8. Inicialmente, se sacudía el artefacto (tengo algunos amigos que todavía tienen una) mientras se formulaba concreta y claramente una pregunta a la que le cupiera como respuesta un si o un no, se cerraban los ojos, se hacía fuerza en el estómago y ¡tará! la respuesta. Yo, hoy en día, escribo mi pregunta, hago click en “recibir tu respuesta” y, ¡tará! mi respuesta.
¿De qué me sirve el ejercicio anterior? De varias cosas:
- Me obliga a detenerme y pensar mi duda desde otra perspectiva, desde cuál es la pregunta que voy a hacer. ¿Qué es lo que me intriga, me molesta, me asusta, me da curiosidad?
- Si es sobre “el futuro” me fregué, porque la bola puede tener tanta razón, cómo no. Me sirve es si voy a tomar alguna decisión o si quiero saber qué siento u opino respecto a algo. Si descarto la duda en este paso, puedo seguir con mi vida porque no hay nada que hacer.
- Luego de la introspección en busca de la pregunta, y asumiendo que no descarté nada en el paso 2, tengo que formularla de forma tal que las respuestas que me va a dar la Mágica Bola del 8 tenga sentido. Las opciones son: Si, No, Es muy probable, Poco probable, Mis fuentes dicen que no, Todo parece indicar que sí, Pregúntame luego, Concéntrate, etc. Así, mi pregunta debe ser concreta y debe ir directamente al grano.
- Hasta este momento, encontrar mi pregunta ha hecho
a) que me entretenga
b) que haya dejado de ver con tanto drama mi problema (¿lo llamo?) y haya pasado a ser un juego de formular la mejor pregunta (¿Debería llamarlo a pesar de que ya lo llamé y tiene la llamada perdida?)
c) que me relaje - En silencio mental y ya relajada, entonces, abro mi navegador, escribo mi pequeño columbarium (la pregunta), hago click y ¡tará! hay dos opciones:
a) la respuesta me decepciona o
b) la respuesta me pone feliz y/o me deja tranquila.
¿Qué sigue? Pues que la verdadera respuesta no es la que me da la Mágica Bola del 8 (soy mala obedeciendo porque sí), sino saber si su respuesta me gustó o no. Si me gustó, adelante. Si no me gustó, ya se al menos qué quería.
El mismo ejercicio funciona, como me enseñó mi mamá, lanzando una moneda al aire y esperando a ver si mi corazón salta o no cuando caiga y revele si salió cara o sello. Funciona también todas las mañanas cuando leo el horóscopo y digo o “no, en verdad en este momento no veo nubarrones en mi cielo” y cierro esa pestaña o, por el contrario, digo, “ve, tiene razón. Esa persona efectivamente está haciéndome daño a mis espaldas”.
Ahora, vamos al título: ¿Qué preguntas le vamos a hacer a la bola del 8? Ni modo de preguntarle si Falcao va a poder jugar el mundial (ojalá, él se lo merece), si me va a caer el Baloto (¿me lo merezco?) o si vamos a solucionar el calentamiento global, pues todas son descartables en el paso 2. Pero leí en algún lado que para el cuerpo de los textos en Internet, son mejor los bullet points y las listas y para el título, es más efectivo poner preguntas y números y pasos para algo. Le pregunté a la Bola del 8 y me dijo “Yes - definetely” y así empecé esta columna. Ya veremos si tenía razón.