Antes, que por qué no se iba Petro, ególatra, pésimo administrador, pendenciero, etc., etc., etc. Ahora que se fue, o lo fueron, entonces que Santos se robó la Alcaldía porque ofreció dinero y acciones. ¿Que los anuncios los debió hacer el alcalde encargado?, ¡sí! Pero pues, ¡y qué hacemos! A estas alturas, cuando esta ciudad está insoportable y uno puede fácilmente no solo ser atracado, sino demorarse hasta tres horas en el trancón en un mismo día —como me ha pasado— entonces comienzan los alaridos de los mamertos por un lado (que son capaces de dejar al garete a la ciudad, tal como lo muestra la pelada de cobre de Petro), y por el otro los de derecha que ven la oportunidad de hacerse a sus votos. Que el presidente Santos está en campaña, ¡claro!, pero si nos está dando recursos y posibilidades de ejecutarlos en planes concretos, pues adelante.
Contrario a lo que me dijo alguna vez un lector, que los apolíticos éramos los de la posición cómoda que no tenemos argumentos para debatir, vivo este país con pasión como buena colombiana, y a mi ciudad con mayor razón. Aquí nací, no crecí en ella pero desde mi llegada a la universidad me ha dado todas las oportunidades, y verla en semejante estado no me causa más que rabia el espectáculo de todo el mundo alegando y tirando para su lado, en lugar de ver las soluciones. El comentario va a que no soy ni santista, ni uribista, ni de centro y menos de izquierda -¡Detesto los extremos!-, pero dejemos hacer algo. ¿Que hay oportunismo? ¡Seguro! O entonces qué, ¿seguimos en la olla? Es deber del Gobierno Nacional apoyar a Bogotá porque más allá de ser el gran fortín político, es la ciudad que más impuestos paga. ¡Bienvenidos los recursos y las gestiones! A mi esas acciones no me compran la conciencia.
Como dice mi papá, ¡no me crean tan aguacate!
¡Feliz resto de semana!