Debo aclarar que soy una persona con un gran pecado. Y no solo pequé una vez, fui tan pecadora que pequé dos veces. Y sentía que estaba en lo correcto. Que los equivocados eran los otros.
Cuando me decían: Álvaro Uribe promueve la guerra, es corrupto, le hará un gran daño al país; yo solo pensaba que no, que él solo buscaba calmar al país. ¡Estaba enamorada, estaba ciega! Pero poco a poco, así como se acaba el amor, comencé a observar cada paso, a leer , abrí los ojos. Y tal como sucede cuando se le sale del alma el hombre que amamos, me dí cuenta que los otros tenían razón. Comprendí que aunque no se haya encontrado aún la prueba, Uribe sí ha cometido actos de dudosa legitimidad. Observé como Uribe siempre camina por la delgada línea entre lo legal y lo ilegal y cada vez que hablaba lo observaba detenidamente, las palabras, los gestos y encontré las tres personalidades de Uribe.
La primera: Uribe el humilde. Es el que sale a hablar ante el micrófono, entonces agacha la cabeza hacia el lado izquierdo, habla pasito, junta una mano contra la otra y ofrece consejos, como un abuelito sabio. Esta personalidad también se viste de campesino, de vendedor de tinto, de estrato bajo y llega literalmente al corazón de los pobres. (Pobres, no se dan cuenta de lo que él les está haciendo).
La segunda: Uribe el convincente. Es el que viaja al exterior. Entonces toma la actitud de estadista, de gran pensador, de cosmopolita que conoce todos los temas y solo busca salvar a su patria. Se viste elegante y toda la clase empresarial y los estratos 4, 5, 6 y siguientes se sienten representados. (Pobres, no se dan cuenta de que él solo busca sus beneficios).
La tercera: Uribe el violento (O la verdadera identidad de Supermán). Es el que se sale de sus entrañas. Su proceso de transformación comienza en lo físico: Contrae las mandíbulas, empieza a salivar, su lengua comienza a moverse dentro de la boca. Sus facciones se endurecen, grita, insulta, señala con el dedo índice derecho. (Pobres todos nosotros que tenemos que resignarnos a su proyecto ególatra).
Y así me puse a pensar que Álvaro Uribe tiene tanto éxito con los colombianos, porque apela a lo más primario, a lo más primitivo que tenemos los seres humanos: el miedo, el odio, el deseo de venganza. Creo que no se le puede desconocer el mérito de ser un excelente conocedor de la naturaleza humana. Que utiliza los sentimientos que genera para lograr su objetivo.
Lograr que las personas aprendamos a perdonar, que entendamos que podemos repararnos sin utilizar la venganza es un proceso interior muy lento, difícil. Ese proceso a nivel personal me ha costado mucho, he tenido recaídas, pero he logrado limpiar mi corazón sin dañar a nadie. Ese proceso deberíamos poder hacerlo como colombianos por el bien de todos.