Si no hay atención básica, la que se necesita en los hospitales, ¿qué podremos pensar de los sicólogos, una profesión que, para la vicepresidente, es absolutamente prescindible? Acá no han reparado en que al devastador daño económico que le está dejando el abandono estatal durante la cuarentena, está el sicológico. La depresión está disparada en estos días. La gente le teme no sólo al desempleo sino a preguntas existenciales como, ¿tendremos futuro como especie? ¿este es el fin?
La gente empieza a darse cuenta que el mundo como lo conocíamos ha terminado. Nadie sabe si recuperará sus empleos y todos repiten la fucking frase de “fresco, eso terminamos reinventándonos” cuando nadie ni siquiera sabe cómo funciona y como se comporta el virus”
Hay familias de clase media que hace rato ya se gastaron sus últimos ahorros. Están en bancarrota y muchas pasan hambre. La famosa pobreza oculta en los estratos altos de la población, esa pobreza vergonzante que deprime aún más. Ellos son los que tienen el alma con más telarañas, los de las deudas, los que probablemente tengan arrendatarios despiadados que, sin tener en cuenta el parón total, les exigen que paguen la mensualidad y se vayan de ahí. Cada vez son más las familias desalojadas así sea ilegal. El ojo de la alcaldesa no es el de Saurón que mira y no perdona.
¿Qué hará un padre de familia sin trabajo y sin futuro, encerrado en la casa de sus suegros, viendo como sus hijos difícilmente regresarán al colegio? Por ahí leí que un optimista es un pesimista mal informado. Nunca antes ha tenido tanta razón esa frase. Pienso en todos los angustiados, en los millones que tienen la daga en el cuello. Necesitan atención sicológica urgente. ¿alguien ha pensado en ellos?