Tengo 57 años, me llamo Graciela Sandoval, hace cinco dejé de ser esposa. Mi marido Julian murió de un paro cardiaco súbito. Creí que tendría por fin la libertad de ser yo misma. Es que siempre tuve que cuidar a alguien. Pertenezco a la generación de mujeres que no podíamos trabajar, las que nunca podíamos elegir qué diablos hacer con nuestras vidas. Me casé a los 19 años y tuve cuatro hijos. Nunca quise a mi esposo. Casarme fue la única opción que encontré para huir de una casa con papá sobreprotector y maltratador. Ahora tampoco puedo ser libre. Una de mis hijas me deja todo el día a mi nieta para que yo la cuide. Ella asume que es mi responsabilidad pero soy una mujer de 57 años y veo que a esa edad muchas empiezan a vivir, se vuelven a enamorar. Pero yo nada. Yo ahora estoy volviendo a criar.
Vi una noticia en El Tiempo de una mujer que está exigiendo a su hija un sueldo para cuidar a su hijo. Nada más racional y verídico, nada más sensato. Por favor muchachas, si van a tener un hijo deben ser conscientes que ellos necesitan atención y que las abuelas no somos las muchachas del servicio dispuestos a cuidarlos. Tienen que pagarnos un sueldo, tener consideración. Que les quede bien claro.
No necesitamos limosnas ni que piensen que podemos querer a nuestros nietos hasta el punto de acabar con nuestras vidas. No, tenemos derecho a una vida o a un trabajo. Quisiera creer que la vida no acaba a los 57 pero si me condenan a ser abuela siento que una parte de mi autoestima está muriendo. Soy diez años menor que Madonna, ¿no tengo derecho a sentirme joven?