Colombia firma un acuerdo de paz con la guerrilla más longeva tal vez del mundo, la más armada y más activa, una guerrilla cruel y protagonista de asquerosos actos que mantuvieron en alerta permanente a nosotros los ciudadanos por más de medio siglo y que ya es mejor dejar atrás y, como un acto de buena voluntad, las Farc (en poco las Frac) entregan a la ONU que ahora anda aliada con la Unión Soviética según la arrepentida Cabal, más de siete mil armas y según palabras de las partes Llegó la paz a Colombia.
Y así lo registró la prensa mundial secundando felizmente aquello de llegó la paz. En Irlanda llegó la paz gracias a los acuerdos con el IRA, en mi España llegó la paz gracias a unos acuerdos tácitos de no jodamos por ahora con los etarras, e igual Uruguay con sus tupamaros o Argentina con los montoneros. Y la paz ha llegado a esos países. Bienvenida Colombia al mundo de la paz parecen decir.
Mientras, el presidente recibe los abrazos del mundo como el nuevo Mandela. El hacedor de la paz en Colombia.
Ya habré dicho alguna vez que vivo en el delicioso barrio de La Soledad en Bogotá. Pasaban las horas y nada. Dije yo aquí se arma la rumba mañana a mediodía, toda Colombia celebrando al fin la paz, mierda, La Paz. Y en un barrio con tanta vibra como este, más aún.
Mientras esperaba oír los primeros petardos y serpentinas tricolores, pasaban por mi cabeza videos de cómo tras tajarle la testa al franchute rey, todo el pueblo salió a las calles. Llegaba otra época y cuando se cambia de estilo, se festeja. Tras los acuerdos correspondientes y ya siendo una sola Alemania, la ciudadanía tumba el muro de Berlín, con martillos o con la mano, y media Europa explota su alegría en las calles. Cada partido que gana el Barça y el mundo azulgrana se enloquece en las calles. Muere Franco y ni te digo.
Mientras soñaba con el júbilo, me dije gran pendejo acordate de aquella manifestación de no más Farc que fue millonaria, no estaba en Colombia pero en España se sintió como un grito de auxilio. La gente en las calles gritando no más Farc se oyó fuerte. Y al fin se cumple el grito: No más Farc es una realidad.
Pues pasaron tres, cuatro y hasta cinco días y nada. No nos enloquecimos con la llegada de la paz. La paz con las Farc a nadie sacó a las calles.
La paz que nos vendieron emocionó, si. La entrega de más de siete mil armas y el fin de las Farc es un acto positivo, muy positivo y se recibió en su mayoría con regocijo, a pesar de las mil críticas que hay siendo gran parte de ellas perversamente mal intencionadas. A pesar del tema de las caletas ocultas, de los trillones escondidos, de los niños militantes y la falta de claridad sobre el tema de secuestrados, es un acto de aplaudir.
Y nadie salió a la calle.
Nadie salió a la calle
porque hasta el más optimista con este cuento de la paz
sabe que la paz no ha llegado
Nadie salió a la calle porque hasta el más optimista con este cuento de la paz sabe que la paz no ha llegado.
Mientras en Colombia baile como baila la coca, con toda la violencia que va por dentro, no hay caso de paz. Mientras en Colombia sigan los grupos paramilitares eliminando líderes sociales, no hay paz. Y mientras siga la violencia contra la mujer de esa forma tan aberrante como ocurre acá, pues menos aún. ¿Hablamos de la inequidad?
Por eso fue mejor quedarse en casita viendo los Simpson en vez de festejar irrealidades.
Y hablando de…
Y hablando de artículos encabezados por un título que a primera vista parece alejado del asunto que se trata: “Me cago en tus muertos”, expresión española que es algo así como vete pal carajo, pues eso fue lo que dijo el ciudadano al ser invitado a la gran fiesta de la paz.
Ah, y a la vez es el título de mi nueva novela, la octava, ya en sus últimas líneas.