Todos los colombianos pensábamos confiados que el presidente Santos pasaría a la historia por haber firmado los acuerdo de paz con las Farc y haber recibido el Premio Nobel. Pero no. Nos acabamos de enterar que su mayor gloria ante la posteridad es haberle dicho al país que se acaba de enterar que su elección fue también penetrada por los dineros corruptos de Odebrech.
Él no sabía nada, fue el último en enterarse, como suele pasar, todo ocurrió a sus espaldas, en contra de su voluntad, contradiciendo “las normas éticas y de control que exigió se impusieran en la campaña”.
La desafortunada frase pasará a la historia como una de las formas más elegantemente cínicas de eludir una responsabilidad, ante las evidencias irrefutables. Cuando el petardo le ha estallado en sus propias manos.
El día que nos enteramos que los dineros sucios habían entrado en la campaña de Óscar Iván Zuluaga, el presidente y su sequito se frotaron las manos, denunciaron hasta la saciedad la corrupción de las huestes uribistas y exigieron que “se investiguen y sancionen a los responsables”
Ahora el propio coordinador de la campaña, Roberto Prieto, el otrora considerado gran artífice de la victoria de Santos en el 2010, como candidato ungido y respaldado por el uribismo, Uribe III, con total desparpajo confirma que sí entraron dineros de Odebrech a la campaña.
“La plata salió de Odebrecht. Eso no le niego. Cuando yo llego, eso está fondeado. Hay que contratar dos millones de afiches y me dijeron que eso lo pagaba Odebrecht. Mándeles la factura”.
Y como todos los que son sorprendidos en acciones ilegales y corruptas prendió el ventilador. Salpicó al comité financiero de la campaña y recordó: “No olviden que César Gaviria asumió la gerencia en la segunda vuelta… A mí me dieron un golpe de Estado y me atribuyeron la pérdida de la primera vuelta con el argumento de que no les di plata”. De esta nauseabunda realidad nos acabamos de enterar los colombianos por boca de sus propios protagonistas. El presidente también se acaba de enterar.
De esta nauseabunda realidad nos acabamos de enterar los colombianos
por boca de sus propios protagonistas.
El presidente también se acaba de enterar
Los más acérrimos enemigos del presidente Santos descalifican su gestión en favor de la paz afirmando que lo único que le interesaba era el Premio Nobel. De todo lo demás no estaba enterado ni le interesaba.
Asuntos como la rampante corrupción propiciada por Odebrech que penetró su propia campaña, el escándalo por los sobrecostos de Reficar, que supera los 12 billones de pesos y al cual se han vinculado a exministros de Hacienda y presidentes de Ecopetrol, la corrupción rampante de La Guajira que han protagonizado tres gobernadores, todos ellos hoy en la cárcel y uno condenado por corrupción determinador de asesinatos, de todo ello el presidente Santos termina por enterarse después. Presto solicita a las autoridades competentes “que investiguen todas las decisiones de mi administración y sancionen a los responsables de cualquier acto de corrupción”. No sin antes advertirnos que no debemos “Mal Pensar”: “Esta violación de las normas de la campaña no supone, ni puede suponer, que se deriven hechos de corrupción en mi gobierno.”
El gran artífice de que el presidente Santos y los colombianos terminemos por enterarnos del tamaño y proporciones de la corrupción que nos corroe ha sido el propio Odebrecht. Con precisión de relojero, como un “gota a gota”, la internacional de la corrupción cada semana suelta un nuevo dato, una abrumadora cifra, una movida mafiosa. Fiscalía, Contraloría y Procuraduría se pelean entre si por tener el último dato, nuevos nombres. Un enjambre de investigadores va y viene de Brasil.
Al mejor estilo de las “utópicas” realidades de la novela 1984, de George Orwell, los medios de comunicación se han convertido en una suerte de Ministerio de la Verdad, dedicados todos los días, muy de mañana, a convencernos de que lo que ayer era una mentira hoy es una verdad o todo lo contrario, alimentados por las verdades y mentiras que a diario los interesados les van filtrando. Son la “mano invisible” que ordena e impone las verdades que convienen al régimen.
Un “Ministerio de la Verdad” con muchas emisoras y noticieros de televisión, encargado de reescribir y de paso tergiversar la historia, los acontecimientos, los actos de corrupción, la connivencia entre políticos y corruptos. Los enemigos de ayer los convierten en los grandes amigos de hoy o al revés. “Hay que manipular el pasado, hacerlo inexistente si es necesario. "Quien controla el pasado, controla el futuro, y quien controla el presente, controla el pasado." Este axioma tiene una interpretación evidente: el futuro será de quienes han manipulado el pasado hasta el punto de modelarlo a su antojo”.
Ante tanta verdad “descubierta” o “destapada” a última hora,
“me acabo de enterar”, es normal, casi que saludable,
que cunda el pesimismo
Ante tanta verdad “descubierta” o “destapada” a última hora, “me acabo de enterar”, es normal, casi que saludable, que cunda el pesimismo, el escepticismo sobre la forma como somos gobernados. Hay razones para el pesimismo y lo que es peor la polarización entre uribistas y santistas nos traerá nuevas verdades, nuevos desencantos. Cada uno se dedicará a jalar la pita, a sacar partidos de las evidencias de corrupción del otro, en una suerte de “mea corrupción”.
A la frase de campaña del presidente Santos en el 2010: “Hemos hecho mucho, falta mucho por hacer”, los colombianos podemos responder: “nos han mentido mucho, falta mucho por saber”. Y de eso no nos acabamos de enterar, lo hemos sabido siempre.