Con el control de la reproducción el ser humano paso a ser una especie diferente. No es por casualidad sino por causa de esa evolución que ya no tenemos un sistema binario para las clasificaciones de género sino todos LGTBXXX.
La natalidad y la mortalidad infantil muestran una disminución y se han acompañado de un aumento de los años de vida de las personas.
Coincidente con lo anterior la pirámide demográfica a su turno se ha invertido o se está invirtiendo, y en vez de multiplicarse el número de jóvenes que deben proveer por la ganeracion anterior, hoy por cada nuevo nacimiento hay un número mayor de jubilados a sostener.
La generación actual tiene tal incertidumbre que no concibe su futuro dentro de un programa o itinerario en el que las etapas se encuentran predeterminadas (estudios, carrera, matrimonio, hijos, ¿separación?, jubilación) sino viven una especie de carpe diem , de ‘vive el día a día’, pero no tanto para gozarlo sino por resignación.
Con el complemento de las comidas orgánicas, los ejercicios aeróbicos, los probióticos, etc, la paradoja es que vamos a vivir más tiempo pero sin darle algún sentido a esta prolongación. Pero esto ha llevado también a adaptar un lenguaje para aplicarlo a ese ‘excedente’ no incluido en los programas del ciclo vital cambiado.
El lenguaje oficial le ha dado una característica ausente de calificación -y hasta cierto punto de definición- haciendo referencias al ‘adulto mayor’. Se usa como un concepto estadístico, bastante vago por cierto. Debería coincidir oficialmente con la figura de la jubilación o con el momento en que la persona se describe en los formularios como ‘pensionado’, pero es tan neutral que nada indica en cuanto a alguna condición como persona.
La palabra viejo acaba siendo la que a veces íntimamente se usa con la connotación cariñosa; o, más frecuentemente, la que en forma autónoma se la asigna uno mismo para evitar someterse a lo que a uno le desagrada, sobre todo cuando lo que desagrada es que le digan a uno qué hacer. Supone ser una etapa de retiro, de descanso respecto a la vida activa que se llevaba anteriormente, pero en la que se mantiene el interés por compartir ciertas actividades sobre todo sociales, y por atender aquello a lo que no había tenido tiempo u oportunidad de desarrollar.
En el lenguaje periodístico o de los medios no se usan ninguna de las dos anteriores palabras sino solo se hace referencia a ‘ancianos’ cuando se usa para dar truculencia a la noticia y aumentar el rating (“anciana de 70 años violada por estudiante” “anciano de 65 años atropellado por tractomula”). Se les ve como incapaces de vivir sin ayuda, al punto que como mencionó algún amigo deberían buscarse geriatras tanto como para los infantes se requieren pediatras. Como los medios son los que en últimas acaban configurando la realidad que vivimos, esa etapa en la que con la edad dejamos de ser ‘productivos’ es tratada como si fuera algo que sobra, que no se sabe qué hacer con ella.
Se llegó al intento de formalización del carácter de ‘desechables’ cuando la ‘rebelión de las canas’, y el Gobierno Duque resolvió en la pandemia que los de esa categoría no tendrían acceso a las unidades de emergencia
Tal vez por eso se llegó al intento de formalización de ese carácter de ‘desechables’ cuando la ‘rebelión de las canas’, y bajo el Gobierno Duque se resolvió durante la pandemia que quienes caían en esa categoría no tendrían acceso a las unidades de emergencia para que éstas pudieran atender al resto de la población.
La actitud en relación a la edad ha cambiado. El enfoque de hoy es dejar a los niños crecer como niños, no dedicarse a enseñarlos a ser adultos. El complemento debe ser dejar que los viejos sean viejos sin tratar de prolongarles la mentalidad y el físico para que se mantengan jóvenes. Si envejecer es retornar a la infancia, esta etapa equivaldría a la adolescencia, o sea la más compleja pero también la más interesante…